Siempre fue para mí una imposibilidad acertar qué cosa es el peronismo.
Estrategas y politólogos, periodistas de toda especie, nos envían señales bien diversas, como que se trata de un partido, de una ideología, de un movimiento, de una mafia, de una cruzada por los trabajadores y por ahí, un tal Bárbaro habla de una cierta cultura.
Sabemos que alberga dentro suyo, comunistas aguerridos, nazis iracundos, liberales de peso, populistas irrefrenables, chavistas anticapitalistas, vaticanistas misericordiosos, masones filantrópicos, demócratas puros, gremialistas opulentos, señorías de los burdeles, todos y otros más, bajo la inmensa carpa multicolor que dice ser peronismo y que parece reunirlos y más aún, protegerlos de inclemencias externas.
Aunque también es cierto que, en el entrevero, se puede distinguir un grupo de gente realmente buena.
De todos modos nadie duda que los políticos peronistas – y ahora casi todos declaran ser parte del peronismo – son ciudadanos distintos de los demás, de primera, pertenecientes a una suerte de casta, intocables naturalmente.
Lo cierto es que sea lo que fuera el peronismo, al decir de Troilo: “nunca se fue…. si siempre está volviendo”
Ahora otra vez vuelven los de siempre, y algunos más, peronistas heterodoxos, con sus verdades a cuestas y sus fracasos a cuenta nuestra.
Mientras tanto el país permanece perdido en un laberinto sin final a la vista, y sin destino conocido. Lugones que tanto sufría la patria, decía que “no hay encierro como la falta de horizonte”. Pasados los años, cercada la patria por un inmenso cansancio, el horizonte no es sino una abstracción o una forma de la melancolía.
O acaso Idénticos personajes, con iguales propuestas, luego de inciertos años de fracasos y cenizas, cargados de consignas deshilachadas, de infamias, de robos, de odios, podrían finalmente engendrar algo diferente.
Dicen con cierta razón, que Perón dejó palabras para casi cualquier ocasión, a favor o en contra de lo que fuere, y habitualmente algún peronista insiste en desempolvarlas y ciertas o no, vaya uno a saber, las repite pomposamente como si fueran del general.
Sin embargo es sabido que Perón, y aún Evita, para el aborto solo tuvieron frases de condena. En este punto no le conocemos ambivalencias.
Por el contrario hoy, bajo la gran carpa peronista, aquella de los fieles seguidores del general, la única consigna en la que casi todos coinciden, es en el aborto. Es decir, están de acuerdo en nombre de la lealtad a Perón, en oponerse a la opinión de Perón y Evita.
Muy raro.
Los políticos abortistas, y los medios – que mayoritariamente lo son – opinan que a través de la promulgación de la ley del aborto, o sea descuartizando bebes, por obra de esa desolación tenebrosa, justamente por ahí pasaría el camino de la liberación de la mujer y la entrada del país en tiempos que avizoran como de completa felicidad. “El lenguaje de los políticos – escribe Orwell – está hecho de modo que el asesinato parezca respetable”.
En la gran carpa poli rubro, del peronismo heterodoxo y afines, a pesar de la diversidad y hasta oposición de sus ideas, hay algo que los junta, los amontona y determina un hecho criminal, quieren convertirse en asesinos y obligar a otros que lo sean. No se dan cuenta, no hay palabras para explicarles que la sangre de esos bebés, inocentes de todo, temprano o tarde caerá sobre ellos, y para unos y otros, es decir, para todos los argentinos, será solo dolor, uno desconocido y fiero. Un dolor y un silencio que pesarán como piedras en el alma
Es así que otra vez, no podemos sino coincidir con Lugones: “el rebajamiento posee un perverso instinto de rebajarlo todo”.
Es bueno acordarse de esto a la hora de votar, es necesario acordarse de que la gran carpa es en cierto modo, guarida, o sea cobijo de bestias, que en definitiva no son otra cosa, aquellos que exigen y redactan y votan leyes para matar bebés.
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