Jue. Mar 28th, 2024

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No existe adversario invencible – Por Alberto Medina Méndez

Cierta fantasía gira en torno de que los poderosos son absolutamente invencibles. En realidad existen muchas historias que demuestran que los grandes imperios también se derrumban, muchas veces a expensas de circunstancias inesperadas y fortuitas.

Pese a las numerosas evidencias, son muchos los dirigentes políticos que analizan su realidad creyendo que el futuro es sólo una mera extensión del presente, sin darse cuenta que los hechos evolucionan de forma progresiva y que los acontecimientos van construyendo nuevas realidades dejando atrás todo lo conocido.

No siempre se trata de procesos rápidos. A veces llevan años, inclusive décadas. Pero lo concreto es que más tarde o más temprano suceden. Tampoco es cierto que todo sea simple y fácil. Las más de las veces, para que el adversario, aparentemente invencible, sea superado, deben conjugarse muchos factores, entre los cuales tiene mucha importancia la tarea que encara quien intenta ocupar ese espacio.

Es por eso relevante creer primero en que nadie es insuperable en materia política y que los que gobiernan siempre llevan ventaja, pero su eventual posición privilegiada no los convierte automáticamente en eternos.

Si se entiende esta dinámica, si se comprende que el adversario a superar puede equivocarse y entonces ser derrotado genuinamente y desplazado en las preferencias de la sociedad, ya se ha dado un gran primer paso, porque es imposible ganar una batalla en la que se ha perdido antes de empezar.

Sólo con esa actitud de por medio, existe una posibilidad concreta de lograrlo. Pero para ello será necesaria una férrea convicción y obviamente una estrategia adecuada para doblegar a quien detenta el poder y cuenta con las mayores posibilidades de permanecer en su lugar.

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Por elemental que parezca, la mayoría de las veces, el poderoso de turno gana antes de arrancar la campaña electoral, sólo porque su circunstancial contrincante político considera que ya ha perdido la disputa antes de que ello ocurra.

No se puede aspirar a un lugar relevante en la política, si antes no se está suficientemente convencido de que es posible lograrlo y de que el rival a vencer tiene ventaja, pero de modo alguno eso le asegura un nuevo triunfo.