Vie. Abr 19th, 2024

Prensa Republicana

Con las ideas derechas

¿Y si apareciese un outsider? Por Vicente Massot

No resultaría tarea fácil rastrear, a nivel planetario, un caso similar al de nuestra ex–presidente, Cristina Fernández. Acusada de haber prohijado, junto a su difunto marido, una asociación ilícita de calado nunca antes visto entre nosotros; y sospechada, no sin fundamentos, de haberse enriquecido como nadie durante los doce años que gobernaron el país ella y Néstor Kirchner, no ha perdido —sin embargo— desde que estalló el así llamado escándalo de los cuadernos, ninguno de los votos de su núcleo duro.

Tampoco sería fácil hallar en el mundo una situación similar a la que vive Mauricio Macri. En la totalidad de las encuestas de alcance nacional, su figura y su gestión han caído en la consideración de la sociedad, de una forma tan pronunciada en los últimos cuatro meses, que asusta. No obstante, a semejanza de su principal contrincante, no ha sido abandonado por el grueso de sus seguidores. Mientras la jefa de Unidad Ciudadana mantiene intacto su 27 % de incondicionales que —si los comicios se substanciasen mañana— la respaldarían a ojos cerrados, el actual presidente recibe el apoyo de entre 30 % y 32 % de votantes a los que las penurias económicas no parecen hacerle mella a la hora de entrar en el cuarto oscuro.

Por supuesto, semejante fenómeno no admite ser explicado con arreglo a una sola causa. La complejidad que deja trasparentar obliga a pensar en múltiples factores, que se explican y complementan mutuamente. Las formas en cómo los seres humanos —aquí y en cualquier otra geografía— abrazan un credo político y se consagran a un líder, arrastran unas componentes irracionales que no siempre se dejan ver con claridad. Las conductas de las masas, tanto en regímenes democráticos como autocráticos, no siguen una lógica rigurosa y racional. El pathos suele ser más poderoso que el logos, para ponerlo en términos clásicos.

La viuda de Néstor Kirchner debe ser una de las figuras más corruptas de la historia argentina. La cantidad de pruebas reunidas, al respecto, es abrumadora. Por su lado, el descontento con la administración de Cambiemos y el escepticismo que existe acerca del futuro inmediato —lo que falta para completar el año en curso y el próximo— no registra antecedentes desde 1983 a la fecha, con la sola excepción de aquella alianza que hace dieciocho años encabezó Fernando de la Rúa. Cuando aún no habían cumplido 36 meses en la Casa Rosada, ni Raúl Alfonsín, ni Carlos Menem, ni Néstor Kirchner registraban porcentajes tan desfavorables como los que acumula Mauricio Macri. Pero —así y todo— uno y otro, la hoy senadora por la provincia de Santa Cruz y el presidente de la Nación, siguen siendo los dos protagonistas casi excluyentes de la política criolla.

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De los muchos motivos que podrían apuntarse en tren de dar una explicación de por qué sucede así, la falta de fuerzas y candidatos alternativos es —de lejos— la de mayor importancia. ¿Quién podría desempeñar el papel de Cristina mejor que ella? Nadie que se halle a la vista. En el horizonte no despunta ningún líder con el ascendiente que la ex–presidente posee sobre ese tercio de la población que, a falta de mejor término, cabría definir como populista. A su vez, ¿quién sería capaz de reemplazar a Macri. No lo hay;
a menos —claro— que, por propia voluntad, se hiciese a un costado y dejase su lugar a María Eugenia Vidal.

A los kirchneristas le importan poco o nada las demostraciones de que hubo un gigantesco mecanismo de corrupción montado por el matrimonio patagónico. Básicamente, en razón de que las consideran inventos y las tienen como parte de una confabulación del oficialismo y la Justicia para meterla presa a Cristina Fernández. Para los macristas, por su lado, los sinsabores económicos son el producto de la herencia recibida más que de los errores del equipo de gobierno. Aquéllos y éstos —a pesar de los abismos ideológicos que los separan— comulgan una misma fe a prueba de balas.

Los peligros que enfrentan —desde aquí y hasta julio de 2019, al momento que venza el plazo para oficializar las candidaturas— son de distinta índole, según se trate de la líder de Unidad Ciudadana o del jefe de Cambiemos. El obstáculo mayor que puede cruzarse en camino de la primera lleva por nombre Marcos Paz o el de alguna prisión similar. El que debe sortear el macrismo, en cambio, no tiene que ver con las rejas. Sí con una seria crisis económica que, si recrudeciese y quedase fuera de control, pondría en tela de juicio la gobernabilidad.

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Existe, asimismo, un escenario que —en el supuesto caso de que se hiciese realidad— dejaría a los dos en una situación complicada. Se trata de la eventual aparición de un outsider —o, si se prefiere, de un tapado— que, con base en el descreimiento generalizado
de una gran parte de la sociedad y el hartazgo de la gente con la clase política, se erigiese en una alternativa, equidistante tanto del kirchnerismo como del macrismo. ¿Quién hubiese pensado, un año atrás, que el movimiento Cinco Estrellas de Beppe Grillo co–gobernaría Italia? ¿Quién hubiera imaginado, doce meses atrás, que Jair Bolsonaro se hallaría ubicado primero en las encuestas brasileñas, superando a todos los restantes candidatos que aspiran a la presidencia de ese país y están, al día de hoy, en condiciones de competir por el cargo?

Si —como todo lo hace prever— el Escándalo de los Cuadernos continuase escalando sin solución de continuidad y, a su vez, la situación social no mejorase, la masa de indecisos —que registran todos los relevamientos y que no parece proclive a votar ni a Mauricio Macri ni a Cristina Fernández— quedaría entonces a la deriva. En semejante contexto, el surgimiento de un outsider no debería descartarse de cuajo. Que hasta el momento no haya hecho irrupción no significa que —de darse las condiciones antes apuntadas— el tapado no pueda aparecer de la noche a la mañana.

Por ahora Mauricio y Cristina, a pesar de sus limitaciones, corren con ventaja.