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Prensa Republicana

Con las ideas derechas

Pacíficos y militantes. Por Carlos Ialorenzi

Podríamos afirmar que en esta época varias de las personas que se autoasumen como conservadoras, nacionalistas, liberales -o que simplemente se definen de centroderecha o derecha- son ciudadanos que defienden la vida, la familia, la libertad, quieren a la patria, resguardan la propiedad privada y pretenden que el Estado les brinde seguridad física y jurídica. Piensan que la plata se gana trabajando y que estudiando se va a progresar en la vida.

Por lo general, los adherentes a estos valores son personas que disfrutan de vivir en familia y aprecian estudiar y trabajar. Se han formado en el respeto a las ideas de los demás y relegan la discusión política para compartirla en casa o con los amigos. Pueden realizar tareas de caridad, pero no suelen ser militantes de causas sociales, en el sentido de salir a las calles a manifestarse, y menos, a ejercer actos violentos o dañar el espacio público. Han sido formados con la idea que los conflictos se resuelven pacíficamente y que el otro puede ser un adversario pero no un enemigo. El tiempo lo tienen invertido en trabajar, estudiar o en compartir con la familia o con amigos, pero no en la actividad política.

Como toda generalización no es exacta, pero me parece que sin ahondar en conceptos profundos esto sería una descripción bastante aproximada de lo que queremos decir cuando nos referimos a esta forma de entender la vida en sociedad.

Ahora bien, parece que este segmento importante de la población, no tiene en la actualidad una representación política de peso en algún poder del Estado, como si sucede en otros países.

EL BANDERAZO

El lunes pasado, en el día del Padre de la Patria, el pueblo volvió voluntaria y masivamente a las calles en más de 150 ciudades de todo el país. Sin estandartes partidarios. Portando nuestra enseña patria y pancartas caseras se expresó la oposición a la reforma judicial, a la interminable cuarentena, a las sospechas del manejo globalista que este tema encierra y el hartazgo a políticas sectarias e ideologizadas.

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Sabemos que cuando la gente sale voluntariamente a la calle, sin ser llevada a cambio de algo o por una sola agrupación política, el gobierno de turno aunque no lo reconozca, sabe que si no cambia, el malestar va a seguir creciendo.

Quizás esto no hubiera posible sin el entrenamiento previo de hace dos años que hizo que buena parte de esa ciudadanía empezara a expresarse masivamente en las calles de todo el país y en las redes sociales. El tratamiento de un proyecto de ley de aborto habilitado por el Poder Ejecutivo, marcó el límite de la tolerancia. Someter a debate el derecho a la vida, fue la gota que colmó el vaso de tantas otras cosas que se venían soportando desde hacía décadas: inflación, desempleo, corrupción, utilización política de los DD.HH e infiltración marxista en la educación y la cultura.

LA TIBIEZA COMO PARADIGMA

Esa penetración caló tan hondo, que muchos consideran que no es estratégico para ganar las elecciones decir las cosas como son, como si lo hace VOX en España.

Pareciera que en 2019 muchos se dejaron llevar por las primeras encuestas que marcan la cancha, el miedo a los totalitarismos o el apego a los discursos edulcorados o nada jugados. Es así que la mayoría de este segmento importante de la sociedad, se inclinó por los que se dicen de centro, que nunca se sabe qué son, pero suena moderado.

¿Qué está faltando para ser competitivos y llegar al poder? Creo que hay que animarse a seguir siendo políticamente incorrectos en todos los ámbitos. Tener agenda propia y no solamente tratar de ir frenando o resistiendo al desastre que hacen otros.

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Siempre el cambio es posible, aunque sea complejo el camino. Algunos quizás no lo verán, porque esta realidad caótica nubla la vista y las mentes.

La mala política, sabe que estos ciudadanos principalmente quieren vivir en paz y que muchos son capaces de terminar votando a quien los medios y los encuestadores muestren con posibilidades de triunfo. Saben que les gana el miedo y que esta es la llave de la manipulación.

El que está vencido ya no tiene nada que hacer. Salir del derrotismo no es sencillo, porque exige compromiso. El incentivo está en pensar en el futuro que dejaremos a nuestra descendencia.
Queda poco margen para seguir posponiendo la acción política. Es tiempo para los pacíficos, pero no para pacifistas. Los primeros son amantes de la paz, pero a diferencia de los pacifistas, luchan por defender lo justo y lo que en derecho les corresponde.

¡A LAS COSAS!

Ya nos advirtió Ortega y Gasset en 1939: «¡Argentinos a las cosas! Déjense de cuestiones previas personales, de suspicacias, de narcisismos. No presumen ustedes el brinco magnífico que dará el país el día que sus hombres se resuelvan de una vez, bravamente, a abrirse el pecho a las cosas, a ocuparse y preocuparse de ellas, directamente y sin más, en vez de vivir a la defensiva, que son egregias, su curiosidad, su perspicacia, su claridad mental secuestradas por complejos de lo personal». Lástima que no hicimos caso. Quizás, se esté a tiempo.

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