El diario La Nación se hizo eco de un comunicado de prensa de ATE, donde la agrupación informa que en medio de una asamblea gremial irrumpió un grupo de manera amenazadora causando gran confusión y momentos de zozobra entre los de ATE.
Los muchachos de ATE que hacían una rara asamblea en medio de la calle, en Sarmiento al 300 – más raro – frente a la secretaria de justicia, y el colmo de lo raro, es que ahí no escuchamos ningún reclamo gremial, estaban con los bombos, cartelones contra los militares, vivando al terrorismo setentista y concentrados en insultar a los que llegábamos.
Como no estar de acuerdo con la inquietud de ATE, valientes pero módicos, al ver aparecer a la Pando con sus inquietantes cincuenta kilos, especialista en el marcial arte de la palabra, campeona de tiro al zurdo, y por si fuera poco acompañada de un aguerrido grupo de señoras, desplegando tremendas cartulinas y pidiendo la libertad de Emilio Nani y demás presos políticos.
En ATE ejercen la bravura miserable de la patota, del insulto oscuro y anónimo, llegan hasta el escupitajo ejecutado eso sí, con cierta facilidad, son gente dispuesta, hay que reconocerlo, se puede contar con ellos, siempre que haya una moneda, claro.
En este caso es el gremio de ATE, pero es uno más, de los innumerables que obran igual, por eso es difícil suponer que nuestro país pueda alinearse en la lucha contra el terrorismo internacional, cuando los terroristas criollos, los de los setenta son protegidos, sus crímenes ignorados y ellos ensalzados, recompensados, tratados como señores, tanto por el estado, por los medios, por la pastoral social, por los parlamentos, por la justicia y hasta por el Papa.
Es difícil, por no decir imposible, no deja de ser una paradoja, sostener que luchamos contra el terrorismo en abstracto, cuando los terroristas reales, los de carne y hueso, forman parte decisiva del país real.
Es probable que los países de la comunidad empiecen a darse cuenta que los jóvenes idealistas a los que daban protección y dinero en los setenta, no son muy distintos, ni más idealistas, ni menos jóvenes, ni menos terroristas, de los que ahora ponen las bombas en la propia Europa.
En la provincia de Buenos Aires ya cruzaron el límite hacia el stalinismo, esto es, por ley solo se puede pensar de una manera. Decir la verdad no solo es comprometido y arduo, ahora, además, es ilegal.
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