Vie. May 3rd, 2024

Prensa Republicana

Con las ideas derechas

LA ESTUPIDEZ AL SERVICIO DEL PROGRESISMO (Respuesta a los dichos de Juan Carlos Monedero [h] sobre Nicolás Márquez y Agustín Laje). Por Cristián R. Iturralde

Sí, es cierto que, como dice Aristóteles, uno debe ser más amigo de la verdad que de Platón; es decir, debería uno hablar la verdad oportuna e inoportunamente sin importar quien caiga en el camino. Desde el punto de vista formal, el principio es inobjetable e indudablemente verdadero. Sin embargo, a veces las emociones humanas tienden a matizar este precepto más de lo aconsejable, otorgando ciertas contemplaciones a aquel con quien se tiene o se tuvo algún tipo de vínculo trascendente. En otras palabras, tendemos a ser más tolerantes con aquel que consideramos de un modo u otro “propio”, y es natural que así sea -lo cual no implica que sea correcto-. Sin embargo, la tolerancia puede ser una virtud peligrosa cuando la falta se vuelve sistémica, y, sobre todo, si daña gratuitamente la reputación de terceros, que es precisamente lo que hace Juan Carlos Monedero (h) en sus referencias a Nicolás Márquez y Agustín Laje[1].

Amén de la grave falta moral que ello supone -especialmente si quien la comete presume de ser un católico de estricta observancia-, la primero que cabría preguntarse es quién se beneficia de aquello (cui bono?). La causa provida seguro que no. Supongo que tampoco alguna verdad perenne, pues flaco favor se le haría siendo defendida con tales métodos. Pero considerando la naturaleza caída del hombre, tal vez la respuesta sea más simple y la encontremos en un nombre propio, que, a través de la arremetida busca, por ejemplo, alcanzar alguna notoriedad pública que no cree posible lograr por otros medios. Si bien es cierto que solo Dios conoce el alma y las intenciones de las personas -de manera que solo Él puede juzgar-, no menos verdadero es que éstas quedan reflejadas en las manifestaciones externas, lo cual nos permite prevenirnos de aquel que puede dañarnos.

Antes de finalizar esta suerte de introducción, tal vez sea preciso aclarar que la causa primera que mueve mi mano no responde a la pública y notoria amistad que me une al imbatible dúo marplatense-cordobés. Ninguno de ellos precisa ser defendido, y menos por quien suscribe: los hechos y frutos visibles de su trabajo se han encargado sobradamente de ello. Mis motivos son menos altruistas, ciertamente; y tal vez, de algún modo, egoístas, pues escribo solo por tranquilidad de mi conciencia, que me lleva a salir del lugar de confort que supone el ser espectador de los hechos -al que los dardos no llegan- y señalar públicamente lo que veo mal -y que decididamente me molesta-.

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Establecido aquello, ahora lo evidente: la crítica constituye un recurso legítimo de todo hombre pensante para expresar un desacuerdo o juicio valorativo sobre algo o alguien. De manera tal que la crítica no solo no es mala en sí misma, sino que constituye muchas veces una responsabilidad ineludible; a menos, claro, que se esté faltando a la verdad en uno o más puntos -deliberadamente o no-. Y con pesar -en realidad, ya no tanto-, debo decir que creo que este es el caso de JCM.

Repasemos, por caso, dos elementos prevalentes en su discurso que será sencillo advertir. El primero remite a un propósito ostensible: desprestigiar y desmerecer a Agustín Laje y a Nicolás Márquez. Esto se hace evidente al soslayar lo más posible virtudes y aciertos de aquellos, mientras simultáneamente exacerba las falencias que pudieran tener; resaltando las diferencias o mismo manipulando o tergiversando hechos, intenciones y declaraciones. La maniobra queda expuesta al observar el espacio que ocupa para desarrollar los aspectos positivos y negativos de los “encausados”: a lo primero dedica poco más de cuatro sílabas, y a lo segundo, la totalidad de su exposición. En Argentina, llamamos a esto ser “mala leche”.

