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Marxismo: Feminismo, LGBTQ y otros ismos. Por MARCIAL CUQUERELLA

Vivimos hoy controlados por una ideología marxista con un lavado de cara, en la que, en vez de enfrentar a la clase trabajadora, contra la burguesía, se trata de enfrentar al “oprimido” contra el “opresor”, a la víctima contra su verdugo, y todos somos víctimas de algo, ¿verdad?. Así se ha abierto una vía para identificar a cualquier grupo como oprimidos y opresores y continuar la misma narrativa bajo un nombre diferente: feminismo, LGBTQ, independentismo, ecologismo…

Esa nueva ideología se llama Posmodernismo, y nos rodea, nos ha pasado tan por encima, que es absolutamente imposible abstraerse o tratar de no vivir en su círculo de influencia. Para no caer en el nuevo marxismo, hoy es importante detectar sus tics, reconocerlos e incluso combatirlos con la verdad.

Recordemos que el marxismo predicaba que el panorama natural y económico es una batalla entre el llamado proletariado y la burguesía. Declaraba que los sistemas económicos iban a esclavizar a la gente y a mantenerla sumisa.

Vivimos en una sociedad constituida por un sistema político perverso, que se enfrenta a una tensa y permanente oposición entre los distintos estamentos, grupos, sectores, organizaciones, partidos y colectivos, y eso se traduce en un estado en el que los intereses están, por definición, enfrentados, luchando por la conquista de las cuotas de poder, como es la política de partidos, que día a día se está demostrando más disgregadora. A pesar de que las decisiones que se deben de tomar cada vez tienen más trascendencia, realmente lo último que prima es el Bien Común.

Vivimos en una sociedad constituida por un sistema político perverso, que se enfrenta a una tensa y permanente oposición entre los distintos estamentos, grupos, sectores, organizaciones, partidos y colectivos

Una sociedad que está construida sobre esta perversidad partidista podía sobrevivir sin mucho problema en tiempos de bonanza, pero cuando han venido las crisis económicas y de valores de los últimos años, se ha derrumbado como un castillo de cartas. Un sistema que podía haber sido útil cuando el poder estaba en manos de unos pocos y al margen de las grandes masas, ya no lo es, porque “la gente” ha tomado conciencia de sus derechos, de su poder y de su fuerza. Y esta “gente” ya no se deja engañar y demanda de sus inútiles y cada vez menos preparados gobernantes que pongan sus necesidades en primer lugar: justicia, progreso, trabajo. Pero que estos gobernantes son absolutamente incapaces de proveer.

Este es el complejo fundamental de occidente. Por eso no deberíamos caer en el error de pensar que todo lo que tiene que ofrecer las nuevas formas de marxismo son malas, porque algo debe tener si tanto arrastra y cautiva a estas nuevas ideologías casi totalitarias. No son una idea, sino una realidad que está captando la imaginación y afectando a la vida de muchas personas de bien.

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No es el materialismo histórico, la constante lucha, la negación de libertades, el ateísmo radical falto de esperanza, ni sus mentiras, ni sus performances lo que más atrae, ni mucho menos. Es la bandera social que enarbola engañosamente. Son las bajísimas pasiones que alimenta, y sobre todo es la eficacia con la que trabaja, el deslumbramiento de sus éxitos. El resto, la cultura mortal, la negación de libertades, los millones de muertos de sus nodrizas ideológicas, se sepulta bajo las capas y capas de marketing y propaganda.

Son las bajísimas pasiones que alimenta, y sobre todo es la eficacia con la que trabaja, el deslumbramiento de sus éxitos

Una sociedad occidental que no tiene valores espirituales y que vive en un constante estado de desigualdad, donde cualquiera puede encontrar elementos de injusticia personal por los que está siendo maltratado (porque la vida es desigualdad, y lo único que nos iguala a todos es la filiación divina), está desengañada de falsas promesas y muy cansada de esperar, así que no es extraño que se vea arrastrada por quien le promete redención.

