Jue. Mar 28th, 2024

Prensa Republicana

Con las ideas derechas

Salvar a María Eugenia. Por Vicente Massot

Dos meses atrás —día más o día menos— el equipo de campaña de la gobernadora María Eugenia Vidal —con la anuencia de ella, por supuesto— y Marcos Peña, mediando el visto bueno de Mauricio Macri, decidieron que era conveniente darle forma a un decreto del Poder Ejecutivo nacional por el cual la posibilidad de las listas colectoras quedara vedada. Habían llegado a la conclusión de que, si dejaban abierta esa ventana y el kirchnerismo —como era de esperar que lo hiciera— no desaprovechaba la oportunidad, podrían perder la provincia en la primera vuelta electoral de octubre. La decisión tenía su lógica. Ahora, como quien cambia de parecer en menos de lo que canta un gallo, los mismos protagonistas parecen haberse arrepentido del camino recorrido desde abril y pretenden que se deje sin efecto ese decreto.

¿Qué es lo que sucedió en tan breve lapso como para explicar un giro semejante, de carácter copernicano? No hay que hilar muy fino ni esforzarse en el análisis. La respuesta es bien sencilla: más allá del optimismo desparramado en las declaraciones públicas y en los off de record, en Balcarce 50 y en La Plata han tomado debida nota de que, si los comicios fuesen hoy, el principal distrito electoral del país pasaría a ser gobernado a partir de diciembre próximo por Alexis Kiciloff. Las encuestas conocidas —sin excepción a la regla— le otorgan a la fórmula de los Fernández, en la provincia de Buenos Aires, una ventaja de entre siete y diez puntos sobre la que seguramente encabezará el actual presidente. Ello implica que para triunfar Cambiemos debería producirse un corte de boleta en favor de María Eugenia Vidal de igual magnitud. Algo poco probable.

Da la impresión de que en el macrismo existe una tendencia al atolondramiento bien definida. Nadie ha sido capaz de explicar con fundamentos sólidos la razón merced a la cual, cuando todavía estaba al alcance de la mano, en la Casa Rosada se negaron en redondo a desdoblar la elección bonaerense de la nacional. De haberlo hecho, la viuda de Néstor Kirchner no hubiese traccionado votos, los intendentes habrían tenido que pensar dos veces si atarse al carro de Unidad Ciudadana y la gobernadora no hubiera estado obligada a lidiar con el lastre de compartir la boleta partidaria junto a Macri. Era de libro que resultaba la mejor jugada. Pero no; Peña y Duran Barba opinaron lo contrario y María Eugenia Vidal agachó la cabeza y aceptó —sin decir esta boca es mía— el razonamiento de los dos hombres a los cuales más escucha el jefe de estado.

Cambiemos no se halla en un callejón sin salida aunque se encuentra en una situación riesgosa por donde se la mire. Repiten sus principales figuras que en un ballotage ganarán seguro sin reparar en el hecho de que, para llegar a la final del campeonato, previamente deben salvar unas vallas nada fáciles. En el gobierno se entusiasman con que la inflación bajará de aquí en adelante y que la paz cambiaria llegó para quedarse. La foto de esta semana indicaría que no se equivocan. Pero lo importante es la película y no la foto. De momento, felicitarse por que el dólar permanezca quieto y el índice de precios minoristas sea menor al de los meses inmediato anteriores es algo así como disputar la Copa Libertadores y haberle ganado, en la ronda inicial, a Deportivo Cambaceres, Villa Dalmine y Los Andes. Los partidos definitorios se disputarán más adelante, en agosto, octubre y noviembre.

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Las PASO —a diferencia de otros años— no harán sólo las veces de una encuesta infalible. Tendrán además un efecto mostrativo acerca de la fortaleza electoral de las distintas banderías en pugna; y, en caso de imponerse el kirchnerismo, obrarán un efecto mayúsculo en el mercado de cambios. Imaginar que nada pasaría en la relación peso–dólar en el supuesto de que los Fernández le saquen una ventaja apreciable a Cambiemos sería una muestra de candidez infantil.

