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De la Habana al infierno, sin escalas. Por Cosme Beccar Varela

El 25 de Noviembre ppdo. Raúl Castro anunció la muerte de su hermano en la sangre y cabecilla en el crimen, Fidel. Digo «anunció» porque estoy convencido de que el tirano cubano estaba muerto desde hace rato. Tenía una gravísima enfermedad («divertículitis de colon») que le produjo «una gran hemorragia en julio del año 2006, mientras volaba en avión. Una perforación del intestino grueso lo obligaba a someterse a una colostomía…». Pero no se la hizo y a causa de ello «pasó por varias operaciones y complicaciones» («Clarin», 29/11/2016, pag. 27).

Entre las «complicaciones» que resultaron de la enfermedad en el colon, en ese entonces se dijo que una de ellas fue un cáncer, aunque oficialmente se lo negó. Lo cierto es que le pasó el poder a Raúl Castro que lo ejerce desde entonces con el mismo sistema tiránico del muerto.

Esa transferencia del poder me pareció desde el primer momento que no era verosímil si Fidel Castro estuviera vivo. Bastaba con dárselo en forma interina mientras se recuperaba. Un megalómano desmesurado como era el muerto, jamás se hubiera retirado para pasar a ser un «viejito» inválido conservado en formol, como era el papel que le hicieron representar al extinto desde el 2006 para crear la ilusión de que estaba vivo. Cuando se quedó 22 días en Chile en Noviembre de 1971, no tuvo ningún temor de que el régimen colapsara. El «aparato» comunista era suficientemente poderoso como para sostenerse.

¿Por qué entonces, al sufrir esa enfermedad y esa hemorragia habría resuelto que era necesario pasarle el gobierno definitivamente al otro Castro, si es que la enfermedad no era mortal? Es muy raro, por eso nunca lo creí.

Como es muy difícil sino imposible para un particular del llano conocer los vericuetos y misterios del poder y más aún, los de un gobierno comunista, sólo se podía conjeturar y mi conclusión fue que probablemente esa maniobra política fue considerada necesaria por los tiranos de Cuba porque la prensa había fabricado el «mito» del «líder exclusivo de la Revolución» en cabeza del muerto y prefirieron no correr el riesgo de un súbito derrumbe de sus estructuras dominantes si se anunciaba ya en el 2006 el fin del mito.

Esa maniobra resultaba beneficiada por un viejo sistema del tirano, el de contar con varios «dobles», o sea, hombres muy semejantes a él que, a causa de la barba, podían pasar por el original con cierta facilidad. Por la misma razón la gente no sabía en Cuba cuál era su residencia cada día. Tenía varias casas (todas robadas a cubanos ricos exilados o fusilados) y pernoctaba en cualquiera de ellas, sin revelar nunca su paradero. De esa manera hizo fracasar los 600 atentados que sufrió, según informa «Clarín» (edic. 29/11/2016, pag. 27).

Mi sospecha se vio confirmada por la forma en que actuó desde el 2006 para mostrar que estaba vivo. Primero publicaba artículos con su firma en los diarios comunistas de la isla. Obviamente eso no probaba nada. Más tarde, apareció en fotos durante la visita de Benedicto XVI y en un video del encuentro que tuvo con el supuesto Fidel Castro se ve que éste casi no habló, pero como el visitante no lo conocía, no había posibilidad alguna de que advirtiera la superchería.

Otras visitas fueron de simpatizantes suyos, como Chavez, la Sra. Cristina Fernandez y el Papa Francisco. Se contaba con que éstos, seguirían el juego del engaño, como de hecho lo hicieron.

En su primera visita, para la instalación del usurpador Kirchner en el 2003, habló en un acto frente a la Facultad de Derecho. Es probable que en esa ocasión fuera él mismo. Pero en su último viaje, en el 2006, sólo estuvo en Córdoba para la cumbre del Mercosur y según varias fotografías que recibí de algunos lectores, la persona que vino no era el propio Fidel Castro sino uno de esos «dobles». La comparación de las fotografías de ese «doble» y del verdadero personaje mostraban diferencias bastante claras como para darse cuenta de que no era el mismo hombre.

Otro dato que avala mi sospecha es que el mismo día en que se anunció su muerte, se hizo saber que el cuerpo había sido cremado. Es decir, se impidió toda posibilidad de que alguien pudiera analizar el cadáver para confirmar su identidad.  Es extraño que el «hombre-mito» hubiera desaparecido de esa manera ígnea (anticipo de otro fuego que debe estar recibiendo ahora) y que los homenajes que le rinden los desdichados habitantes de la isla, obligados a ello, junto a los cómplices del régimen, cubanos y extranjeros, son prestados ante una foto antigua y un gran ramo de flores. Es ridículo, pero es posible porque la adulonería universal que rodea la figura del sanguinario cubano impide cualquier análisis serio de la cosa.

