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Un Papa con más prioridad en la Iglesia que en la política – Por Rosendo Fraga

El día de los cuatro Papas que tuvo lugar en el Vaticano el domingo 27 confirma una vez más que Francisco I está actuando con una dimensión histórica. La canonización simultánea de Juan XXIII y Juan Pablo II es un hecho sin precedentes: nunca alcanzaron la santidad dos Papas un mismo día. Pero también tiene un significado, al reunir en esta canonización a dos corrientes de pensamiento dentro de la Iglesia: la progresista, que tiene al primero como referente, y la conservadora, que lo tiene en el segundo. Cabe mencionar que la Iglesia polaca ha sido una de las más críticas respecto al reformismo del actual Pontífice. A ello se suma que por primera vez en la historia un Papa y su antecesor -en este caso Benedicto XVI- asisten juntos a una ceremonia de canonización. En este caso también se da el acercamiento simbólico de dos corrientes de pensamiento y sobre todo de dos visiones globales diferentes respecto al Catolicismo. El Papa alemán siempre tuvo una visión euro-céntrica sobre el futuro de la Iglesia y el argentino, en cambio, la tiene más centrada en la universalidad y el mundo emergente. Cabe señalar que Bergoglio, en términos doctrinales, es más un reformista que un progresista, un matiz que no es menor. Muestra una gran audacia en las reformas dentro de la Iglesia, pero es mucho más moderado en los aspectos ideológicos. La participación de casi un millón de personas de todo el mundo en el encuentro de los “cuatro Papas” ratificó también que Francisco I ha logrado una fuerte movilización de los católicos. Desde que él es Papa hay más gente en las iglesias.

Juan Pablo II fue un Papa esencialmente político, que jugó un rol decisivo en la caída del comunismo. Fue el primer Papa no italiano desde el Renacimiento. Al poco tiempo de asumir, viajó a su país natal y se reunió con un delegado sindical de los astilleros de militancia anti-comunista (Walesa), transformándolo con su apoyo en el líder del cambio en Polonia, que generó en los últimos años de la década del ochenta del siglo XX un “efecto dominó” que derrumbó en forma incruenta los regimenes comunistas europeos, culminando con la disolución de la URSS. En lo político, la acción del papa polaco coincidió con el liderazgo simultáneo de Reagan en EEUU y Thatcher en el Reino Unido. Juan Pablo II influyó en la velocidad de la caída del comunismo y también en su forma incruenta. Sufrió un atentado contra su vida. Pero en lo doctrinario no realizó grandes avances. Por el contrario: reafirmó la doctrina, no innovó en las formas y hoy es criticado por no haber enfrentado en su momento problemas como los abusos de sacerdotes a menores. Pero tuvo una gran popularidad, especialmente entre los jóvenes, y jugó un rol decisivo en cambiar las fronteras del mundo. Respecto a la Argentina, tuvo influencia en el conflicto con Chile por las islas del Beagle a través de la mediación y el laudo del Vaticano en el conflicto limítrofe. En la guerra de Malvinas visitó la Argentina. No pudo impedir la guerra, pero mostró solidaridad con un país católico en momentos de dificultades.

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En cambio, Francisco I es un Papa más centrado en la reforma de la Iglesia y en lo espiritual, que en lo político: su energía está en el cambio interno dentro del Catolicismo. Recibe a todos los líderes políticos y dada su popularidad hoy quieren verlo los no católicos e incluso los no occidentales: buscan una foto con él que les transmita popularidad. Quien parece haberlo comprendido mejor es Obama. Ha dicho que el Papa genera ganas de cambiar las conductas. Frente a la guerra civil de Siria, promueve la oración; en la crisis de Ucrania recibe al primer ministro provisional, pero evita involucrarse; en el conflicto de Venezuela elude la mediación formal del Vaticano, como le fue requerida, y la limita a una presencia testimonial en el diálogo entre el Chavismo y la oposición. Con realismo parece percibir los límites de su acción temporal y busca en consecuencia ampliarlos en el plano espiritual y la pastoral. Designa un Consejo de 8 cardenales para que lo ayuden en el gobierno de la Iglesia, que históricamente ha sido una monarquía absoluta. Más de la mitad de ellos no son europeos. Elige como secretario privado a un sacerdote nacido en Egipto, del rito copto y que habla árabe. Maneja con eficacia la comunicación simbólica y la cuenta de Twitter del Vaticano creció significativamente en seguidores desde que es Papa. Da testimonio, escucha, consuela. No hace política, pero promueve el necesario debate ideológico, cuestionando y criticando el funcionamiento del capitalismo de hoy y provocando un debate que por lo general está ausente. A diferencia del Papa polaco, el argentino no es político: recibe a todos, pero su objetivo central es el necesario cambio de la Iglesia.

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Su relación con la Argentina muestra que no es político, auque siga con atención lo que sucede en su país y recibe a todos los argentinos que lo visitan. En marzo asumió el Papado y en los días siguientes recibió a numerosos dirigentes de la oposición que buscaron una foto con él. Su menaje fue claro: únanse para las elecciones, pero la oposición concurrió más dividida que nunca. Después de las primarias, a todos los dirigentes sindicales que lo visitaron les sugirió unirse después de las elecciones, pero no lo hicieron. En diciembre promovió que todas las fuerzas políticas firmaran un compromiso contra la droga y por orden de la Presidenta no lo firmó nadie del oficialismo. En enero sugirió reconstituir la mesa de diálogo que funcionó entre 2001 y 2002: ni el gobierno ni la oposición escucharon su mensaje. En marzo de este año, al cumplir un año como Papa, recibió a la Presidenta argentina durante más de dos horas. Ella, al volver, decidió ser madrina de la hija de dos lesbianas nacidas por inseminación artificial y, a la semana siguiente, 72 diputados del oficialismo presentaron en el Congreso el proyecto para legalizar el aborto. Quizás por ello el Papa decidió no pasar por Argentina cuando el año pasado estuvo en Brasil y ya ha hecho saber que no lo hará hasta 2016, es decir cuando haya asumido otro gobierno. En Argentina todos quieren la foto con el Papa, pero muy pocos lo escuchan.

En conclusión: El día de los cuatro Papas en el Vaticano ha ratificado la singularidad histórica de Francisco I y su intención de cohesionar a la Iglesia Católica para hacer posible su intención reformista; Juan Pablo II fue un Papa esencialmente político, con gran carisma y que contribuyó a cambiar las fronteras del mundo, pero que no innovó en materia doctrinaria ni en el gobierno de la Iglesia; Francisco I parece lo contrario: pone toda su energía en la faz espiritual y da prioridad al cambio de la Iglesia, por lo general eludiendo las acciones políticas concretas; por último, la Argentina es el caso más elocuente de ello: todos quieren la foto con él pero no lo escuchan, y quizás por ello haya postergado visitar su país hasta 2016.

Fuente: http://www.nuevamayoria.com/