Vie. Abr 19th, 2024

Prensa Republicana

Con las ideas derechas

Las elecciones son el mecanismo de legitimación de la casta burocrática. Por María Zaldívar

«La calidad de nuestro sistema político se pauperiza con la consecuencia directa de atraer a sus filas elementos lábiles y marginales»

Que se recoge lo que se siembra no es ninguna novedad. Pues es lo que está viviendo la casta política no peronista por estos días. Durante décadas, son esos que se limitaron a rasgarse las vestiduras describiendo los males que se instalaron con Perón mientras, trepados al horrible sistema político de privilegios y acomodos, usufructuaban sus prerrogativas en lugar de combatirlo, desarmarlo y reemplazarlo por uno virtuoso.

Amparados en la lista sábana y en la ley de partidos políticos, todos vienen haciendo su juego. En ese marco, el dedo reemplaza a la democracia interna: imponen a los candidatos exprimiendo la disciplina partidaria en desmedro del votante. Una vez en funciones aducen, sin pudor, representar a la ciudadanía cuando, en verdad, solo representan al capitoste que los puso en la lista y a él le responden para ganarse la reelección.

Así venimos transitando las últimas dos décadas. Pero que las cosas no sean abruptas no implican que no estén ocurriendo; el deterioro, por paulatino que sea, no es menos deterioro. Un día pasa que la postal de la sociedad que éramos no encaja con la foto actual porque la foto es el reflejo de un instante, pero la decadencia es el reflejo de un proceso.

La cualidad del peronismo es que, a diferencia del resto, tiene una permanente incorporación de dirigencia. Vaya la aclaración: no se trata de un elogio sino de una mera descripción de la realidad. La dificultad con la que debe convivir el peronismo es la cantidad de dirigentes que tiene y a quienes hay que saciar en sus pretensiones. Porque el peronismo no descarta, recicla e incorpora. Por eso, entre otros motivos, nunca se extingue.

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Para el resto, lo que llamaremos “oposición” marcando una diferenciación meramente teórica, el problema es otro.

A este panorama se suman liberales y libertarios, divididos en varios frentes, y los nacionalistas de NOS (todos aún en el proceso de formalización de sus respectivos vehículos partidarios) que han declarado su intención de sumarse a la pelea electoral de este año. A ellos les pasa lo mismo: carecen de personas reconocidas por la sociedad para conformar sus ofertas. Como no hay tiempo de ahora a las legislativas y menos a las PASO para construir figuras, miran con simpatía a quienes aporten nivel de conocimiento público propio. Esa es la vara de idoneidad que rige. No mucho, por cierto. Esta carencia está instalando una tendencia a intercambiar trayectoria por notoriedad y así van tentando gente.

La Argentina, lamentablemente, tiende a correr a los procesos de atrás; no aprende con el ejemplo, ni siquiera del propio; el “fujimorismo” como mecanismo de renovación política fracasó en la todos los países que lo aplicaron. Apelar a paracaidistas para solucionar un vacío es un mal recurso. Se pueden ganar bancas; se festeja el día de la elección, pero luego hay cuatro años por delante para arrepentirse de haber colocado personas inexpertas o poco calificadas en lugares donde se decide sobre la libertad y el patrimonio de las personas.

Entonces, porque el responsable de nuestra decadencia no es este sistema político, tampoco debería alentarse la anarquía sino el impulso a reemplazar a estos inescrupulosos que lo tomaron por asalto por personas probas que reinstalen los valores de la Argentina próspera, con base en la idoneidad, como expresa la Constitución Nacional. ¿Cómo va a funcionar si ponemos una antropóloga a manejar la seguridad y a víctimas del delito en el Congreso, como si sus dramas personales las hiciera expertas en el tema? La ideología y la demagogia dominan las decisiones de estado y ahí no hay grieta.

A las puertas de otra elección en la que además el oficialismo viene acumulando destrozos, no se escucha una sola propuesta innovadora. Todas son consignas y slogans vacíos de contenido. Nadie le quiere poner el cascabel al gato. Nadie se anima a la cirugía mayor. Mientras tanto, el paciente agoniza.

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