En la práctica, el comunismo mostró repetidamente que empeoraba las cosas. Se instaló en muchas partes del mundo, en todo el siglo XX con resultados absolutamente asesinos. Es la doctrina económica y política más destructiva jamás creada por la humanidad sobrepasando incluso el terror que se vio bajo Adolf Hitler, con un sistema de crímenes que asesinaría a más de 100 millones de personas en menos de un siglo.

El espectro completo de esa catástrofe del comunismo es algo que los estudiantes rara vez aprenden en el colegio. Los estudiantes no saben nada de lo que pasó en la Unión Soviética bajo Stalin y Lenin entre 1919 y 1959. No tienen idea de que millones, decenas de millones de personas fueron asesinadas y muchas más torturadas y brutalizadas por ese régimen particular, y eso sin contar lo que hizo Mao en China y que está pasando hoy día en ese imperio del Mal.

Los estudiantes no saben nada de lo que pasó en la Unión Soviética bajo Stalin y Lenin entre 1919 y 1959. No tienen idea de que millones, decenas de millones de personas fueron asesinadas y muchas más torturadas y brutalizadas

Para fines de los 60, incluso los intelectuales franceses como Jean-Paul Sartre tuvieron que admitir que el experimento comunista, ya sea bajo el marxismo, estalinismo, maoísmo o cualquier otra variante, era un “error absoluto y catastrófico”.

Sin embargo, en vez de deshacerse de la ideología, le dieron una nueva cara y un nuevo nombre. Eran todos marxistas. Pero ya no podían ser marxistas, porque no podías ser marxista a fines de los 60. Había que cambiar de careta, y esa careta es la del posmodernismo.

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Ya no era algo específico sobre la economía. Ahora iba sobre el poder. Y para los posmodernistas todo tiene que ver con el poder. Y eso en realidad es la razón de por qué son tan peligrosos, porque si te involucras en una discusión con alguien que sólo cree en el poder, toda la motivación que tiene es acumular todo el poder para él, porque ¿qué otra cosa hay?.

No hay lógica, no hay investigación, no hay negociación, no hay diálogo, no hay discusión, no hay un encuentro de pensamiento y consenso. Hay poder.

Y así desde los 70, bajo la forma del posmodernismo, hemos visto la rápida expansión de la política de identidad por todas las universidades. ¿Y de dónde salen los nuevos movimientos globalistas de los que hablaba al principio?, exacto, de las universidades.

Hemos estado financiando, nosotros, dictaduras comunistas o regidas por la Sharia a pensadores de izquierda extremadamente radicales, posmodernos, que están obsesionados con demoler el paradigma fundamental de la civilización occidental. Y esto no es un delirio paranoico. Ese es el objetivo que han confesado. La Agenda 2030 es básicamente eso: el Foro de Davos decía “no tendrás nada y serás feliz”.

Hemos estado financiando a pensadores de izquierda extremadamente radicales, posmodernos, que están obsesionados con demoler el paradigma fundamental de la civilización occidental

La gente que sostiene esta doctrina —esta doctrina radical, posmoderna, comunitaria que hace de la identidad racial o la identidad sexual o la identidad de género o la identidad nacional o alguna clase de identidad de grupo algo primordial— tiene control sobre la mayoría de las estructuras burocráticas de nivel bajo a medio, y muchos gobiernos también.

Incluso en España, los tipos de posmodernismo han infiltrado las organizaciones de derechas hasta el más alto nivel, comprando todos y cada uno de sus mensajes envenenados. Y si surge alguna voz discordante es automáticamente silenciada.

Estemos muy atentos en detectar estas grotescas carantoñas como lo que son: Posmodernismo, que es hijo bastardo del comunismo y el acomplejamiento occidental. Pero una vez identificado, podemos estar tranquilos a la hora de enfrentarnos a él, una vez identificada la enfermedad, y habiéndole puesto nombre, no tiene sentido vivir con miedo, si aprendemos de Juan Pablo II que el antídoto contra el Posmodernismo es el mismo que usamos contra el Comunismo: Libertad, Esperanza y Defensa de la dignidad humana.

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