Las PASO, no resuelven nada en cuanto elecciones. Pero han funcionado como una suerte de referéndum no vinculante: su resultado tampoco define nada, pero su resultado puede tener fuertes consecuencias políticas y económicas. Cambiar gobiernos, precipitar cambios de gabinete, replanteo y cambios de políticas.
La victoria de la fórmula Fernández-Fernández ha sido más que contundente, al superar el 45% de los votos necesarios para ganar en primera vuelta cualquiera sea la diferencia sobre el segundo.
Para la primera vuelta faltan 74 días, un plazo peligroso para una combinación de proceso electoral y volatilidad económica. Alfonsín en 1989, entre la derrota y la entrega del poder, pasaron 54 días.
El problema para encauzar es la gobernabilidad. Ella requiere un acuerdo de Macri con la fórmula Fernández-Fernández. Macri debería recordar en esta circunstancia, lo que hizo el presidente de Brasil Fernando Henrique Cardoso, en 2002. En ese momento, el país sufría fuga de capitales y caída de sus bonos, porque Lula un dirigente sindical de centro-izquierda, iba a ganar las elecciones presidenciales.
En esa circunstancia, Cardoso lo convocó al igual que a su propio candidato, José Serra. Reunidos por el Presidente, los dos firmaron un acuerdo, garantizando el pago de la deuda y logrando reconstruir la confianza que se había perdido por la probabilidad de que la izquierda llegara al poder. Esto permitió a Lula asumir la Presidencia con la economía en estabilidad. Aunque este acuerdo favoreciera electoralmente a su adversario, Cardoso privilegio los intereses de Brasil, por sobre sus conveniencias electorales. Podía haber jugado a agudizar el temor de los mercados para transformar a su candidato en la única garantía posible de estabilidad, pero no lo hizo. Por eso la transición de un gobierno de centro-derecha al primer gobierno de izquierda en cuatro décadas, se realizara en estabilidad y cooperación.
En el Frente de Todos, ha predominado en la última etapa una estrategia de moderación, en cambio en Todos por el Cambio, una de confrontación. La misma noche del triunfo, Alberto Fernández sostuvo que no venia para favorecer la grieta ni para la venganza. Logró moderar a los sectores más radicalizados de la amplia coalición kirchnerista. Las palabras de Cristina fueron más moderadas que en otras circunstancias.
Dentro de Cambiemos, la situación no está clara. Rodríguez Larreta, se repliega sobre su distrito, buscando impedir que el candidato K (Lammes), que superó el 30% de los votos, no polarice el voto opositor porteño. Carrió por su parte, representa una línea principista, que intenta llegar a la segunda vuelta con un discurso anti-K. Vidal ha quedado debilitada tras una derrota rotunda por 17 puntos. Ello implica el probable fracaso del quinceavo proyecto presidencial de la provincia de Buenos Aires, desde las últimas décadas del siglo XX. Macri a su vez, enfrenta ahora una primera vuelta con muy pocas posibilidades. Ya en las PASO, Fernández-Fernández superó el 45% necesario para ganar en primera vuelta.
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