Daría la impresión que el tema del aborto divide las aguas en torno a la elección de los candidatos presidenciales.
Es cierto que en un primer momento se intentó minimizar, incluso ridiculizar la cuestión como una manera de restarle importancia. Planteaban incluso la necesidad de aborto para proteger a los más pobres, como si fuese posible encerrar el aborto dentro del reduccionismo marxista de la lucha de clases.
De un modo u otro salvo honrosas excepciones, los candidatos declararon su adhesión al homicidio del aborto.
Macri, el mismo que impulsó la ley, hace pocos días le dijo a Amalia Granata que estaba a favor de las dos vidas. Cris que se opuso a ley durante el kirchnerato ahora la defiende, parece que gracias al poder de convicción de su hija cubana.
Ni que hablar de la izquierda criolla, coherente en su afán destructivo de más de un siglo nunca dudó en promover y apoyar el aborto. De esta especie, una tal Bregman, hizo del aborto durante años una única propuesta política.
En el mismo sentido Espert, entró en carrera diciendo que: “aprobar la ley es de buena persona”. Ahora amplió ese feliz concepto inicial con este otro, que lo define aún mejor: “el aborto es algo menor”.
Se podría considerar a Espert como la voz de esta democracia relativista hija de la perplejidad que no sabe que es lo justo, y aún menos que cosa es el bien y se funda y sostiene en formulismos. Ahí vemos a Kelsen y Rorty en estado puro, todo aquello que no esté ligado a lo material, al pragmatismo, nada tiene que hacer con la vida política. Por lo mismo solo es verdad la opinión de la mayoria, aunque el siglo pasado demostró dramáticamente adonde fueron a parar las infalibles decisiones de esas mayorías.
Dentro de esa suerte de liberalismo feroz, donde el dinero constituye la medida y el fin de la acción política, la moral no tiene lugar. Son ellos mismos quienes lo anuncian, cuando dicen que el aborto – o sea la vida – es algo menor y que le darían vía libre a la droga con su ilimitada capacidad destructiva del hombre,
La política debe asegurar los medios de modo tal que, si alguno tiene hambre lo primero naturalmente será darle de comer, pero lo más importante – a pesar de Espert – siempre será ayudarlo a vivir bien, acorde a su condición de persona y a su destino trascendente.
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