El segundo elemento que asoma vivamente de las palabras de JCM es el espíritu que mueve su pluma; el cual no pareciera responder a sentimientos e intenciones del todo nobles o sanctas, pues la tristeza o pesar del bien ajeno, brota a borbotones de cada una de sus expresiones. Para el autor, por ejemplo, el éxito de NM y AL no puede explicarse sino a través de maquiavélicas operaciones e “inyecciones de dinero” de misteriosas organizaciones. En Iberoamérica y el mundo, un lógico llamaría a esto “falacia reduccionista” o, más sencillamente -en palabras de doña Rosa-, envidia.

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Quienes me conocen, saben que no soy particularmente afecto a las RRSS, pero aconteció recientemente algo que llamó mi atención y motivó mi intervención -y, de algún modo, la redacción de este artículo-. Me refiero a un comentario de JCM en Twitter, donde acusaba a Nicolás Márquez (NM) (y “de rebote” a Agustín Laje y Pablo M. Iturrieta) de haber “atacado” (sic) verbalmente al profesor Antonio Caponnetto. Los mensajes a mi teléfono no se hicieron esperar y decidí ver que había de cierto en ello. En pocos segundos, verificando los hechos, esto es, analizando lo que el denunciante presentaba como prueba fehaciente (un fragmento descontextualizado de una tertulia audiovisual), pude constatar no solo la falsedad de lo expuesto sino la evidente mala fe del acusador.[2] A la “gresca” se sumaron luego varios internautas con sus comentarios, redundando, en general, en lugares harto comunes.

La mentada “mala fe” no se advierte solo en la citada mentira sino en aquello que el autor omite. ¿A que nos referimos concretamente? En primer lugar, que tanto Laje como Márquez son y han sido siempre personas sumamente respetuosas con lo que podríamos denominar “nacionalismo católico”. Luego, resulta inadmisible la omisión que se hace sobre los públicos reconocimientos dispensados por Márquez a la figura de don Antonio Caponnetto (a quien estimo, respeto y admiro profundamente), sea elogiando verbalmente su labor (ante propios y extraños, lo cual me consta) o publicando sus artículos en el sitio web “Prensa Republicana” (para disgusto de algunos sectores liberales). Por otro lado, dígase también que el mentado espacio digital estuvo a disposición de JCM, que, hasta hace no mucho, solicitaba a Nicolás la publicación de sus artículos (en qué ha cambiado la forma de pensar Márquez hasta la fecha, no lo sabemos). Uno podría preguntarse entonces por qué este presunto enemigo del “caponnettismo” promueve y promovía a “caponnettistas”. ¿Para ganar amigos, dinero, prestigio o fama? No, precisamente eso es lo que perdía al publicarnos a los nacionalistas católicos en sus círculos. La respuesta es bastante simple: lo hacía -y lo hace- por ser una persona con principios y coraje. ¿Encuentran una explicación más admisible? Yo confieso que no.[3]

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Hace pocos meses, JCM concedió una entrevista al medio español “ÑTV España”, cuyo epígrafe prometía develar el “verdadero rostro de la Nueva Derecha”.[4]Me detendré solo en algunos párrafos o aspectos de su crítica o denuncia hacia NM y AL. Escribe:

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“En cuanto a Laje y Márquez, de un día para otro ellos pasaron a ser invitados en muchos países para dictar conferencias y charlas. No me parece verosímil atribuir esto a “El Libro Negro de la Nueva Izquierda” (sobre todo en esta época en que muy poca gente lee, más allá de las virtudes de este trabajo que, en su momento, yo mismo reconocí en una reseña[1]). Los pasajes, la organización de las conferencias, la impresión de libros, la venta y difusión de los mismos en numerosos países, el transporte de los oradores, la concertación de entrevistas y debates televisivos, los viáticos, etc., todo esto no surge por azar ni por buena voluntad de un puñado de familias. Todo efecto proviene de una causa proporcional a la magnitud del efecto. En el ascenso meteórico de Javier Milei, Agustín Laje y Nicolás Márquez –año 2016 aproximadamente– tuvo que haber una “inyección” de mucho dinero, y una o varias organizaciones con ingentes recursos”.

