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Sobre los «naranjitas» o «trapitos» – Por Florencia Mirolo

El pasado 5 de mayo se vio completamente obstruido el paso del centro cordobés, debido al reclamo de “trabajo digno” por parte de los bien conocidos “naranjitas” (llamados “trapitos” en Buenos Aires), dueños de las calles cordobesas.

Estos sujetos ingeniaron el trabajo de cuidar autos estacionados en la vía pública,  cobrando un determinado monto a su más completo antojo, y sin ofrecer ningún seguro a cambio, es decir, sin responder en caso de robos o daños al vehículo.

Si como decía Friedrich Hayek, “la libertad es la independencia frente a la voluntad arbitraria de un tercero”, en el caso que estamos analizando la libertad individual se ve incontrastablemente vulnerada, ya que entre el conductor y el “cuidador” no ha mediado acuerdo de voluntad previa en el que el uso de la fuerza se encuentre proscripto.

La coerción en el negocio en cuestión juega un rol fundamental. Las intimidaciones que sufren los automovilistas que se niegan a abonar, convirtiéndose en virtuales rehenes del “naranjita”, son fiel reflejo de la ausencia de control por parte de la municipalidad.

El conductor por lo general no desea el cuidado de su vehículo, y el “naranjita” impone su “servicio” con arreglo al uso de la violencia simbólica o implícita, a cambio de una remuneración que varía según la zona de la ciudad y la gama del coche. El propietario, a la postre, termina pagando no un servicio de seguridad, sino una suerte de soborno para no ser agredido en su propiedad.

Debemos recordar que la extorsión es un delito tipificado por el Código Penal, en donde se establece que será reprimido con prisión de 5 a 10 años el que con intimidación, obligue a otro a entregar dinero.

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Dicha figura es la que a menudo practican los “naranjitas”, ya que es imposible dejar el coche sin pagar previamente o directamente negarse a hacerlo. No son pocos los osados que, tras su negativa, han visto dañado su vehículo al recogerlo a la vuelta.

En verdad, es una gran odisea estacionar por las noches en Córdoba sin que un “naranjita” o “trapito” de cuenta de ello y se apreste a cobrar el uso de la vía pública.

Podríamos hacer entonces una analogía con alguien que su trabajo consista en cobrar en las plazas a los transeúntes que osen sentarse en bancos de las mismas. Y es que resulta tan ridículo cobrar por el asiento de una plaza pública, que por aparcar en lugares permitidos de la vía pública.

Los naranjitas reclaman trabajo digno, pero los automovilistas reclaman libre circulación y respeto por su libertad, siendo virtuales prisioneros de los cuida coches, sin importar su voluntad ni decisión.

Es evidente la complicidad del Estado sobre el tema en cuestión, ya que el mismo no brinda solución alguna a pesar de ser una temática de público conocimiento. Basta con intentar estacionar por la noche en el micro centro cordobés para dar crédito de ello.

Fuente: http://www.libertadyresponsabilidad.org/