¿Y ahora qué? Es la pregunta que muchos patriotas se formulan tras la “derrota” de Trump en las elecciones del pasado mes de noviembre. Algunos ya dijimos que en aquellas elecciones los europeos (y, obviamente, los norteamericanos) nos jugábamos mucho[1]. Dos tipos de moral ideológica estaban en disputa: la globalista identitaria, representada por Biden; y la humanista nacional de Trump. La toma de posesión de Joe Biden podría presagiar que el globalismo identitario terminará por adueñarse del mundo. Puede que así sea. A su favor juega la plutocracia internacional que maneja el dinero. Máxime si tenemos en cuenta que éste se ha convertido en un producto imaginario controlado por los llamados “bancos centrales” y por organismos financieros internacionales que, a su vez, están sometidos a poderes opacos[2].

El columnista de El Mundo Javier Redondo sostiene que el Partido Republicano se encuentra en estado de ruina “por culpa” de Trump[3]. En su centrismo académico, admite que desde que llegó Trump, dando un giro sobre las posiciones del Tea Party, el derechismo norteamericano se ha transformado radicalmente, en el sentido de que sus principios han cambiado. Aunque nos haya salido rana, la forma en que Boris Johnson llevó a cabo la última campaña electoral de los Tories —que le permitió captar un número importante de votantes entre las clases trabajadoras del Reino Unido— es otra muestra de ello[4]. El conservadurismo actual no se parece al que estábamos acostumbrados. Desde que se superó la lucha de clases y se sustituyó por la confrontación identitaria, la distinción entre Izquierda y Derecha tiene nuevos contenidos. Lejos, muy lejos, queda aquel ensayo de Norberto Bobbio, titulado Derecha e Izquierda (prologado en España por Joaquín Estefanía), exprimido hasta la saciedad por politólogos y comunicadores para clasificar los diversos partidos[5]. A su división debemos que cualquier periodista se pueda permitir el lujo de decir, por ejemplo, que Ciudadanos es un partido de centro mientras que Vox es de ultraderecha, y quedarse tan fresco, sin ni siquiera pararse a leer sus programas.

El último bastión que les resta a los pueblos europeos para defenderse del globalismo es la nación.

En efecto, actualmente la distinción entre Derecha e Izquierda es inservible porque los contenidos de una y otra se han vuelto confusos para mucha gente. Si “ser de derechas” significa defender los principios de la clase dominante, bien podríamos decir que el PSOE es un partido “de derechas” y que Podemos es de “extrema Derecha”; pues Pablo Iglesias es precisamente el Vicepresidente del Gobierno que porta la cartera de la Agenda 2030 que servirá para terminar de construir la sociedad mundial que pretenden los oligarcas monopolísticos globales. Y si esto es así, ¿en qué posición quedan Ciudadanos, el PP y Vox? Podríamos decir que Ciudadanos también parece un partido muy “de derechas”; pues, como Podemos y el PSOE, es firme defensor de la agenda globalista. El PP sería el único partido, en mi opinión, que podría seguir ocupando la posición que más le gusta desde que fue refundado por Aznar: el centroderecha; pues, aunque no se opone a la globalización, habla y actúa, como siempre, con la boca pequeña, lo cual le da una apariencia de moderación y de centrismo con la que piensa que algún día volverá a obtener rédito electoral, como si siguiéramos viviendo en la década de los noventa del siglo pasado.

Vistas de este modo las cosas, el partido “de izquierdas” que nos quedaría en España sería Vox, por ser el único que firmemente se opone a los designios de la agenda globalista y al triunfo de los oligarcas sobre las personas. El último bastión que les resta a los pueblos europeos para defenderse de los envites del globalismo es la nación. Nación significa mucho más que meros sentimientos. Nación es Derecho. Desde 1789, el Derecho moderno ha sido el límite que han puesto los débiles frente a los poderosos. Pero no puede haber Derecho sin nación ni territorio donde se aplique. Obviamente, tampoco puede haber soberanía nacional sin nación. Por tanto, a lo que conducen realmente todos los empeños globalizadores es a privar de derechos y de libertades a los pueblos. Esto es algo que la gente no consentirá, llegado un determinado momento.

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Hace algún tiempo, una de las mujeres más preclaras que he conocido, Aída Kemelmajer de Carlucci (catedrática y magistrada del Tribunal Supremo argentino), me dijo una verdad como un templo: “debes desengañarte, Juanma, las cosas no cambian hasta que han tocado fondo”; y ahora, quince años después, estamos empezando a ver ese fondo. Por tanto, las cosas dentro de poco cambiarán.

 Estoy de acuerdo con el historiador italiano Marco Gervasoni cuando dice que

Ahora todo es posible y las viejas reglas han saltado por los aires

“los conservadores debemos prepararnos para razonar sabiendo que ahora todo es posible y que las viejas reglas han saltado por los aires”[6]. La “nueva Izquierda” es la Derecha. Esto va a exigir que el único partido que defiende realmente los intereses de las personas, el único partido que se ha definido a sí mismo como de derechas (Vox) y que ahora es capaz de defender al pueblo frente al globalismo siga adaptando su discurso a la nueva situación. Steve Bannon lo dice en el documental titulado American Dharma, dirigido por Errol Morris, cuando vaticina que una gran revolución se aproxima inexorablemente.

