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Ortega, el padrote de una dinastía millonaria – Por Pedro Corzo

A Daniel Ortega, el gobernante de Nicaragua, le favorece tener una personalidad discreta. No es sujeto de la atención de la prensa o de entidades internacionales, incluido la mayoría de las organizaciones no gubernamentales, que salvo contadas excepciones, no parecen estar informadas de lo que acontece en el país centroamericano.

Ortega es un déspota como sus pares del ALBA. Tiene  un control casi absoluto sobre las instituciones, maneja a su antojo el poder Judicial y el Consejo Supremo Electoral, y ejerce sobre los medios de información que no están bajo la dirección de su familia, una fuerte coacción.

El oportunismo de Ortega no conoce límites. Dejó el uniforme militar atrás. El Frente Sandinista de Liberación Nacional, la organización con la que tomó el poder, es una simple fachada. La exaltación revolucionaria y el marxismo leninismo se han extinguido.  El discurso político agresivo, mordaz y hasta ofensivo, prácticamente ha desaparecido.

En silencio, sin escándalos, lleva más años gobernando que  Anastasio Somoza Debayle, a quien sustituyó en el poder, para acumular hasta el momento en dos etapas, 19 años de gobierno.  También supera a Somoza en abusos y crímenes contra el pueblo.

Ortega, es una reliquia de la guerra fría. Recibió entrenamiento militar en Cuba. El gobierno de la isla, al igual que la extinta Unión Soviética, fueron sus aliados. También Muhammad Gadafi. A excepción de Raúl Castro, es  el único residuo de la Guerra Fría en el poder.

Sin embargo el Ortega gobernante, dista mucho de ser el comandante guerrillero que decía luchar por la democracia y el bienestar del pueblo nicaragüense.

La ultima reelección del reciclado comandante, 2011, prohibida por la Constitución Nacional,  fue posible porque la Corte Suprema en vez de interpretar la carta magna, decidió en base a los requerimientos del caudillo, reconocer que tenía derecho  a postularse de  nuevo.

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Las fuerzas armadas reciben una atención especial de parte de Ortega. Una reforma aprobada por la mayoría de legisladores oficialista otorgó más poderes al ejercito, incluidos aspectos de la seguridad nacional, mientras lo subordinaba políticamente a la presidencia.

Igualmente en el  2014,  la Asamblea Nacional aprobó otra reforma constitucional que garantiza al mandatario la reelección presidencial ilimitada,  y el poder de gobernar mediante decretos con fuerza de ley.

Las actuaciones de la dinastía Somoza palidecen ante las de Daniel Ortega y su familia,  la diferencia está en que aquellos  fueron repudiados por la mayoría de los gobiernos de América Latina, en particular por la prensa del hemisferio.

El mandatario es un flamante millonario con grandes inversiones en el sector de la energía, las comunicaciones, el turismo, la farmacéutica,  y otros sectores de la economía. Según diferentes informaciones el capital de Ortega y su esposa Rosario Murillo, supera los dos mil millones de dólares.

En Nicaragua se habla de la dinastía Ortega-Murillo como en el pasado se comentaba de la familia Somoza, algunos afirman que el capital conjunto de la familia presidencial supera al que los Somoza acumularon en sus más de cuarenta años de dictadura.

Los hijos de la pareja presidencial son empresarios muy prósperos, pero se ignora oficialmente el origen del dinero con el que se iniciaron en el mundo de los negocios.

Juan Carlos, es propietario de una empresa audiovisual que hace los anuncios del gobierno, mientras dirige un canal de televisión. La hermana Camila  maneja el canal 13 de y otros dos hermanos manejan el canal 4. El hijo mayor del mandatario, Rafael Ortega Murillo, es señalado como el administrador todos los bienes del clan

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El periodista Eduardo Enríquez,  autor de «La Muerte de la República», considera que  el enriquecimiento de la familia presidencial es consecuencia de los acuerdos petroleros de Venezuela con el gobierno de Daniel Ortega, según afirma, la parentela gobernante controla la empresa que recibe el crudo que envía el gobierno bolivariano, con un beneficio de 500 millones de dólares anuales.

Como la familia Ortega está integrada por empresarios exitosos, ha optado por no molestar a sus pares. Aquella meta de los años ochenta,  su primer gobierno, de socializar la miseria, ha quedado en el olvido.

Su gobierno respeta el libre mercado, al menos la parte que no  afecta a sus intereses económicos. Los empresarios están en lo suyo,  hacer negocios, pero el control que ejerce la primera familia sobre el gobierno y el estado, más la riqueza de que dispone,  no deja de ser una amenaza al crecimiento del sector privado.

La Conferencia Episcopal de Nicaragua si parece estar al tanto de las ambiciones de perpetuarse en el gobierno del otrora guerrillero marxista, actualmente seducido por el capitalismo, porque  después de decirle que «nadie es eterno»,  demandaron del gobernante unos comicios transparentes y honestos en el 2016.