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Esto es apenas una conjetura, pero no he visto desde el 2006 ninguna razón para abandonarla. Por otra parte, la esencia del comunismo incluye la mentira como rasgo «natural». ¿Cómo puede sorprender que hayan recurrido a ella en un asunto tan importante como lo es el mantenimiento de la tiranía en Cuba que transmitió su virus fatal a varios países de nuestro Continente? Puede ser que me equivoque. Al fin y al cabo, sólo soy un habitante del cono Sur y no estoy en Cuba como para percibir otros indicios que me hagan pensar lo contrario. Tal vez los haya, pero vale la pena mencionar el asunto porque implica una cierta debilidad del régimen, que de existir, tal vez habría ayudado a su derrocamiento.

Ahora o poco después, no tenían más remedio que reconocer su muerte porque hubiera sido extraño que viviera después de los 90 años. Además, los tiranos de la desdichada isla tienen ahora al apoyo declarado del Papa Francisco y del «establishment».

El Papa Francisco mandó un mensaje inaudito a Raúl Castro en el que dice: «Al recibir la triste noticia del fallecimiento de su querido hermano, Fidel Castro Ruz, expreso mis sentimientos de pesar a vuestra excelencia y a los demás familiares del difunto dignatario, así como al gobierno y al pueblo de su amada nación. Ofrezco plegarias al Señor por su descanso y confío a todo el pueblo cubano a la materna intercesión de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, patrona de ese país.» («La Nación», 27/11/2016, pag. 16).

¿Habrá pensado el Papa en los miles de fusilados, presos, exilados y oprimidos que sufrieron y sufren los efectos de la perversidad de los Castro? Obviamente no le importan, porque cuando estuvo en la isla no visitó a los presos ni recibió a sus familias e ignora la alegría de los exilados manifestada ruidosamente en Miami apenas se supo la noticia. Por lo tanto, es notoriamente impertinente su ofrecimiento de «condolencias» al «pueblo de esa amada nación», puesto que una parte mayoritaria de ese pueblo fue y sigue siendo víctima del muerto y de sus continuadores.

Otra circunstancia que hizo posible la terminación de la farsa, fue el reconocimiento de la «legitimidad» de la tiranía cubana por parte del gobierno de los EEUU, instigado por el Papa, y el restablecimiento de relaciones diplomáticas.  Ese disparate inicuo y contra natura, como lo es el «reconocer» la legitimidad de una tiranía comunista descaradamente instalada en la ilegitimidad desde hace 60 años, fue reforzado por la visita de Obama a Cuba en Marzo de este año. Sólo un Presidente norteamericano había visitado la isla y eso fue hace 88 años. El viaje de Obama fue una muestra de «amistad» (o complicidad) estruendosa.  Es reconfortante saber que el Presidente electo Trump, ha anunciado una política totalmente diferente que esa, frente al régimen cubano.

Por su parte, la «intelligentzia» del establishment se plegó con armas y bagajes al nuevo clima de simpatía por los asesinos de Cuba.  «La Nación» en su edición del Sábado 26/11/2016 dedicó 21 páginas del formato pleno a la apoteosis del muerto y a transcribir los elogios de casi todos los líderes del mundo y de supuestos habitantes de Cuba, silenciando así los mil crímenes cometidos por él. El vergonzoso caso de «La Nación» debe haberse en repetido en todos los diarios del mundo occidental y, desde luego, de la zona de influencia del comunismo.

El descaro de este homenaje del diario considerado de «centro derecha» y el preferido de los católicos de la clase culta que van a misa los Domingos, ha sido posible porque sus lectores han dejado de tener principios morales en materia política. Tal vez conserven algunos en otras áreas, pero no en lo político. Lo mismo pasa en el resto del mundo ex-occidental y cristiano.