Los términos de la nueva confrontación política ya no van a ser los correspondientes a la obsoleta división entre Izquierda y Derecha, sino entre globalismo y civilización. Siendo esta última algo que no se sostiene sin la existencia de cada una de las naciones. El universalismo globalizador (valga la redundancia), a base de homogeneización, destruye las civilizaciones.

En cada nación emergerá, por encima del resto, un partido de las personas. El verdadero partido de la gente. Y ¿quién es “la gente”? Todos aquellos que nos sentimos ciudadanos, que pensamos que nadie debería pisotear nuestros derechos y que creemos que es mejor que siga habiendo Estados-nación para continuar siendo ciudadanos. ¿Alguien se imagina lo que sería el mundo si dejara de haber tribunales nacionales, legisladores nacionales, administraciones nacionales y solo hubiera un gobierno global que en su omnipotencia encarnara todos los poderes? ¿Se imagina alguien la posibilidad de tener que pedir su pensión de jubilación, la cobertura sanitaria o la educación de sus hijos a la ONU? Pues a algo parecido conducirá la globalización si se la deja seguir creciendo a sus anchas, aplicando primero la Agenda 2030, luego la 2040, y así sucesivamente, hasta que haya un gobierno global (si no formalmente, al menos de facto).

La situación emergente obliga a la Derecha a la mayor adaptación que haya tenido que hacer desde que fue inventado su concepto. Es decir, desde la Revolución francesa. Para empezar, es posible que tenga que prescindir de su propia denominación, aunque se mantengan los fundamentos y los principios del conservadurismo, que son los únicos capaces de hacer crecer y de conservar el capital social de las naciones, y con él, el régimen de derechos y libertades, así como de prestaciones, que actualmente conforman el “Estado de Derecho”, e incluso el llamado “Estado del bienestar”. Fíjese el lector que sin la palabra Estado, relacionada indisolublemente con la nación, ni habría Derecho ni bienestar. Los partidos patrióticos nacionales van a tener que realizar una revolución semántica —y sobre todo terminológica— que permita albergar en su seno a todo ciudadano que considere que sus derechos y libertades personales (y sociales) puedan verse en peligro, empezando por el de acceder a un puesto de trabajo remunerado de manera digna.

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Allá por el año 2009, durante la celebración de un coloquio organizado por la Fundación Ramón Areces en el que fuimo invitados a debatir Carlos Malo de Molina y yo mismo, junto con otros ponentes internacionales, le pregunté a este conocido sociólogo español, fundador de Sigma Dos, cuándo creía que acabaría la crisis. Su respuesta fue clara y contundente: “el día que los salarios de un chino y un español sean equivalentes”. En esto consiste la globalización. La deslocalización y la inmigración ilegal son dos ingredientes que sirven para acelerar este proceso. Por eso, pienso que Bannon tiene razón y que se nos aproxima una auténtica revolución, ante la cual conviene estar preparados.

¿Y sobre qué elementos deberá construir el patriotismo su nuevo discurso? Pues sobre los propios del conservadurismo, por ser los únicos capaces de mantener —como dije— el capital social de las naciones; pero haciendo hincapié en la razón y el humanismo. Como señala Ayn Rand, “la razón hace comunes a todos los hombres”. Aprovechémonos de ello y alejémonos de cualquier discurso o actuación demasiado tintada de ideología. Que la Izquierda se quede con el misticismo[7]. Hay que huir de cualquier forma de clericalismo y centrarse en la persona. El hombre sigue siendo portador de valores eternos. La razón y el humanismo, apoyados en la nación —único referente capaz de mantener el sistema de derechos civiles y sociales alcanzados en Occidente durante el último siglo—, serán los instrumentos discursivos de la Segunda Revolución Conservadora. Los nuevos términos de comparación ya no son Izquierda y Derecha, sino globalización y humanismo nacional.

https://elmanifiesto.com/

Juanma Badenas es catedrático de Derecho civil, ensayista y miembro de la Real Academia de Ciencias de Ultramar de Bélgica (su último libro es La Derecha, editorial Almuzara, 2020).

[1] Vid. “Biden contra Trump”, A fondo, El Mundo, 29 de septiembre de 2020, p. 20 (www.juanmabadenas.es).

[2] Vid. mi artículo, en este mismo periódico, titulado “Sin propiedad”del día 29 de diciembre de 2020 (www.juanmabadenas.es).

[3] Vid. “Sobre las ruinas del Partido Republicano”, A fondo, El Mundo, 20 de enero de 2021, p. 18.

[4] Vid. mi artículo titulado “¿Por qué ha ocurrido el Brexit?”, publicado en El Mundo el día 5 de febrero de 2020 (www.juanmabadenas.es).

[5] Desde la extrema Izquierda hasta la extrema Derecha, pasando por la Izquierda (moderada), el Centro y la Derecha (moderada).

[6] Vid. su artículo titulado “Los conservadores europeos después de Trump”, publicado por Disenso el 18 de enero de 2021.

[7] Vid. La Izquierda mística, El Mundo, viernes 18 de diciembre de 2020 (www.juanmabadenas.es).