Una vez más la murga peronista atronó el aire de la Patria.
Hoy, 17 de noviembre, uno de los fastos peronistas (“día de la militancia” que le dicen) el peronismo volvió a la carga con su “liturgia” gastada, anacrónica y decadente.
Esta vez la decadencia fue patética. Al frente de la “movilización” (así llaman al aborregado arrastre de miles de infelices que son llevados en buses que nadie sabe quién paga, a cambio de alguna dádiva mostrenca) ya no estuvo ni el tirano de sonrisa gardeliana, ni siquiera el hampón de Néstor ni la desquiciada de Cristina.
Esta vez, estuvo al frente el mínimo señor Fernández, un hombrecito – Ramón Doll dixit- “en toda la extensión del diminutivo”.
Señores, no da para más la cosa. Es hora de cerrar el circo en aras de la salud pública.
Mientras oíamos al señor Fernández nos vino a la memoria el aria de I plagiacci, la ópera del gran Leoncavallo:
Recitar! Mentre preso dal delirio
Non so più quel che dico e quel che faccio!
Eppure… è d’uopo… sforzati!
Bah, sei tu forse un uom?
Tu sei Pagliaccio![1]
Es hora de cerrar el circo, repito.
No sea que lleguemos al mismo trágico final de la ópera.
La commedia é finita!
[1] ¡Recitar! Mientras preso del delirio /ya no sé lo que estoy diciendo/ ni lo que hago /Sin embargo es necesario, haz un esfuerzo/ ¡Bah! ¿Eres acaso un hombre? ¡Tú eres un payaso!
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