No se requiere leer entrelineas para saber lo que el autor nos quiere decir. En pocas palabras, afirma que el prestigio o fama de Agustín Laje y Nicolás Márquez no son consecuencia lógica de sus méritos y capacidades (tampoco del azar), sino de alguna misteriosa entente de fines posiblemente aviesos. Y bien, tal escenario cuasi fantasmagórico que presenta es decididamente falso, y puedo aseverarlo categóricamente remitiendo a mi propia y modesta experiencia. Quién suscribe jamás ha tenido detrás alguna estructura de tales características y, aun así, con una limitada exposición pública, he sido invitado en más de una ocasión a largas giras y conferencias por todo el continente americano, siendo los derechos de mis libros adquiridos por múltiples editoriales, en distintas lenguas. ¿Qué queremos referir con esto? Que es posible vivir del fruto honesto del trabajo y del esfuerzo.

Líneas más adelante, en otro párrafo, JCM lleva el asunto más lejos, dando a entender que las “fuerzas” que promoverían a la dupla (“fuerzas” que, desde ya, no específica) estarían condicionando su pensamiento y conducta a través de una suerte de vasallaje económico. Desde ya, sugerir o afirmar esto de modo tan ligero y sin ningún tipo de pruebas, es, desde lo moral, una auténtica canallada, y desde lo racional, un argumento completamente parvulario. Las fuentes de ingresos de Agustín y Nicolás -que tanto le inquietan- son evidentes para todos, menos para el autor. Y no, no provienen de la Fundación Rockefeller, del grupo Bilderberg o de la Comisión Trilateral, sino de contenidos digitales (Youtube, etc.), donantes privados (Patreon), honorarios (por cursos, conferencias) y de la percepción de regalías y derechos de sus libros. Que sepamos, tampoco ostentan cargos políticos, y tampoco habría nada de reprochable en ello. Dicho lo cual, queda claro que no existe ningún factor externo que delimite o restringa su pensamiento. Dicen lo que piensan y hacen lo que dicen. Podrá gustarle o no al autor lo que digan o hagan, pero eso es harina de otro costal.

JCM afirma que el éxito en ventas de NM y AL no responde a un fenómeno natural y espontaneo, ya que, según sostiene, “la gente no lee”, lo cual constituye una generalización bastante riesgosa en este caso concreto, pues “El libro negro de la Nueva Izquierda” continúa siendo best seller en varios mercados, habiendo vendido a la fecha varias decenas de miles de ejemplares. El ensimismamiento parece ganarle al autor, que no puede concebir la idea de que alguien pueda ser exitoso por mérito propio sin recurrir a disimulos o tramoyas.

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Al parecer, todo tipo de estrategia merecería la sentencia del vade retro. Así las cosas, nos dice: “Un conocido mío le dijo a Agustín que algunos de sus planteos ya no eran tan liberales, y Laje le respondió: ‘Es que si no digo que soy liberal, no puedo entrar en los medios’. ¡Sic y amén!”. La cuestión no reviste demasiado análisis, pero digamos, no obstante, una o dos cosas. Lo que está diciendo básicamente JCM es que Agustín habría defeccionado en la verdad; que sería una especie de “vendido”, timorato o cobarde, lo cual, en rigor, demuestra que poco lo conoce. Por otro lado, habremos de señalar una obviedad: la influencia a escala global de Laje en temas vitales (como aborto, ideología de género, ESI, etc.) se debe en gran medida (o totalmente) a su exposición en los medios de comunicación, de manera que es lógico que tome recaudos razonables, especialmente en tiempos donde la censura es la norma y la capacidad crítica de las personas es cada vez más limitada. Pongamos un ejemplo sencillo que cualquiera podría comprender: a mi cae simpática la figura de Tomás de Torquemada, pero si lo que quiero es defender la Hispanidad, tendría que ser muy estúpido para comenzar mi exposición con ese caso.[5] ¿Qué lo ideal no es eso? No estoy seguro de que será lo “ideal”, pero de seguro no lo será algo que riña con lo efectivamente posible o con el “bien posible”. Creo que una buena forma de responder a este embrollo es preguntarse lo siguiente: ¿Quién hace mayor bien: el que se inmola y logra llegar y convencer a tres personas o quien actúa estratégicamente y lo hace con millones?[6]

