Monseñor Oscar Ojea declaró: ”hay que visibilizar el problema de la pobreza. Y mirar con otros ojos la realidad de los pobres”.
De acuerdo al diccionario visibilizar es la necesidad de apelar a anteojos, microscopios o instrumentos especiales para ver lo que no puede verse a simple vista.
Descartaríamos esta primera interpretaicón, dado que el problema de la pobreza es tan evidente en nuestro país que difícilmente alguno se atrevería a negarlo.
Otra posibilidad apunta a que el obispo por alguna razón, que en verdad no conocemos, opta por no llamar a las cosas por su nombre.
Probablemente lo que quiere hacer es un llamado, una exhortanción a los católicos y a todos los hombres de buena voluntad, menos a visibilizar que al ejercicio de la caridad.
El mismo diccionario nos habla que caridad no es sino: la actitud solidaria con el sufrimiento ajeno. La palabra que desde siempre significa amar a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como uno mismo por amor a Dios, esto es la antigua virtud teologal de la caridad.
Porque de acuerdo al catecismo de la Iglesia: “En la raiz de la comunión está la caridad “que no busca su propio interés, sino que impulsa alos fieles “a poner todo en común” incluso los propios bienes materiales para el servicio de los más pobres”.
Si esto es así, a ese empeño fraterno, cotidiano, incesante y justo, puesto en ayudar a los necesitados tiene el dignísimo nombre de caridad y por tanto no habría que tener miedo a utilizarla
A fines del siglo XX en Francia decidieron que en lugar de la palabra pobre, usarían la expresón “económicamente débil”. Tal vez, como otra manera de visibilizar…
Salir de la situación de pobreza extrema es algo sin duda apetecible, una aspiración absolutamente legítima y todos debemos acercar nuestro mejor esfuerzo en ese sentido, a condición claro está, que no sea eso lo único que se les proponga a los pobres.
Eso ya lo enseñaba Aristóteles: “Es desconocer al hombre no proponerle otra cosa que lo humano y por eso no hay que escuchar a los que aconsejan no pensar más que en las cosas humanas….”
Leída con atención la propuesta de monseñor Ojea, se detiene exactamente en el límite de lo humano, en este aspecto resultaría difícil distinguirla de la propuesta socialista, aunque paradójicamente y hablando de pobreza vale la pena recordar que al comunismo ateo – que gobernó medio mundo durante casi un siglo – le debemos la mayor miseria, la mayor pobreza y la más grande injusticia social de la historia.
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