Sáb. Abr 20th, 2024

Prensa Republicana

Con las ideas derechas

Una sociedad que piensa, es la que razona, tiene principios explícitos, dialoga o discute – Por Cosme Beccar Varela.

El morbo que nos está matando es que los argentinos no pensamos en serio. Pensar, todo el mundo piensa. No se puede estar ni un segundo, a no ser durmiendo, sin pensar en algo, aunque sea en un asunto insignificante como en el frío o en el calor que tengo, o cuanto falta para llegar a casa, o que me pica la nariz, etc.

Ese no es el pensamiento al que me refiero. «Pensar en serio» quiere decir pensar en asuntos importantes, o sea, aquellos que tratan sobre realidades de mucha entidad, de grandes consecuencias, muy convenientes o muy interesantes. Así define la palabra “importante” el Diccionario de la Real Academia.

Todos esos asuntos son dignos de ser conocidos y por lo tanto, es necesario pensar en ellos. El que no lo hace nunca, puede ser calificado como un ignorante y como todo ser humano ha sido creado por Dios con un alma dotada de inteligencia, el no interesarse por los asuntos importantes equivale a elegir ignorarlos es decir, a ser un ignorante.

Tanto más necesario es pensar en ellos que no basta que otro nos diga algo sobre esas cosas y nosotros lo repitamos sin entender. Un hombre que quiera ser verdaderamente humano deberá evaluar las razones que se le den, pasarlas por el laboratorio de su propio raciocionio, si es un asunto que está al alcance de la razón, o bien, hacer un acto de fe movido por la gracia de Dios si se trata de una verdad religiosa. En ese acto de fe no está ausente un raciocinio previo, que son los «preambula fidei», y de otros raciocinios posteriores para deducir las consecuencias de las verdades de la fe. Eso es pensar.

Analizando la definición de la palabra «importante» que resumo más arriba, creo que en definitiva lo importante en el orden intelectual, es el ser, o sea si una cosa es o no es y si es, cómo es. Y es importante la propia felicidad que exige saber si una cosa es buena o mala para ser feliz y de qué manera. Sobre las cosas o hechos interesa averiguar qué grado de consecuencias tiene para nuestro crecimiento intelectual la verdad sobre una cosa o equivocarse respecto de ella y de qué modo influye ese conocimiento para actuar recta o torcidamente en la procura de nuestra felicidad.

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Todo eso es interesante, sumamente interesante, y no es humano no interesarse por ello.

Ahora bien, como es imposible que un solo hombre sepa todo. Por eso Dios nos creó sociables. Unos aprenden de los otros, sin que haya un solo hombre que no tenga algo que enseñar a los demás, aunque más no sea un pequeñísimo detalle de un gran asunto ya sabido y aunque más no sea porque ese pequeñísimo detalle es oportuno recordarlo cuando a los otros, que tal vez ya lo sabían, se les había pasado por alto. Por lo tanto, vale la pena siempre lo que el otro tenga para decir y que lo diga.
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Toda esta introducción es para proponerle una idea. Yo escribo “La botella al mar” con la intención de analizar lo que pasa en la argentina, lo que puede llegar a pasar y qué podemos hacer nosotros para que lo malo no ocurra y lo bueno sí. Es claro que ese análisis lo hago observando la realidad tal cual es, sin dejarme engañar por las mentiras de la prensa et alia, la juzgo a partir de los principios del catolicismo, usando en todo momento el sentido común que es una brújula muy útil para guiarse en medio de la confusión.

Mi objetivo es el bienestar general y me mueve el amor a Dios y a la Patria, cuyo bien común es una condición del bien de cada uno.

Sin embargo, no pretendo que todo lo que digo refleje fielmente la realidad ni por entero. Y desde luego, escribir cosas no basta: es necesario actuar y yo solo no puedo hacer nada más que escribir y hablar con los que tengo más cerca.

Luego, es necesario que haya otros que agreguen, corrijan, refuten si es necesario para que yo y todos aprendamos si lo que dicen los otros es verdadero y bueno, en cuyo caso aplaudiré y enmendaré lo que haya dicho mal. Pero si no lo es, y puedo refutarlos, para que todos sepan cual es el error de lo que me corrigen erróneamente.

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Ese intercambio de ideas es pensar en común, para el bien de la Patria lo cual crea una vida social de pensamiento que forzosamente servirá para realizar un acción común que acabe con la “dirigencia” corrupta e inepta que no piensa sino que calcula, miente, repite y engaña para llegar al poder, mantenerlo y robar todo lo que puede.

Por eso, invito a los lectores de “La botella al mar” a que me escriban lo que se les ocurra, para corregir, ampliar, refutar, o ratificar con su propio estilo lo que aparece en este periódico y de esa manera me darán la oportunidad de conocerlos y de publicar sus ideas.

Esto lo digo porque me asombra el silencio de los lectores, que son varios miles (o mejor dicho que serían varios miles si todos los que la reciben la leen). O no piensan en serio sobre el futuro de nuestro país y, en ese caso, no es de extrañar que el país esté bajo la pata del “peronizquierdismo”, que incluye a toda la falsa oposición, o lo que digo es tan irrelevante que no vale la pena tomarse el trabajo de escribir una línea al respecto.

No creo que sea esto último porque lo que digo de varias maneras, pero continuamente, es que estamos bajo una tiranía que nos está llevando al comunismo. Y eso es algo que tiene “grandes consecuencias”. Como no quiero creer que la mayoría de los lectores de “La botella al mar” no piensan nunca en serio, creo que ese silencio se debe a un mal entendido, o sea, que la gente puede ser que crea que no se supone que deba decir o escribir lo que piensa para que haya una sociedad pensante, y por eso no escribe. Bueno, la razón de ser de este artículo es deshacer ese malentendido y decirle, mi querido amigo que sí es necesario o al menos extremadamente útil. Por eso es que yo sigo con este periódico a pesar del silencio general. Me niego a no pensar y a dejar hacer a los canallas que nos tiranizan.