Para sorpresa de muchos, entre ellos este columnista, el reelecto secretario general, Luis Almagro, defendió a ultranza la libertad y los derechos humanos durante su primera gestión. Al principio de su mandato parecía que seguiría las huellas de su predecesor José Miguel Insulza, un personaje que durante su comisión, como se dice coloquialmente, trato de estar en óptimas relaciones con Dios y con el Diablo, aunque sin dudas su corazón le tiraba a favorecer al último.

Almagro, como apunta mi colega Iván López, tal vez no cumpla todas las expectativas que alguno tenemos para esa importante posición, que evidentemente se hará más significativa con el tiempo, pero ha demostrado, hasta ahora, sin caer en extremos, que no hace concesiones a quienes trabajan a favor del quebrantamiento de nuestras prerrogativas ciudadanas.

La OEA, es un centro de debate político y económico, pero desde que el castrismo mostró sus ambiciones imperiales en 1959, ha sido el tablado principal de los antagonismos entre la libertad y las dictaduras ideológicas, situación que se agudizo cuando Hugo Chávez irrumpió con sus propuestas de Socialismo del Siglo XXI y la diplomacia petrolera, normas que siempre fueron apoyadas por el corrupto Luis Inacio Lula da Silva y los verdugos de Fidel y Raúl Castro.

Hay una realidad incontrastable y es que aunque la dictadura cubana no tiene voz ni voto en la OEA desde 1962, nunca ha estado ajena a las elecciones de su secretario general. Siempre ha tratado de influenciar en las mismas pero en esta ocasión intento por todos los medios en convertirse en el gran elector. Este mandato de la organización hemisférica es particularmente importante y el castrismo teme que Almagro en su segunda encomienda intente ser más severo con los regímenes que no respetan los valores democráticos.

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En la OEA hay un grupo de países que fueron favorecidos por la diplomacia petrolera de Chávez y Nicolás Maduro, sin excluir las aproximaciones ideológicas que pueda existir. Esos países se opusieron a las sanciones a la dictadura venezolana y también calificaron de golpe de estado la salida de Evo Morales del poder, aunque este renuncio al mandato que ostentaba.

Almagro durante toda su gestión ha estado enfrentado a los políticos identificados con el castro chavismo, en consecuencia, estos han recurrido a todos los recursos posibles para neutralizarlo y sacarlo de su posición, causa que motivó que impulsaran a la señora María Fernanda Espinosa Garcés, canciller de Ecuador  durante el gobierno del déspota ilustrado Rafael Correa, hoy procesado en su país por corrupción y abuso de poder,  reiteradas debilidades entre los caudillos de las propuestas castro chavistas.

La ex canciller ecuatoriana, principal rival de Luis Almagro, para muchos analistas la candidata de la decadente Alianza Bolivariana de las Américas, ALBA, de haber triunfado en las elecciones hubiera revertido las disposiciones tomadas por el secretario reelecto.

Numerosos informes periodísticos refieren la  simpatía de Fernanda Espinoza por la dictadura sandinista, quien ha  calificado a la vicepresidenta de Nicaragua, Rosario Murillo,  de ejemplo para las mujeres latinoamericanas, manifestación modesta si la comparamos con su comentario del servicio diplomático del castrismo que todos conocemos es un nido de ratas que se espían entre ellos mismo, “el compromiso y profesionalidad de la diplomacia cubana en la defensa del multilateralismo y la lucha contra la discriminación”.

Para beneficio de la democracia y perjuicio de las dictaduras ideológicas Almagro obtuvo la mayoría de los votos, sino la pagina CubaDebate, que si practica el terrorismo mediático, no habría titulado, “Washington logra la reelección de Luis Almagro en la OEA”, en su perenne intento de acusar a todos los que no comparte los puntos de vistas del totalitarismo cubano de ser apéndices de Estados Unidos.

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