Si se pasa revista a los partidos que se presentarán en agosto, es fácil darse por enterado de que tanto el de Espert, como el de Gómez Centurión y la Alternativa Federal le quitarán votos al macrismo y no al universo K. Se podrá argumentar con algo de razón que no serán muchos y que, en la segunda vuelta, en su mayoría se inclinarán seguramente por el oficialismo. Lo que no quita que —al no haber polarización— en la pulseada inicial de las PASO las chances que tiene el kirchnerismo de salir airoso son altas. ¿Cómo reaccionarán entonces los mercados? ¿Se quedarán cruzados de brazos y avalarán sin más aquel cálculo gubernamental (‘En el ballotage, ganamos’)? Hay motivos serios para pensar lo contrario.

Pasadas las internas abiertas, asomará en el horizonte la primera vuelta con la misma cantidad de participantes, o casi, que en agosto. Los sufragios de José Luis Espert y de Juan José Gómez Centurión —si hubiesen pasado el umbral de 1,5 % que habilita para ser de la partida— los perderá de nuevo el macrismo; y ni que hablar del caudal del peronismo cordobés que se alinea detrás de Juan Schiaretti. Cuanto mejor resulte la performance de estos tres contendientes, peores serán las perspectivas del oficialismo. Porque bien podría ocurrir que en octubre Unidad Ciudadana se impusiese a simple pluralidad de sufragios y que Cambiemos perdiese la provincia de Buenos Aires. En tal caso, su suerte estaría prácticamente echada. Es que, al margen de las especulaciones a las cuales daría lugar tamaño resultado, la corrida contra el peso sería un hecho. Con el estado bonaerense en manos de Axel Kiciloff, la gobernabilidad futura, aun en el caso de que Macri lograse imponerse en noviembre, quedaría al borde del abismo.

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¿Meras conjeturas? —Sin duda, pero con base en la realidad. Los escenarios arriba planteados están lejos de ser caprichosos. Por de pronto han dejado de resultar posibles para transformarse en probables. No hay un solo relevamiento de opinión que no atribuya una ventaja considerable a los Fernández, a expensas de Macri, en el distrito bonaerense. Las encuestas podrían estar en su totalidad equivocadas o haber sido amañadas a designio por el kirchnerismo. Supongamos que ello fuese cierto. Pero entonces, ¿cuáles son los motivos que mueven al oficialismo a borrar con el codo lo que escribió antes con la mano en punto a las colectoras? Es evidente que la preocupación existe y tiene un fundamento serio y real. De lo contrario, no habría actuado en la forma en que lo hizo.

¿Qué hacer, pues? La decisión de la Casa Rosada ya ha sido tomada y para quien deseara escucharla la dejó en claro el mismísimo jefe de gabinete, Marcos Peña. El lunes adelantó que no le parece un “atajo” ni una “trampa” que aquellos partidos que quieran llevar en sus boletas el nombre de María Eugenia Vidal, lo hagan. En resumidas cuentas, en Balcarce 50 cundió el pánico y lo que antes era un pecado de lesa majestad ha pasado a ser la consigna de la hora. La gobernadora, Horacio Rodríguez Larreta y cualquier otro con buena llegada a Sergio Massa están empeñados en una negociación contra reloj para convencerlo de que abandone sus zigzagueos con el kirchnerismo y que acepte la estrategia llamada Y; o sea, que tanto Macri como él compartan el nombre de la gobernadora Vidal en sus respectivas listas.

Los tiempos en que mencionarlo al ex–intendente de Tigre sonaba a provocación y su nombre era sinónimo de doblez, han quedado archivados. Massa se ha convertido, de la noche a la mañana, en la figurita difícil y es consciente de ello. En los días que faltan,
venderá al mejor postor su adhesión. Es lo que harían en su lugar Macri o Cristina Fernández. El realismo más acusado ha copado el escenario político. No hay ideologías ni valores estrictos. Hay intereses