Vie. Abr 19th, 2024

Prensa Republicana

Con las ideas derechas

Una propuesta para el siglo XXI – Por Rogelio Alaniz

Las señales de la tempestad están en el aire. Hasta los voceros más realistas del gobierno admiten que el presente es malo y el futuro amenaza con ser peor. Todos los indicios apuntan en dirección a una crisis con probable estallido social. El gobierno de la Señora no sabe lo que corresponde hacer, pero sí sabe lo que hay que decir para rehuir sus responsabilidades. Al reiterado recurso inicial de ignorar lo que está pasando o de atribuirlo a las perversas maniobras mediáticas de la oposición, ahora le suma consignas que pretenden manipular a la sociedad como si fuera una hinchada de fútbol.

Todo esto no sería tan grave si la patología más seria no anidara en la cabeza del gobierno, es decir, en la Señora, para quien el país está siendo atacado por una conjura de intereses multinacionales que no nos perdona que seamos tan perfectos. A la perfidia de buitres, jueces y directores de empresas, se sumaría el sabotaje de sindicalistas políticos y Magnetto. Efectivamente, estamos a la intemperie.

La Señora supone que esta reacción de sus enconados enemigos es absolutamente previsible, porque encarna los intereses de una derecha reaccionaria. Por su parte, ella está absolutamente convencida -y así lo ha dicho- de que a la izquierda de ella sólo existe la pared, de lo que deduce que a su lado derecho todos los que existen no son más que una gavilla de conservadores, cipayos, reaccionarios y agentes solapados del antipueblo y la antipatria.

Recuerdo que en la crisis de 1890, un dirigente opositor afirmó que el presidente Juárez Celman le había entregado el gobierno a una patota de niños irresponsables. Ciento veinte años después, la imputación muy bien podría extenderse a la Señora: una pandilla de niños incompetentes, soberbios y malcriados está manejando el país con el aval de una presidente alienada.

La Señora, por opción personal, cuenta corriente, estilo de vida y vestuario no es de izquierda, nunca lo fue y nunca lo será. Al respecto no me queda claro si ser de izquierda incluye virtudes propias, como tampoco sé si ser de derecha es por definición ser injusto, egoísta y mala persona. Hace rato que el prejuicio de atribuirle a la izquierda la bondad del mundo y a la derecha la maldad del universo ha perdido vigencia, entre otras cosas porque el destino permitió en los últimos años que la izquierda llegase al poder y, a juzgar por los actos de algunos de sus conspicuos representantes, han estado muy lejos de incorporar al tesoro de la humanidad valores o virtudes que los destaquen.

La Señora no es de izquierda, tampoco es de derecha. Es, sencillamente, peronista. Y lo es en el sentido más pleno, más tormentoso y más deplorable de la palabra. Peronista, como lo fue su marido, como lo fue Menem y lo fue Duhalde, ¿cuesta tanto decir lo obvio? Dicho esto, puede admitirse que hay muchas maneras de ser peronistas. La Señora encarna una versión, no sé si la más oscura, pero sí la más patética. A su alrededor, convoca a la corte de adulones y ventajeros, tan leales al poder como lo fueron con Menem, con quien compartieron partidos de fútbol, bailantas escabrosas y cuentos verdes. A la Señora no le gusta el fútbol, tampoco las sobremesas con amigotes; pero, por lo que hemos podido apreciar, está cómoda, muy cómoda, rodeada de chicos lindos y mujeres feas.

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La Señora, hoy, es el presente, pero mañana será el pasado. Ella se va pero la Argentina queda. Con sus llagas y sus vergüenzas, pero queda. Hoy, importa más saber del destino del país que el de la Señora. Sin el poder, el kirchnerismo se disolverá en el aire, como se disolvió esa otra cara de la moneda que se llamó menemismo.

