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Por qué no existe paz

El columnista católico brasileño Gregorio Vivanco Lopes acaba de publicar en varios medios de su país un conciso, sustancioso y actualizado artículo sobre ese candente tema, que ofrecemos a nuestros lectores seguido de un breve comentario.

“Nunca se habló tanto de paz como en nuestra época. ¡Sin embargo, nunca hubo tanta violencia!

“Las confrontaciones entre Israel y Hamas amenazan transformarse en una nueva guerra general. Lo mismo dígase de las incursiones rusas en Ucrania para desestabilizarla. Está también la amenazante proclamación de un Califato en Irak y Siria por fanáticos musulmanes anticatólicos, primos de los que entran a torrentes en los países europeos como inmigrantes.

“En Nigeria, la persecución mortífera a los cristianos tiene el carácter de genocidio. En Afganistán, los talibanes imponen por la fuerza de las armas su Corán a una población aterrorizada. En la vecina Colombia, los guerrilleros de las FARC, en su diálogo con un gobierno concesivo y débil, exigen que sus condiciones sean aceptadas. En Bolivia, indígenas protagonizan verdaderas batallas campales. En Venezuela, el régimen bolivariano se va radicalizando. En Rusia, se pregunta qué hará Putin, el autócrata enigmático, con las armas atómicas almacenadas en aquel país.

“En Brasil, con la complacencia de las autoridades, los llamados «Sin Techo» crean un clima de inseguridad y agitación urbana constantes, sumados a los otros «movimientos sociales».

“También en Brasil —y en diversas partes del mundo— la criminalidad aumenta de manera aterradora. La población tiene miedo hasta de salir a las calles.

“Pero la ausencia de paz también se nota de modo alarmante en la esfera privada.

“Se están volviendo frecuentes las noticias de hijos que matan a sus padres por motivos triviales. Por todo el mundo, madres matan a los propios hijos antes de que nazcan, por medio del aborto, cada vez más impune. Están siendo usadas «máquinas de la muerte» en algunos países para practicar la eutanasia. Son accionadas por computadora por la propia víctima, quien se aplica a sí misma una inyección letal.

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“Para contener la violencia, de nada sirve limitarse a hablar de paz, decir que ésta es necesaria, etc. En ese sentido —como en muchos otros— la acción de las organizaciones de derechos humanos, de la ONU, de las ONGs, y cuantas más se quiera, se ha revelado totalmente ineficaz.

“Por otro lado, ¿cómo esperar que la violencia disminuya, con la televisión [y otras tecnologías de comunicación] arrojando diariamente su dosis envenenada de violencia e inmoralidad dentro de los hogares?

“Se impone una restauración moral de la sociedad. Sin la práctica de los Mandamientos de la Ley de Dios, no hay forma de violencia que no explote. Pero para eso sería necesario un empeño serio y decidido del Clero, desde los simples sacerdotes hasta los más altos escalones de la Jerarquía eclesiástica, en la predicación de la doctrina católica tradicional. No obstante, eso parece ser propiamente lo que más falta…

“De ahí que se pueda aplicar a nuestros días la lamentación del Profeta Jeremias sobre aquellos líderes que «no hacen otra cosa que engañar. Ellos curan a la ligera las heridas de mi pueblo, diciendo: ’¡Paz, paz!’, pero no hay paz» (Jer. 6, 13-14)” [1].

Las perspectivas de Fátima se vuelven realidad

Ante un diagnóstico tan sucinto y preciso de porqué no hay paz, alguien podrá preguntarnos: ¿qué es entonces la paz?

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San Agustín definió la paz como «la concordia en el orden». La consagración de San Agustín, pintura al temple por Jaume Huguet (s. XV).

Como explica San Agustín, la paz entre los hombres es “laconcordia en el orden” [2]. El orden, a su vez, es “la recta disposición de todas las cosas según su fin”. Y ese fin, para los hombres que viven en sociedad, es la vida virtuosa en común, enseña Santo Tomás [3].

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De ahí que, como bien señala el autor del artículo, sin una previarestauración moral —o sea, una situación en que la virtud predomine— no puede haber ni orden, ni concordia, ni paz.

Por eso en 1917, cuando Europa estaba siendo devastada por la terrible I Guerra Mundial, la Santísima Virgen se apareció en Fátima y puso comocondición para la paz mundial que los hombres abandonen el pecado, enmienden su vida, y se vuelvan hacia Dios por la oración. De lo contrario, advirtió, Rusia —o sea el comunismo— sembraría “sus errores por el mundo”, lo cual acarrearía nuevas guerras, persecuciones a la Iglesia, y el aniquilamiento de varias naciones. Sólo después se restablecería la paz: será el triunfo del Inmaculado Corazón de María, o sea, una nueva y esplendorosa era de fe y de espíritu católico irradiando al mundo entero.

* * *
En forma creciente y cada vez más nítida, los pueblos sienten hoy que hemos llegado a un apogeo de mal, y que las perspectivas enunciadas haca casi 100 años en Fátima, que nos parecían apuntar para un futuro bastante remoto, se vuelven ahora realidad: un gran castigo se aproxima.

Por eso les suenan en falso tantos llamados huecos a una “paz” sin ninguna base verdadera, porque no es la paz de Cristo; son llamados que no resuelven nada, y que más bien nos conducen a la situación que preveía San Pablo: “Cuando estén hablando de paz y seguridad, la destrucción les sobrevendrá repentinamente” (I Tes. 5, 2).

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[2] San Agustín, De Civitate Dei, XIX

[3] Cfr. Santo Tomás de Aquino, De regimine Principum, I, 4-15.

Fuente: http://www.tradicionyaccion.org.pe/