Vie. Mar 29th, 2024

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Los medios y las encuestadoras, los grandes derrotados de la primera vuelta en Brasil. Por Orlando Avendaño

Luiz Inácio Lula da Silva se impuso en la primera vuelta de las elecciones de este domingo en Brasil sobre su contendor, el actual presidente Jair Bolsonaro. Sin embargo, no fue un triunfo rotundo de Lula, como asomaron las encuestadoras y los medios.

Al final, ellos son los grandes derrotados del día: los medios y las encuestadoras. Porque, aunque lo traten de vender, no perdió Jair Bolsonaro. Más de un medio saldrá, mentiroso, a cantarlo.

Ninguna encuesta le daba una ventaja menor de 9 puntos a Lula sobre Bolsonaro. La de Globo y la de Folha perdieron los papeles: 18 y 14 puntos de diferencia, respectivamente. Así manipulan y pretenden condicionar el voto. Al final, Lula tuvo el 48,43% de los votos; y Bolsonaro, el 43,2%. Cinco puntos de diferencia y ya.

Bolsonaro pasa a segunda vuelta fortalecido, no solamente porque superó por mucho las expectativas de la izquierda, sino porque su fuerza, el bolsonarismo, se impuso a nivel nacional, con un triunfo rotundo en el Congreso. Tanto en la Cámara de Diputados como en el Senado el Partido Liberal de Bolsonaro triunfó y la derecha puede lograr una mayoría sin esfuerzos. 

El triunfo del bolsonarismo sí fue rotundo y se consolida como una fuerza decisiva en Brasil, que trasciende a Bolsonaro como figura política. Los notables resultados en Sao Paulo, con Tarcisio; en Río de Janeiro con Cláudio Castro, del Partido Liberal; y la histórica votación de Nikolas Ferreira en Minas Gerais, son algunos de los hitos del bolsonarismo en este domingo.

No obstante, lo sorprendente no es la consolidación del bolsonarismo, sino la evidente fuerza de Lula y el Partido de los Trabajadores. Para la segunda vuelta, Bolsonaro la tiene muy cuesta arriba (aunque, insisto, para medios y encuestadoras el presidente ni siquiera tenía chance en primera vuelta), y, si la tendencia se mantiene, es probable que Lula sea el próximo presidente de Brasil.

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Ahora, independientemente de si Lula gana en la segunda vuelta (igual va a depender de las alianzas que logre y de que no reciba golpes mediáticos), es alarmante la votación que tuvo este domingo.

Lula es el primer candidato que se acerca tanto a la presidencia de Brasil pese a un inquietante expediente judicial. En marzo de 2016 Lula fue arrestado y su casa fue allanada. Entonces, la justicia lo interrogó sobre su participación en el mayor esquema de corrupción que ha visto el hemisferio Occidental: el caso Lava Jato y Odebrecht. A Lula lo acusaron de recibir unos 8 millones de dólares en sobornos. Un año y un par de meses después, un juez federal de Brasil condenó a Lula a 9 años y seis meses de prisión por corrupción. 

Desafortunadamente, como siempre pasa, la justicia se permea y la institución, ya corroída, dejó libre a Lula en el 2019. Libre, condonado, con permiso a presentarse en cuanta elección le diera la gana.

Pero el escándalo estaba y todo el mundo ya sabía que, gracias a un mega esquema de corrupción que pudrió a toda Latinoamérica y se devoró presidentes, uno tras otro, Lula había recibido millones en sobornos. Era un corrupto, enjuiciado y encarcelado.

Pero no importó. Este domingo 2 de octubre más de 57 millones de personas le votaron. A un político, condenado por corrupción a 9 años de cárcel, responsable de uno de los mayores esquemas de corrupción del mundo, le votaron más de 57 millones de personas.

Sí, Bolsonaro pudiera ser odioso e impresentable para algunos. Sus ideas pudieran de aterrar a muchos. Pero no es un corrupto enjuiciado. Y al final es claro que para algunos eso no importa. No hay criterio ni orientación moral. Todo está trastocado.

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La Iberosfera está, al final, enferma. Rige, no la cordura, sino el más inverosímil e irracional impulso autodestructivo. La empecinada voluntad de manejar, a toda velocidad y sin frenos, hacia el acantilado.  Aunque pierda en segunda vuelta, que ya a Lula le hayan votado millones da cuenta de lo dañado que está el continente. Y no hay hacia dónde voltear. Desde Chile, la Patagonia, hasta Alaska y el Océano Ártico.  

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