Jue. Abr 18th, 2024

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La historia prueba que hay pueblos que desaparecen – Por Cosme Beccar Varela

La Historia, desde los tiempos más antiguos, nos muestra pueblos enteros desaparecidos no sólo por guerras de conquista de las que fueron víctimas sino también por una degeneración interior que les hizo perder vitalidad y finalmente la existencia misma. Son tantos los casos en la Historia antigua y de tal manera se acabaron, que aún los nombres de esos pueblos son como palabras extrañas sin sentido. Hace muchos siglos que hasta el recuerdo de ellos se extinguió. ¿Quien se acuerda de los boyos, de los insubrios, de los cenomanos o de Bythinia?

No se sabe cual es la causa del debilitamiento de la inteligencia y de la voluntad de esos pueblos por la cual dejaron de querer vivir en unión y con un objetivo común.

No todos ellos se disolvieron y perdieron identidad por la misma causa. Sin embargo, podemos conjeturar por buenas razones, que la podredumbre empezó por las cabezas, o sea, por las clases superiores ya que toda sociedad humana existe en forma jerarquizada y cuando esas clases desfallecen por estupidez, cobardía o corrupción, son substituidas por oligarquías sin virtud y sin inteligencia que se apoderan de la dirección social con audacia criminal.  Las clases inferiores, carentes de la guía y el empuje que les viene de sus jerarquías naturales, se degeneran, imitando las costumbres de sus nuevos amos. Y de la degeneración pasan a la disolución con el transcurso del tiempo, hasta perder su identidad y ser invadidos silenciosamente por gentes venidas de todas partes para ocupar sus territorios.

Me temo que algo así está pasando en la argentina. Sus antiguas clases superiores, cultas y criollas, han degenerado desertando de todo servicio a la Patria. Los descendientes de ellas son hedonistas apátridas y poco inteligentes. Ya no tienen poder alguno y han sido reemplazados por nuevas camadas de ladrones enriquecidos, aprovechadores y descastados, que tienen todo el poder y no se sienten obligados por ningún deber.  Los habitantes del país han mutado y se han convertido en una sub-especie denominada «peronistas» y al mismo tiempo su territorio está siendo invadido por los pueblos vecinos y por otros que vienen del Asia.

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Todavía estamos en medio de ese proceso pero sus implicancias son cada día más notorias, aunque todavía se conserven algunas apariencias de lo que fuimos, cosa que permite a los que aman poco a la Patria negar que esto ocurra. ¿A quien le importa que un pueblo lejano y desconocido esté pasando por ese trance? La Argentina verdadera que está desapareciendo es para esos desamorados como ese pueblo lejano y desconocido. Que nadie espere de ellos el más mínimo esfuerzo para salvarla.

A esto se ha reducido la política al día de hoy. Dentro de pocos días nuestros amos ocultos decidirán, mediante el fraude electrónico, cual será el títere que elegirán para seguir en el poder y continuar con nuestro proceso degenerativo. Todos los que aparecen en sus estanterías son más o menos igualmente extranjeros y depredadores: Macri, Scioli, Massa, Sanz, Dominguez, Fernandez, Stolbizer, etc. No existe «mal menor». Son todos el «mal mayor» y nosotros, los sobrevivientes, somos las víctimas impotentes.

Dentro de algún tiempo los historiadores dirán que en el Sur de América había un pueblo llamado «argentino» que desapareció disuelto en un líquido putrefacto  «peronizquierdista» del cual sólo sobresalían las cabezas de los ladrones, de los asesinos, de los homosexuales, de los mentirosos, de los cobardes, de los apátridas, de los “trepadores” y de los apóstatas, pues eran los únicos capaces de flotar en esa miasma, en cuyas profundidades se ahogan los tontos que los llevaron a la superficie.