Mi teología no es muy buena, pero entiendo que la misión primera de los cristianos, en el orden práctico-social, es evangelizar e intentar persuadir a otros en la verdad, para que logren así la salvación de su alma. Y, siendo de este modo, difícilmente pueda lograrse aquello sin antes despojar a la población de la veintena de capas progresistas que lleva encima y que le hacen inaccesible la fe. Naturalmente, no será lo mismo convencer al propio o cercano que al extraño. Por “extraño” refiero a aquellos completamente alienados por la ideología progresista que consumen mass media y entretenimiento. Es claro que, al propósito de ser efectivos en la transmisión del mensaje, no podremos abordar a todos los hombres del mismo modo. De hecho, la propia Iglesia Católica aplicó históricamente estrategias apostólicas para evangelizar a los pueblos paganos, otorgándoles en un comienzo ciertas concesiones que facilitaran su ingreso en la fe (y nadie se escandalizó). ¿Qué nos dice esto? Que no a todos les llegaremos, al menos de movida, con el discurso puro y duro.

JCM es de la idea (yo también lo era) de que ningún bien puede hacerse dentro del sistema democrático-partidocratico (que lejos estoy de alentar) y llama a no apoyar a nadie dentro de éste, desmereciendo los esfuerzos de quienes allí combaten diariamente. Me resulta inevitable preguntar que hubiesen pensado de esto los bebitos abortados que hubieran nacido de haber existido más legisladores provida en el Congreso. Claro, si hubiese un Francisco Franco dispuesto a tomar al toro por las astas ahora mismo, me apunto. ¿Pero lo hay? No

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El autor no esconde sus intenciones. Por un lado, busca generar una suerte de antagonismo entre el mundo católico-cristiano con Laje y Márquez. Por otro, generarles el odio de los sectores patriotas. Vayan algunas muestras de ello, seguidas de nuestro comentario.

Sobre Laje, nos dice: “Me parece grave que una persona influyente en el mundo católico difunda ideas anticatólicas, blindado por un paraguas celeste provida”. Respondemos: no, lo grave aquí es que se acentúen premeditadamente las deficiencias que pudiera o no tener Laje y se soslaye el enorme y verificable bien que está haciendo en todo el continente. Eso es lo grave.

Ahora el turno de Márquez: “De fuente directa, doy fe de que, ante la corrección fraterna por parte de un intelectual –una persona mayor–, Márquez alardeó con que, en caso de que la discusión tomara estado público, él poseía una cantidad de seguidores muy superior a la de quien lo había corregido, y amenazó a esta persona con usar esa superioridad numérica en las redes”.

Respondemos: bien, empleando el mismo método testimonial de anonimato, podría decirse algo como lo siguiente: “De fuente directa, doy fe de que, ante la corrección fraterna por parte de un intelectual –una persona mayor–, Juan Carlos Monedero sostuvo que extraterrestres de tendencia sexual dudosa van a invadir la tierra mañana”. Incomprobable. No obstante, el recurso es sumamente efectivo para manipular la opinión de los ingenuos hacia la persona apuntada.

Sigue con Márquez: “(…) Después, hay jugarretas que no me gustan. Sube un debate por la mitad, y lo titula: ‘Acalorado debate doctrinario con Sacerdote en México’, un video con 420 mil vistas. Nunca sabremos qué le ha dicho el presbítero porque él no lo reproduce. En la descripción, leemos ‘Acalorado debate doctrinario con Sacerdote bolchevique en México’. Me da igual que el prete sea bolchevique o no, tú debes colocar el video entero, no puedes mutilarlo”.

Amén de lo irrelevante de la crítica, resulta curiosa la advertencia, puesto que hace poco más de tres minutos JCM hizo lo propio con NM, reproduciendo en su canal unos segundos de una larga tertulia que le bastaron para concluir que se había injuriado a don Antonio Caponnetto (no solo esto no pasó, sino que existe todo un contexto anterior que explica la respuesta de Nicolás).