Sin embargo, para quienes creemos en el Divino Redentor y en la enseñanza imperecedera de la Santa Iglesia, no puede haber dudas. El repudio a Fidel Castro y a toda su banda no sólo permanece sino que se refuerza con esta despreciable capitulación de los que dicen defender la «caridad», la «misericordia», la «democracia» pero «se ne fregan» en las víctimas de los crímenes del comunismo castrista. Por eso, ya el 2 de Agosto del 2006, sospechando, como dije, que el monstruo ya había muerto o estaba agonizante, escribí en el nro. 730 de «La botella al mar» titulado: «PARA FIDEL CASTRO LAS PUERTAS DEL INFIERNO ESTÁN ABIERTAS DE PAR EN PAR» en el cual, entre otras cosas, decía:

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«¿Cómo podría Castro salvarse del infierno? La misericordia de Dios es infinita y nada es imposible para ella. Pero como decía un gran santo (creo que San Agustín): «Deus qui creavit te, sine te, non salvabit te, sine te» («Dios que te creó sin que tu participaras de tu creación, no te salvará sino participas tú mismo de tu salvación»)

«Para que este axioma de la más pura doctrina católica se cumpliera y Castro se salvara del infierno, debería pedir el levantamiento de su excomunión a la Santa Sede, confesarse de los miles de pecados nefandos cometidos en 50 años, arrepentirse sinceramente de todos sus crímenes, repudiarlos públicamente, usar los últimos vestigios de su poder nefando para destruir el partido comunista y todo el sistema tiránico montado por él mismo a lo largo de 50 años, liberar a todos los presos políticos, indemnizar a todas las víctimas, castigar a todos sus cómplices como se merecen (varios de ellos con el mismo «paredón» al que envió, injustamente, a tantos mártires de la fe) y darle el gobierno de Cuba a un hombre justo y católico que hiciera todo lo contrario de lo que él hizo hasta ahora. El detalle de los pecados podría eximirse si la memoria o las fuerzas le fallaran, pero no podría dejar de hacer todo lo demás antedicho y de repudiar sus crímenes lo más explícitamente posible, sin dejar dudas de que no reserva solidaridad alguna con ninguno de ellos.

«En una palabra, Fidel Castro, para salvar a Fidel Castro, debería convertirse en el peor enemigo de Fidel Castro que pudiera imaginarse.

«¿Cree Ud., paciente lector, que Castro quiere hacer todo esto, o la centésima parte de ello? Si Ud. lo cree, yo no, y pienso que si Ud. lo cree es de una ingenuidad rural rayana en la paranoia.

«Consecuentemente, las posibilidades de que Castro se vaya al infierno más profundo son 100.000.000.000.000.000 contra una.

«Como él es ex-alumno de los jesuitas, sabe muy bien cuál es la doctrina católica y qué es lo que le espera. Y como muy probablemente no quiere arrepentirse ni hacer nada de todo aquello, debe tener momentos de desesperación como los que llevaron a Judas a ahorcarse de un árbol ignoto en un paraje yermo.

«Por lo tanto, apenas se muera -si es que ya no se murió- las probabilidades son de 100.000.000.000.000.000 contra una de que irá directo al infierno y estará cerca de Judas quien, como indica el Dante, está en la misma boca de Satanás.»

Poco me queda por agregar a ese artículo del 20016. Sólo quisiera contribuir a demoler el mito del «héroe de Sierra Maestra»: según dice en su libro de memorias Huber Matos, uno de los tres «comandantes» que colaboraron con Castro en aquel entonces y fueron defenestrados, muertos o presos, el «héroe» se moría de miedo cuando el fuego del ejército de Batista se acercaba a las posiciones de los guerrilleros. Ningún lugar le parecía suficientemente seguro para refugiarse y nunca intervino en un encuentro armado peligroso.

También quisiera agregar que el supuesto enemigo del capitalismo JAMÁS hubiera triunfado sin el apoyo material y político del «establishment» norteamericano, simpatizante de la izquierda. El «New York Times» y otros medios de prensa importantes le hicieron propaganda y gracias a eso, armas y dinero le llegaban continuamente al supuesto paladín de Sierra Maestra. Previamente, su carrera hubiera terminado en 1953 cuando fracasó el asalto al cuartel Moncada y estaba a punto de ser fusilado por Batista. En ese momento, el arzobispo de Santiago de Cuba y Primado de la Iglesia cubana, monseñor Pérez Serantes, le salvó la vida intercediendo por él ante el dictador cubano.

Esa prueba del apoyo eclesiástico fue apenas una de las primeras. Después vino el de tres Papas. Recomiendo leer, para más información el informe de «Destaque internacional» que publiqué hoy en la Sección «Correo del Lector» (nro.5429).

Es todo, por ahora. Veremos cuál es la continuación de este drama siniestro en que el probable habitante del infierno ha sumido a toda Iberoamérica.

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