Lamentablemente arranco un nuevo episodio de hecatombe en Argentina, aun peor que el tan sufrido 2001. Esta vez la culpa se la echan al maestro Donald Trump, al contexto internacional, a la sequía, a los “especuladores”, ¿y a quien más falta? ah… a los “liberalotes” que tanto fueron difamados por pusilánimes de la talla de Marcos Peña y Fernando Iglesias durante estos últimos años.
Estos personajes celebres del socialismo amarillo jamás se detuvieron a reconocer que tales liberales fueron los que estuvieron a disposición para asesorarlos desde el día uno, y, peor aun, han salido a difamarlos por el solo hecho de pronosticar lo evidente en todo modelo keynesiano basado en la exacerbación del gasto y de la deuda: EL COLAPSO ECONOMICO, que recién hoy estamos empezando a vislumbrar.
O sea nunca es la culpa de la clase política, nunca tampoco la culpa es de un electorado “bien pensante” conformista que pide morfina, morfina y más morfina. Y, como si fuera poco, del otro lado tenes a la escoria peronista que pide más flan.
Gente, entendamos que Argentina tiene dos enfermedades: el radicalismo (desde Yrigoyen a la fecha) y el peronismo. Estas dos porquerías de proyectos políticos no hicieron nada por el país, mejor dicho lo enterraron en la mediocridad fascista, socialista y populista.
Argentina solo fue un país grande, prospero y honorable cuando los liberales conservadores estaban al mando, llegando a posicionarnos como el séptimo país mas desarrollado del mundo para principios del siglo XX. Hoy en día tales ideales de austeridad, trabajo, responsabilidad y libre comercio son prácticamente mala palabra.
Con lo cual lamento decir que el real problema ya no es político, económico o social sino de índole CULTURAL.
Se necesitaría de un líder político tipo Trump, que tenga decisión y los huevos para decir las cosas como son y de hacer lo que se debe para terminar con toda la farsa del “estado presente”, la “redistribución de la riqueza” y la “justicia social” que tanto nos vendieron durante casi un siglo. Recién ahí, viendo los resultados positivos, los argentinos quizá comenzarían a cambiar esta cultura colectivista.
¿Y cual sería la receta? Algo muy lógico: mano dura, haciendo valer la ley y el orden, una moneda estable y un ejemplar respeto por la propiedad privada, el libre comercio y la libre contratación laboral.
Si no hacemos un giro de 180 grados hacia el sentido común, el destino que nos espera es sin duda MAS MISERIA.
Debemos elegir… SENSATEZ O MÁS JODA?
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