Sobre el presunto antipatriotismo de Laje y Márquez, nos dice: “No es buena prensa para los argentinos patriotas sus referencias sobre Thatcher (…) Laje ha nombrado también a Ronald Reagan. Destacó que Thatcher fue ‘íntima amiga de Pinochet’, sin decir lo que todo argentino informado sabe: que Pinochet fue un enemigo de la soberanía argentina. Por otro lado, Reagan y Pinochet apoyaron a Gran Bretaña en la guerra contra nuestro país. ¿Es argentino Laje?”.

Al parecer, para JCM los patriotas argentinos serían en su mayoría imbéciles incapaces de distinguir un panegírico de un reconocimiento particular. El conceder algún acierto a un enemigo no implica de suyo comulgar con su ideario u accionar. Las guerras no están exentas de caballerosidad entre enemigos. Los casos abundan. Allí tenemos a los enemigos del aviador alemán Manfred von Richthofen (el Barón Rojo) disparando salvas en su honor en el velatorio, británicos homenajeando a los enemigos caídos de la Luftwaffe alemana o mismo, luego de la Guerra de Malvinas, veremos a combatientes ingleses y argentinos reconociéndose recíprocamente virtudes y falencias, y a nadie en su sano juicio se le ocurriría tenerlos por traidores o cobardes. Aquí, en esto, se ve nuevamente la mano malintencionada del autor, pretendiendo utilizar una causa tan sensible y cara a los argentinos como la soberanía de las Islas Malvinas para movilizar a los patriotas contra Márquez y Laje.

De vuelta, la trampa de JCM se encuentra fundamentalmente en lo que no dice. Primero, que NM y AL jamás negaron la legitimidad de la causa “Malvinas”. De hecho, lo he visto a Nicolás, en Chile, defender la soberanía argentina en Malvinas y denunciar la ilegalidad del hundimiento del Belgrano en aquella guerra (lo ha manifestado incluso en conferencias). El subyacente “antipatriotismo” de éstos no queda ciertamente demostrado en sus múltiples y públicos apoyos a reconocidos veteranos de aquella guerra, siendo el caso de Juan José Gómez Centurión el más conocido. A quien ha llegado hasta aquí, invito a que lean el libro de Laje “Generación Idiota”, donde defiende con vehemencia al patriotismo, lo cual también ha hecho Nicolás en no pocas oportunidades.

La construcción “antipatriota” tejida por Monedero alrededor de NM y AL no resiste el soplo de una ameba.

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Resulta evidente que todos tenemos nuestras capacidades y limitaciones. Asimismo, es claro que no todos pensamos del mismo modo; indudablemente, tendremos mayores coincidencias con unos que con otros. No obstante, lo queramos o no, nos une a todos un enemigo común: aquel que busca aniquilar la vida en el vientre materno y pervertir a los niños desde la más tierna infancia. Visto lo cual, no puedo menos que sugerir lo siguiente: Dejémonos de joder de una buena vez y no pongamos más “palos en la rueda” a aquellos que combaten diariamente por causa nobles.

CRI.

[1] En lo sucesivo Juan Carlos Monedero será citado como JCM, Nicolás Márquez como NM y Agustín Laje como AL.

[2]Consultarpublicaciónaquí:https://twitter.com/monederojc__/status/1694342528051376246?t=EQnNZjAUbqVcxOMnph6d8w&s=08.

[3] El mismo reconocimiento cabe asimismo a Agustín Laje, siempre dispuesto a ayudar en todo modo posible, sin prestar oídos a aquellos liberales que pretenden la censura de los patriotas o nacionalistas.

[4] Entrevista a Juan Carlos Monedero sobre el verdadero rostro de la nueva derecha liberal. Por Carlos Quequesana, 26 de abril de 2023. Cfr. http://jcmonedero.com/la-nueva-derecha-liberal/

[5]  No porque el dominico fuera malo, todo lo contrario de hecho existen indicativos de una santidad-, sino porque debo, primeramente, lograr que la gente me escuche, y luego, explicar el contexto histórico a personas influidas por el materialismo histórico.

[6] Personalmente, entiendo que ambas posturas son respetables y no me atrevería a juzgar negativamente las intenciones de unos y otros.