Vie. Abr 19th, 2024

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¿Por qué el liberalismo no logra ser una opción electoral? Por María Zaldívar

Mientras el peronismo se enfrenta, se pelea, se divide y se vuelve a unir y Juntos por el Cambio transita caminos similares, con más desacuerdos que entendimientos y una fractura casi inevitable en el horizonte cercano, el liberalismo no consigue articular una opción electoral.

En la coyuntura política y en el ánimo ciudadano las condiciones están dadas: oficialismo y oposición resultan escasamente atractivos a millones de individuos. La disconformidad crece; los problemas se arrastran sin resolverse administración tras administración, las caras de la burocracia se repiten en una suerte de impúdica calesita, las mudanzas de políticos siguen produciéndose sin vergüenza, la institucionalidad es un recuerdo, todo cruje en la Argentina mientras la calidad de vida de los agobiados habitantes se deteriora por minuto. Sin embargo, los liberales no aciertan con una propuesta atractiva. Las fundaciones que los reúnen se multiplican; los seminarios, convenciones y conferencias que organizan se superponen igual que los oradores y hasta van emergiendo de sus filas voluntades que se anotan en la carrera electoral. Pero el mensaje no termina de hacer pie en la población. Es hora de preguntarse y, sobre todo, de responderse por qué.

La última apoteosis electoral del liberalismo fue en 1989, cuando llegó a conformar un bloque de 15 diputados nacionales con la Alianza de Centro, impulsada por la UCeDé como partido insignia y promotor de la unidad. El multitudinario acto que llenó de liberales de cancha de River Plate un lluvioso día de 1985 anticipó aquel batacazo.

Hoy, dentro de esa oferta liberal conviven expresiones filosóficas contrapuestas con diferencias irreconciliables. Tal es la diáspora de valores comunes que padece, que hay entre sus filas quienes negando al ser humano el derecho a la vida pretenden llamarse liberales y representar al liberalismo. Lejos están del “Gobernar es poblar” de Alberdi (a quien dicen admirar) y de sendos proyectos de supresión de todas las excepciones de despenalización del aborto de Álvaro y María Julia Alsogaray. Estos nuevos liberales militan el aborto y llegan a la incoherencia de sostener, como pretendidos dirigentes, legislar para la población algo que, reconocen, no aceptan para su vida personal. Resulta difícil de explicar que un conductor esté dispuesto a legar a las generaciones futuras una opción de comportamiento inadmisible para sí o para los suyos. Se transforman en jueces, deciden desproteger al ser más débil del género humano. Liberales originales: defienden con ferocidad la moneda, pero no la vida.

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Son los mismos que en los numerosos encuentros académicos que organizan y a los que se invitan unos a otros, despotrican con igual fervor contra el chavismo y contra lo que dieron en llamar el “populismo de derecha” de Donald Trump. Estos liberales parecen desconocer la agenda globalista de la izquierda que se expande sin descanso por el planeta, contra la que el Presidente Trump fue el más claro enemigo; ellos lo repudian igual por un supuesto proteccionismo económico que se explica en las distorsiones comerciales que los Estados Unidos acumularon durante décadas a favor de esos países que alientan la transformación de los valores de Occidente; esos liberales celebran la apertura económica china pero no los altera que el comunismo siga aferrado a sus entrañas políticas; no ven que la libertad económica no compensa el resto de las esclavitudes que padece el pueblo chino. Esos liberales hacen agua en el plano de las ideas.

Unos liberales quieren cerrar el Banco Central, otros dicen que no es una medida posible ni prudente; unos, casi demagógicamente, reclaman que los jueces paguen impuesto a las ganancias y otros exigen que el resto de los ciudadanos deje de pagarlo.

Y solo unos pocos siguen reclamando por la ética del liberalismo, hoy empañada de economicismo; unos pocos siguen luchando por recuperar las instituciones republicanas, que son las que sostienen el andamiaje social, incluida la economía y no al revés; los menos se han cargado al hombro la defensa de la vida, la libertad y la propiedad como el mandato genético de la gesta liberal.

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