Mar. Mar 19th, 2024

Prensa Republicana

Con las ideas derechas

Redes sociales, bastión de la izquierda. Por MARÍA ZALDÍVAR

Tan mal hemos comunicado las ideas de la libertad que hasta los que quieren defenderlas, muchas veces equivocan los argumentos. Es tiempo de hacer un mea culpa y plantearse por qué avanza el socialismo siendo una ideología que solo trae consigo pobreza y recorte de las garantías individuales. Hay un liberal intuitivo en la calle que tiene simpatía por el liberalismo pero que necesita información y quienes nos sentimos involucrados en la batalla cultural no hemos encontrado la manera de difundir nuestras propuestas adecuadamente, sobre todo en las últimas décadas.

Ese, precisamente, es un plano en el que el socialismo se luce. El socialismo adoctrina y tan buen trabajo viene realizando desde que fallaron sus planes terroristas de implantar sus ideas por la fuerza a sangre y fuego, que tiene infiltrada la educación formal y los medios de comunicación. El resultado es un coro de gente que respira socialismo, responde con socialismo, reclama socialismo, simpatiza con el socialismo pero, en muchos casos, hasta sin darse cuenta.

Las redes sociales se convirtieron en el fenómeno comunicacional del siglo XXI. El público anónimo se volcó masivamente a participar e intercambiar ideas con amigos y desconocidos, y la política adquirió especial relevancia en esa ventana que se abrió gracias al capitalismo, porque la invención de esos espacios no provino de ningún “paraíso” comunista. De repente el ciudadano de a pie encontró un lugar de convergencia con los dirigentes. Se horizontalizó la participación y el hombre común tomó contacto con personajes públicos y gobernantes, dialogó con ellos, leyó sus propuestas , supo de sus inconductas, obtuvo información y se enteró de muchos datos que los medios de comunicación formales no le proveían.

Esto significó una verdadera revolución y, por un rato, distrajo a la sociedad de su reclamo de representatividad. Pero, mientras el socialismo crea figuras y fortalece los resortes estatales que afirman su discurso, las ideas de la libertad no encuentran el cauce de la difusión masiva. Las ONG liberales, en Argentina al menos y salvando alguna excepción, son clubes de amigos cerrados donde dan vuelta siempre los mismos nombres y cuyas acciones no consiguen trascender más allá de sus propios y reducidos mailings.

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Desde que el presidente Donald Trump fue víctima de esas redes sociales tras el cierre intempestivo y sincronizado de sus cuentas, hay un sonoro debate al respecto y muchos bienintencionados denuncian “censura” ante la clausura de cuentas que difunden determinados contenidos. Es preciso entender que esos espacios son propiedad privada. Son la idea y la inversión de alguien y ese alguien tiene derechos sobre su propiedad. El socialismo que corre por las venas de gran parte de la población mundial a veces no reconoce ese derecho y reclama con indignación cuando se lo ejerce.

Cuando Instagram, Facebook o Twitter cierran cuentas, para un liberal no es censura, es ejercicio del derecho de propiedad. Después, se pueden buscar las explicaciones o excusas que uno quiera, pero el dueño de algo que, por exitoso es casi un monopolio natural, debe poder elegir a sus clientes. Es lo que en el plano comercial se llama “derecho de admisión”. Porque las redes mencionadas y cualquier otra no son servicios públicos sino una oferta privada a la que cada usuario se suma voluntariamente asumiendo como válidas las reglas internas.

En Argentina ocurrió que alguna emisora de radio privada desvinculó a periodistas críticos del gobierno kirchnerista; muchos gritaron “Censura! Censura!” y para ser consecuentes con los principios que defendemos, es correcto afirmar que no fue censura. Fue un privado decidiendo sobre los contenidos de su producto. Que hubiese un trasfondo político-ideológico en la decisión, es muy probable; que sea reprochable la intolerancia a la diversidad de ideas, también. Pero que haya delito, infracción o siquiera un exceso, no.

Así vivimos los liberales la libertad. Así debemos vivirla para no parecernos a lo que rechazamos. Por estos días la popular red social Instagram cerró la cuenta de un escritor argentino de derechas y pro-vida. Fue auspiciosa la airada e inmediata reacción de sus millones de seguidores. Sin embargo, no estamos adoptando una actitud consecuente con lo que predicamos. La victimización no es el camino. El liberalismo exige una conducta moralmente sana de la que la izquierda carece. Por eso también nuestras batallas son más duras pero esquivarlas no es la solución. Ni rendirse, ni ceder como hace el buenismo light.

Quienes detestamos la arbitrariedad de la izquierda, sus malos modos, sus empujones amenazantes, su falta de escrúpulos, su desprecio por la diversidad de opiniones, tenemos la responsabilidad de hacer algo más que señalarlos. Tenemos que crear espacios para difundir nuestro mensaje para no depender de la parcialidad de terceros. Tenemos que impulsar y promover voceros de la libertad. Tenemos que ser pro-activos y, además de exponer los defectos ajenos, tenemos que trabajar sin descanso para multiplicar nuestras vías de difusión. Sin duda que las redes sociales más populares tienen definida una posición filosófica que simpatiza abiertamente con la izquierda, sus principales figuras, el aborto, los lobbies LGTBI y todo lo que ellos han instalado como políticamente correcto. Razón de más para incentivarnos a la acción.

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