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Venezuela: Sin solución en el horizonte – Por Rosendo Fraga

Asediado por la crisis política interna, el presidente venezolano busca apoyo político en la región, donde tiene buenas relaciones con los gobiernos. La semana pasada la Presidenta del Brasil alertó sobre el riesgo de “un quiebre institucional” en Venezuela y dijo que si había “golpe de estado” en Venezuela, el país sería excluido del Mercosur. Su colega argentina denunció que el régimen chavista sufría un intento de “golpe suave”. El canciller venezolano (Jaua) visitó Bolivia, Argentina, Uruguay y Brasil, buscando apoyo para convocar a Unasur y lograr un pronunciando del grupo regional en apoyo de su gobierno frente a la crisis política que han generado las protestas en las calles. Logró apoyo para ello y el canciller de Surinam -país que ejerce la Presidencia pro-tempore del grupo- se comprometió a hacerlo. Pero el objetivo de la gira fue también preparar la visita a estos países del propio Maduro, que la semana próxima -11 de marzo- estaría en Santiago de Chile para asistir a la asunción de Bachelet. En esta oportunidad podrían reunirse los presidentes de Unasur, ya que todos o casi todos asistirán a la asunción de la Presidenta chilena. En los días siguientes, entre el 12 y el 15, Maduro realizaría la gira que lo llevaría a los cuatro países visitados por Jaua. Al mismo tiempo, el gobierno venezolano impulsa actos en conmemoración del primer aniversario de la muerte de Chávez -que se cumple el 5 de marzo- en los países de la región, como una forma de respaldo político al Chavismo. Al mismo tiempo, Venezuela logró desactivar una reunión que iba a convocar la OEA para tratar su crisis -en la que iban a escucharse voces críticas hacia el gobierno venezolano incluida la de EE.UU. -cuya Cámara de Representantes condenó a Maduro por la represión por 393 votos a uno- y que el canciller argentino (Timmerman) la defendiera ante acusaciones en la Comisión de Derechos Humanos de la UN. Por su parte, la Administración Obama expulsó a tres diplomáticos venezolanos en represalia por los tres estadounidenses expulsados por el gobierno de Maduro, quien rompió relaciones con Panamá por reclamar con insistencia que la OEA tratase el caso venezolano.

La crisis venezolana no se aplaca en las calles. El gobierno extendió los feriados por el carnaval a seis días, buscando crear un momento de distensión, pero no lo logró. Fue así como durante estas fiestas decenas de miles de estudiantes volvieron a marchar por las calles de Caracas, pidiendo la libertad de los detenidos -incluido su líder más combativo, Leopoldo López-, el restablecimiento de la libertad de expresión y el cese de la represión. La situación más crítica sigue estando en el estado de Táchira, fronterizo con Colombia, donde un mes atrás, el 4 de febrero, se iniciaron las protestas. El gobernador chavista sigue apoyando los reclamos de la oposición, que organiza barricadas en las calles y decapitó una estatua de Chávez. Las fuerzas de seguridad están desplegadas en el estado -pero no el Ejército, que sigue sin intervenir- y en algunos lugares se vive una suerte de clima bélico. La Fiscalía Nacional ha informado que los muertos en las protestas son 17 y los heridos 261. Pero Maduro ha dicho que los muertos superan el medio centenar, adjudicando a la oposición la responsabilidad por personas que han muerto en estos días por lo que podría denominarse “causas colaterales” del conflicto. La oposición, por su parte, denuncia decenas de casos de torturas y cientos de detenidos. El gobierno anunció una “Comisión de la Verdad” para investigar el tema, pero nunca la reunió. El 27 de febrero se cumplió un cuarto de siglo del estallido social denominado “Caracazo”, en cuyos incidentes y represión murieron aproximadamente 300 personas en protestas detonadas por el aumento de la nafta, cuyo precio en Venezuela es uno de los más bajos del mundo. Tanto el Chavismo como la oposición lo reivindicaron como expresión de voluntad popular. La muerte de 2 personas el jueves 6 en la lucha en torno a una barricada opositora, que según el gobierno se trataría de un policía antimotines y un militante chavista, muestra que no cede la violencia en las calles.

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El fracaso de la convocatoria al diálogo realizado por Maduro lo lleva a buscar ahora que la oposición se desgaste ante la opinión pública y sus integrantes se fatiguen. A comienzos de la semana pasada, el ex candidato presidencial opositor (Capriles), líder del ala moderada de la oposición, cerró la posibilidad de participar del diálogo diciendo “no seré parte de la orquesta del Titanic”. El fin de semana, desde la cárcel, el líder del ala dura (López) exhortó a “continuar la lucha”. Maduro intentó dialogar directamente con los estudiantes que protestan en las calles, pero recibió como respuesta que primero debe liberar los presos, cesar la represión y reestablecer la libertad de expresión. El lunes 3 de marzo, en una evidencia del endurecimiento de la oposición, Capriles convocó a “crear comandos de defensa del pueblo”, sin que ello implique usar armas. La convocatoria de la Iglesia Católica y el empresariado -el Papa pidió que el diálogo fuera sincero para que pudiera hacerse- no tiene destino si la oposición no participa. Maduro por su parte ha decidido extender a 10 días la conmemoración por el primer aniversario de la muerte de Chávez que se cumplió el 5 de marzo, buscando mantener activo el sentimiento de sus partidarios. Pero asistieron sólo dos presidentes extranjeros, Raúl Castro y Evo Morales, un apoyo simbólico más limitado que el esperado por Maduro. La posibilidad de un mediador internacional, como podrían ser el ex presidente Lula de Brasil o el presidente Mujica de Uruguay, fue descartada por el canciller venezolano. Maduro decidió recibir a la CNN, tratando de dar su versión de la violencia para adjudicarla a la oposición.

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La economía venezolana se sigue complicando y tanto la inflación como el desabastecimiento aumentan el malestar. Venezuela tendría las reservas de petróleo convencional más grandes del mundo y el 96% de sus ingresos provienen de su exportación. Pero políticas populistas, mala administración y el uso político del petróleo han llevado a la economía a una situación de colapso. Sin dólares para importar -el país importa la mayoría de los alimentos que consume-, la población tiene que realizar grandes colas para adquirir productos básicos. La inflación es la más alta de América Latina: hoy llega al 56%. Pero ello no impide que en el país del “Socialismo del Siglo XXI” no puedan hacerse negocios. En medio de la crisis política y económica, bancos de inversión de Wall Street aconsejaron la semana pasada comprar bonos de Venezuela y anticiparon que Maduro realizará una nueva devolución -en línea con la dispuesta tras ganar las elecciones meses atrás- para buscar achicar la brecha cambiaria entre el dólar oficial y el real. Algunos creen que el optimismo de Wall Street con los bonos venezolanos se origina en que prevén un cambio de orientación política en el corto o mediano plazo.

En conclusión: el gobierno de Maduro, asediado por las protestas, busca apoyo regional con la convocatoria de los presidentes de Unasur y planificando una gira de Maduro por la región; las protestas continúan en las calles, con el estado de Táchira fuera de control y decenas de estudiantes marchando en las calles de Caracas pese al carnaval; el intento de Maduro de reactivar el diálogo ha vuelto a fracasar y la oposición parece haber alcanzado la cohesión que estaba perdiendo en los días iniciales de las protestas; por último, la situación económica sigue siendo crítica, en particular la inflación y el desabastecimiento, pero bancos de inversión han recomendado la compra de bonos venezolanos, anticipando una nueva devaluación.

Fuente: http://www.nuevamayoria.com/