Las alternativas que se abren hacia el futuro son bastante previsibles: un peronismo reciclado cuyas expresiones más visibles son Scioli y Massa, y una oposición que está aprendiendo a ser republicana y que aún no ha definido sus candidaturas. No nos engañemos: el poskirchnerismo se llama peronismo. En caso de acceder a la presidencia, ninguna de las trapisondas y negociados cometidos serán investigados y mucho menos sancionados. El pacto de complicidad e impunidad no necesita formalizarse porque está en la naturaleza de las cosas, o en la naturaleza del peronismo para ser más preciso. Los mismos hombres que gobernaron a la luz o entre las sombras en los últimos veinticinco años controlarán el poder.

De la oposición republicana, depende poner punto final a casi un cuarto de siglo de gobiernos peronistas. Corresponde a la clase dirigente entender las exigencias de la hora y actuar en consecuencia. La ley prevé un sistema legal para ponerse de acuerdo y definir las candidaturas. Nadie está obligado a sacrificar su individualidad ni sus expectativas de poder. En un acuerdo pluralista y generoso hay lugar para todos, pero para lo que no debería haber lugar es para el narcisismo de las diferencias y la retórica sensiblera y hueca, que en nombre de ideologías desgastadas, persisten inquietantemente en reproducir la deplorable experiencia opositora de 2011.

Yo no sé si un futuro gobierno republicano dispondrá de fuerza para juzgar a los responsables del pasado. Me complacería que lo hiciera, pero lo más importante será decidir lo que se debe hacer hacia el futuro. Los rigores del poder a veces impiden hacer justicia hacia el pasado, pero a lo que nunca se debe renunciar es a hacer justicia hacia el futuro.

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No hay que juzgar al pasado, no es lo más importante, pero sí es decisivo desperonizar al Estado nacional. Un cuarto de siglo en el poder lo ha corrompido, vaciado y a sus instituciones se han transformado en cuevas de intereses facciosos. El hecho de oxigenar al Estado con otra gente ya es un cambio trascendente. Si a eso le sumamos una voluntad política de crear instituciones, una de las agendas principales de un nuevo gobierno se habrá cumplido.

Se trata de desperonizar el Estado, no a la sociedad. Es decir hacer exactamente lo opuesto a lo que hizo la denominada Revolución Libertadora. Un país democrático es aquel que dispone de una oposición fuerte con expectativas reales de llegar al poder. Es hora de que el peronismo aprenda a ser oposición, como es hora de que una coalición republicana aprenda a concluir su mandato. Nunca olvidar al respecto que en un régimen totalitario la oposición es mala palabra, pero en una sociedad democrática la oposición es un servicio público.

Una coalición republicana en el poder no necesita de un programa de izquierda o de derecha, porque su programa de transformaciones es el que está escrito en la Constitución Nacional. Si Alfonsín llegó al gobierno con el Prólogo, la recuperación de la república deberá hacerse con los artículos que la integran. Para cumplir con estas metas no hace falta un gobierno de santos. Alcanza y sobra con políticos razonablemente decentes y con los pies en la tierra, políticos que sepan lo que está pasando en el mundo y que empiecen a tener claro qué lugar nos corresponde como nación en ese mundo que se está transformando.

Gobernarán este país los políticos que sepan resolver el dilema clásico de la política de los últimos años: qué hacer con el capitalismo y qué hacer con las masas. El populismo ya dio su respuesta: economía cerrada, intervencionismo, demagogia y clientelismo. Una coalición republicana deberá dar su propia respuesta. En materia económica, el neoliberalismo y el populismo ya han tenido su oportunidad y los resultados están a la vista; ahora hay que pensar otras alternativas en un país que dispone de todos los recursos para salir del pantano donde fue arrojado.

La demagogia y el clientelismo no son las exclusivas respuestas para estar cerca del pueblo Hay otros caminos, basta mirar a nuestro alrededor para descubrirlos, basta con mirar los fracasos para apartarnos de una buena vez del maleficio que nos lleva a tropezar con la misma piedra. Que renunciemos al regodeo de utopías manipuladoras no significa que renunciemos al derecho a la esperanza.

Fuente: http://www.ellitoral.com/