Sáb. Abr 20th, 2024

Prensa Republicana

Con las ideas derechas

No dan pie con bola. Por Vicente Massot

Alberto Fernandez no se parece en nada a Cornelio de Saavedra, y ninguno de los adláteres del presidente de la Nación pueden compararse con el Dean Gregorio Funes. Trazar una comparación entre ellos no sólo sería disparatada sino que comportaría una injusticia para aquellas personalidades que, a caballo de la Revolución de Mayo, ayudaron a forjar el país de los argentinos. Sin embargo, el anuncio de que finalmente la Casa Rosada, tras darle largas al asunto, había aceptado hacerle lugar a una mesa de notables del peronismo para decidir la estrategia electoral —salvando las diferencias de tiempo, contexto y actores— tiene alguna semejanza con la Junta Grande que nació el 18 de diciembre de 1810 y no sirvió para nada

Convocar sin ton ni son, al voleo, casi de manera arbitraria, a gobernadores, sindicalistas, piqueteros, intendentes y otros notables por el estilo para que, en dulce montón, se pongan de acuerdo respecto de qué hacer de cara a los comicios, transparenta menos un manotazo de ahogado presidencial que la orfandad de ideas y la falta de un mando unificado que caracterizan y carcomen al oficialismo. Sería inimaginable que Juan Domingo Perón, Carlos Menem o Néstor Kirchner hubieran, en su momento, adoptado una decisión de esta naturaleza. El peronismo se corresponde mal con los mandos colegiados y generalmente es reacio a obedecer las resoluciones tomadas en conjunto. Moldeado desde siempre por la impronta de un militar, la verticalidad le calza de maravillas. En cambio, se lleva mal con las juntas grandes.

Resulta difícil imaginar que un colectivo como el que habrá de convocar el primer magistrado pueda ponerse de acuerdo acerca de qué camino seguir en términos electorales. De más está decir que, si a la mencionada complicación se le suma el reciente reclamo de La Cámpora de poner bajo análisis el derrotero del gobierno, la tarea luce imposible. En realidad, buena parte de los mandatarios provinciales, en atención a las disputas indisimulables y a las posiciones irreconciliables de los dos Fernández, se han adelantado al rejunte propuesto desde Balcarce 50 y han fijado un rumbo del cual nadie los moverá: son catorce las provincias que decidieron alambrarse y adelantar las elecciones sin esperar el visto bueno, ni el de Alberto ni tampoco el de Cristina.

Un listado hecho a mano alzada nos ayudará a entender mejor el panorama: el próximo domingo se desempolvarán las urnas en La Pampa a los efectos de dar lugar a las PASO que determinarán quiénes serán de la partida el 14 de mayo, en los comicios en los cuales estará en juego la gobernación. También ese día se sufragará en Tucumán, Salta y San Juan. A su vez, entre el 12 del presente mes y el segundo domingo de mayo se votará en Río Negro —el día 16 de abril— y más tarde en Misiones y Jujuy —-el 7 de mayo. El 11 de junio le tocará el turno a San Luis, el 17 de septiembre a Chaco y el 24 de ese mes a Mendoza. Es probable que en junio se vote en Corrientes, Tierra del Fuego y Córdoba. Entre finales de junio y comienzos de julio entrarán al cuarto oscuro los santafesinos. Mientras tanto, Gildo Insfran aún no fijó fecha para Formosa.

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El principal problema del peronismo, por ahora irresoluble, radica en que, al faltarle un candidato indiscutido —o, si se prefiere, excluyente, dando por sentado que la viuda de Kirchner no bajará al ruedo— hay una cantidad abultada de comedidos que, ante la defección de la jefe, aspiran a lucir la banda presidencial en diciembre. No le faltan ganas y están prenotados Alberto Fernandez, Sergio Massa, Juan Manzur, Wado de Pedro, Daniel Scioli y Gerardo Zamora. El tucumano y el santiagueño son unos ilustres desconocidos para buena parte del electorado nacional. El titular de la cartera del Interior arrastra serias dificultades al momento de hablar en público. Al actual embajador en Brasil se le pasó el cuarto de hora hace ya rato. La imagen negativa del presidente no baja de 70 % y su intención de voto no supera 10 %. Lo mismo corresponde decir del ministro de Hacienda.

En cuatro meses deben estar definidas las candidaturas y si —como todo lo hace pensar— la situación económica se mantiene igual o empeora, tanto Fernández como Massa tendrán que dar un paso al costado dejando detrás suyo un panorama desolador. Con la particularidad de que no hay razones válidas para suponer que alguien —se llame como se llame, se trate del presidente en ejercicio o de la vicepresidente— se halle en condiciones de elegir, con base en su sola voluntad, a quién encabezará la boleta electoral del Frente de Todos, en agosto y en octubre. Lo más probable es que sobre el particular lleve las de ganar Alberto Fernandez y la disputa termine substanciándose en unas PASO donde los conocidos y los desconocidos que aparezcan en el camino —con apetencias de figuración y de poder— diriman supremacías.

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Las preocupaciones de la principal coalición opositora son, en cambio, de índole diferente. Es cierto que, dada la centralidad que acredita Mauricio Macri, no es indistinto saber si finalmente deseará tener revancha o si se conformará con hacer la veces de president maker. Pero, sea lo uno o lo otro, nadie pone en tela de juicio que de las primarias abiertas y obligatorias saldrá el candidato de Juntos para el Cambio. Más allá de los cruces, subidos de tono, entre Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta, está claro que en ningún recoveco de ese espacio existe una tentación centrífuga. Al menos, no en términos de la elección nacional.

Sus desvelos tienen que ver con dos asuntos a los que —hasta aquí— no le han encontrado solución. Por un lado la probable derrota que sufran en la provincia de Buenos Aires, algo que las declaraciones de Martín Tetaz y de Gustavo Posse de unas semanas atrás pusieron al descubierto. Los dos hicieron hincapié en tratar de conciliar posiciones con Javier Milei en el mayor distrito electoral de la Argentina. La razón es bien sencilla: como no hay posibilidad de desdoblar los comicios, si La Libertad Avanza consigue hacerse de un 10% ó 15% de los votos, la derrota de Juntos para el Cambio sería inexorable. Por el otro —como quedó en evidencia en el último comunicado de la agrupación cambiemita, dado a publicidad el lunes pasado— sus referentes estelares son conscientes de que el kirchnerismo está cebando una bomba de tiempo con la deuda en pesos, que le explotará a la administración entrante.

En lo que hace al primero de los problemas que Juntos para el Cambio tiene entre manos, la mayoría de sus dirigentes desearía llegar a un acuerdo con Milei, circunscripto al distrito bonaerense. Sin embargo, el paso del dicho al hecho —de la intención a la concreción— plantea inconvenientes de momento insolubles. La creatividad electoral no alcanza para dejar conformes a las dos partes. En cuanto al segundo, en el diagnóstico de la situación no hay diferencias de criterio entre Macri, Rodríguez Larreta y Bullrich. Inversamente, en punto a qué hacer al respecto, las opiniones varían. Nadie se anima a hacer saltar la banca por los aires antes de diciembre. Pero si no estuviesen dispuestos a dar ese paso, la bomba les estallaría a ellos al poco tiempo de instalarse en la Casa Rosada.