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Un posible alivio para llegar a las elecciones, pero luego habrá que trabajar en serio. Por Roberto Cachanosky

Desde octubre pasado el BCRA viene cumpliendo con la promesa de no aumentar la base monetaria (circulante total + encajes bancarios). Para el común de la gente sería algo así como emisión cero, sin embargo, la inflación no cede como quisiera el gobierno.

En realidad hay que distinguir entre IPC e inflación. Por una cuestión de simplificación, los economistas solemos usar el IPC como reflejo de la inflación, sin embargo, no es tan así. Técnicamente la inflación se produce cuando se expande moneda más allá de lo que demanda el mercado. Pero para no hacer las cosas más complicadas, aceptemos el IPC como una explicación de la inflación. La realidad es que bajar la inflación lleva más tiempo del que livianamente dijo Macri que llevaba cuando estaba en campaña. Veamos un caso concreto.

A comienzos de 1991, Menem todavía no había logrado encontrar el camino para estabilizar una economía que venía con una inflación anual del 753% en enero de ese año. Ni el plan Bunge & Born, ni Erman González terminaban de encontrarle la vuelta a la economía y en particular a la inflación.

Cavallo asume como ministro de Economía a principios de 1991 y luego de un intento fallido de establecer una convertibilidad móvil, con una banda superior y otra inferior en el tipo de cambio, en marzo de 1991 enfrentó una fuerte corrida cambiaria que lo llevó a anunciar la convertibilidad, regla monetaria que tuvo fuerza de ley a partir de abril de 1991.

Es importante resaltar que la convertibilidad fue solo una regla monetaria por la cual cada peso que circulaba tenía un dólar de respaldo en el BCRA. Insisto en resaltar que fue una regla monetaria porque sus detractores la identifican como una política económica completa.

El gráfico 1 muestra la evolución de la tasa de inflación anual de cada mes, antes de la convertibilidad y luego de la convertibilidad. Como puede verse en el gráfico, si bien la inflación comenzó a bajar rápidamente, recién en agosto de 1993, 2 años y cuatro meses luego de haberla aplicado, la inflación anual se ubicó en un dígito anual. Inclusive fue un dígito anual alto, 9%, para una regla monetaria que tenía un tipo de cambio fijo como rige en un modelo de convertibilidad.

Si en 1991 con una regla monetaria muy potente que la gente comprendía como era el caso de la convertibilidad, y además había un plan económico sólido detrás de la regla monetaria, se tardó algo más de dos años para bajar la inflación a un dígito, es comprensible que con esta regla monetaria del gobierno de no aumentar la base monetaria y sin un plan económico detrás, continúe la huida del peso. Digo esto porque la gente no comprende qué es la base monetaria, por lo tanto no es tan convincente como la convertibilidad a la hora de generar expectativas positivas en el común de la gente acerca del peso. Si a la gente le dicen que hay un dólar respaldando cada peso que hay en circulación, la gente no huye del dinero. Si se le dice que no va a aumentar la base monetaria, el tema se complica porque, salvo los economistas, el común de la gente no tiene porqué saber qué es la base monetaria.

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Para comprender qué es la huida del dinero veamos el cuadro 1. Tomemos el caso 1. Supongamos que el Banco Central emitió $ 10.000 que es todo el dinero que hay en circulación. Supongamos que la gente demanda moneda por las dudas (tiene pesos para gastar la semana que viene o en un tarrito de galletitas por las dudas) por 2.000. El stock de dinero que realmente circula es de 8.000. Si la oferta de bienes es de 800 unidades, el precio promedio máximo que se puede pagar es de 10. No hay posibilidad física de que el promedio aumente.

Ahora bien, si vamos al caso 2 suponemos que, por cualquier razón, las expectativas de la gente son que los precios seguirán subiendo o el contexto político deteriorará más el poder adquisitivo de la moneda, por lo tanto, suponemos que la demanda de moneda baja de 2.000 a 1.000. En ese caso la cantidad de moneda que circula pasa a ser 9.000, es decir, aumenta el total de pesos que se usan para transacciones sin que el Banco Central haya emitido un solo peso. Si la oferta de bienes es de 800, el precio promedio aumenta a 11,3.

Finalmente, supongamos que junto con la caída en la demanda de moneda disminuye la oferta de bienes y el Banco Central sigue sin emitir un peso, como es el caso 3 del cuadro en que la oferta de bienes disminuye a 700. Sin que el Banco Central emita, el precio promedio de los bienes en la economía pasó de 10 a 12,9 en nuestro ejemplo porque se juntaron menor oferta de bienes y menor demanda de moneda. Bien, esto es lo que está ocurriendo en la economía argentina y explica en gran medida las dificultades que tiene el gobierno para bajar la tasa de inflación. Con una regla monetaria que la gente no comprende y sin un plan económico detrás que genere confianza y atraiga inversiones, es muy difícil que la gente no huya del dinero. Encima con nuestra historia de destrucción monetaria generar confianza en el peso es más difícil.

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Tal vez ahora, con el renovado apoyo del FMI al gobierno para controlar el tipo de cambio, disminuya la huida del dinero. Si bien es cierto que esta tasa de interés sigue siendo inconsistente con el sector real de la economía y ya genera más desconfianza que confianza, en el corto plazo, y sin decir que está bien, el gobierno podría llegar a controlar el tembladeral que es el mercado de cambios.

En efecto, el total de depósitos en pesos del sector privado a plazo fijo es de $ 1,155 billones. Si dividimos por $ 51, el techo cambiario, serían el equivalente a U$S 22.650 millones. El tesoro puede vender unos U$S 9.600 millones de aquí a fin de año. El campo puede llegar a liquidar U$S 10.000 millones para cancelar deudas comerciales por la seca del año pasado y recomponer su capital de trabajo para la nueva siembra. Siendo que no hay crédito bancario, no parece disparatado que los productores liquiden esa cifra en los próximos meses. Si le agregamos U$S 5.000 millones que venda el BCRA, aún en el supuesto extremo que no quedara un solo centavo en plazo fijo en los bancos, el mercado de cambios quedaría relativamente equilibrado. Claro que parto del supuesto que no hay más emisión y la demanda de moneda no llega a cero.

Si uno imagina la situación del mercado de cambios como una guerra y de cada lado cada uno tiene 100 balas, cuando se acaban las balas, si no hay más abastecimiento (emisión monetaria) la única manera en que sigan los tiros es que siga cayendo la demanda de moneda. Si el gobierno logra tranquilizar el mercado de cambios y congela las tarifas de los servicios públicos, tiene chances calmar el IPC y la caída en la demanda de moneda.

Aclaro que no digo que esta sea la salida de Argentina ni por asomo, es solo una estimación de corto plazo de cómo puede llegar Cambiemos a las PASO y luego a octubre, porque luego de las elecciones el ajuste del sector público se tendrá que hacer por las buenas o por las malas, o terminamos en una decadencia al estilo Venezuela con Cristina Fernández o con Macri aunque renueve su mandato. Seguir con este cuento del gradualismo para bajar el gasto público y hacer las reformas estructurales no da para más, sean los k o los amarillos.

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