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La creciente injerencia del narcotráfico en la vida cotidiana en Iberoamérica. Por María Zaldívar

Como consecuencia directa de las políticas asistencialistas implementadas, Latinoamérica se hunde en la pobreza, la desnutrición infantil, el abandono de la escolaridad por parte de los niños y la desocupación de los padres. El retroceso cultural de la región es tan palpable que se ha conformado una especie poblacional nueva: hace un par de décadas en la Argentina aparecieron los jóvenes “ni-ni”; se trata de los miles de niños y adolescentes que no estudian ni trabajan. La vagancia nunca es saludable, y sumada a la estrechez económica, mucho menos. La consecuencia directa de la costumbre latinoamericana de no enfrentar los problemas y postergar su solución es que se vuelven crónicos, se agravan y se repiten a través del tiempo; pues ese segmento evolucionó a lo que hoy se conoce como los ni-ni-ni: jóvenes que no trabajan, no estudian ni quieren hacerlo.

El Estado está presente como un salvavidas de piedras para el ciudadano; lo abruma con reglamentaciones y carga tributaria confiscatoria mientras desatiende su deber de seguridad

Esa circunstancia es producto de varios factores asociados: los aportes de dinero en efectivo que reciben del Estado sin exigencia de contraprestación alguna y la tolerancia infinita al delito; ambos incentivos obran de estímulo para que muchos elijan el atajo de la delincuencia en detrimento del trabajo. A este estado de cosas hay que agregarle la ausencia absoluta de perspectivas, que desemboca en el “sálvese quien pueda” como forma de subsistencia. Son millones quienes han decidido abandonar esos países que no les brindan futuro y que, inclusive, ya muestran agotado el presente, pero hay otros tantos millones atrapados en la miseria que no pueden ni soñar con irse. La falta de horizonte los suele sumergir en malas elecciones.

Allí donde no hay destino ni expectativas de progreso y lo más probable son el hambre o la cárcel, allí se hace presente la peor de las opciones: el narco.

Porque en esos países pobres camino a miserables, el Estado está presente como un salvavidas de piedras para el ciudadano; lo abruma con reglamentaciones y carga tributaria confiscatoria; agobia a quien intenta producir obsesionado por arrebatarle el fruto de su esfuerzo mientras desatiende su deber de seguridad. Con fronteras descuidadas transformadas en narco-friendly, llegan los cárteles, se instalan sin inconvenientes y despliegan sus negocios.

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Quedó en el pasado cuando desde distintos países de América latina se miraban con espanto los hechos violentos que ocurrían en Colombia y México; es el mismo pasado cercano en el que la Argentina se jactaba de ser solo un país de tránsito. Hace tiempo que Argentina consume, produce y exporta drogas, y ostenta una red de impunidad y complicidades peligrosamente aceitada. Los tiroteos a plena luz del día ya no sorprenden ni son hechos aislados. Hace unos años el núcleo narco se concentraba en la ciudad santafecina de Rosario, a 290 kilómetros de la capital de la nación. En la actualidad, la ciudad de Buenos Aires pelea su protagonismo. Las villas de emergencia se transformaron en aguantaderos narco de altísima peligrosidad a los que la propia policía teme ingresar.

La DEA colabora con una investigación sobre una red criminal de contrabando de cocaína entre Paraguay y Europa que involucra a políticos, militares y élites

Dentro de este proceso de expansión regional, Paraguay se ha convertido en otro protagonista, con sicarios y jefes buscados por Interpol. El reciente asesinato del fiscal paraguayo a cargo de la Unidad de Lucha Contra el Crimen Organizado perpetrado en Colombia, demuestra cómo las organizaciones criminales han perforado los círculos políticos, infectados con altísimos niveles de corrupción.

Según el diario argentino “La Nación”, Paraguay se ha transformado en un centro del narcotráfico en América del Sur y con ese país la Argentina comparte la gestión de la hidrovía.

La hidrovía es el único canal del que dispone Paraguay de conexión internacional. Ultimamente se ha transformado en el camino, no solo para el comercio legal, sino también para el narcotráfico. Hasta 2021 la administración del segmento argentino estaba a cargo de un consorcio de empresas privadas, pero el año pasado el presidente Alberto Fernández delegó esa gestión en la nación y las provincias que tienen costas sobre el río Paraná. O sea que, en la actualidad, es el Estado argentino el responsable de ese estratégico brazo de conexión al mundo.

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Actualmente, la DEA colabora con una investigación sobre una red criminal de contrabando de cocaína entre Paraguay y Europa que involucra a políticos, miembros del ejército y élites empresariales. La causa está en sus inicios, pero ya está poniendo al descubierto el alto nivel de penetración del crimen organizado, no solo en los Estados, sino también en la economía, al usar como pantallas firmas exportadoras para traficar cocaína. En esa investigación también está involucrada la República Argentina.

La falta de instituciones vigorosas permite esa capilaridad que el crimen organizado aprovecha y la falta de reacción de la política le juega a favor

Como la mayor parte de los países de América central, Brasil tampoco escapa a esa ola y es un jugador fuerte en la Triple Frontera, territorio dominado por las mafias del crimen organizado.

Sin embargo, misteriosamente, es un tema que no figura dentro de las preocupaciones de los gobiernos pero tampoco es un reclamo de los demás actores políticos. Salvo alguna excepción, no hay pedidos de informes sobre estas cuestiones, no hay debates académicos al respecto ni seguimiento mediático del problema. Las cámaras de televisión se utilizan para la promoción personal de candidatos o para criticar al adversario pero no hay referencia alguna a la catástrofe del narcotráfico y cómo ha modificado dramáticamente el presente y el futuro del continente.

El deterioro institucional no es tema de reflexión ni de preocupación. Para la mayoría de los políticos hispanoamericanos la vida es hoy y la carrera por los cargos públicos ocupa todos sus desvelos; mientras tanto, la región sigue en derrumbe. Vale el ejemplo de Argentina, que volvió a retroceder en 2021 en el índice de Calidad Institucional elaborado por la Red Liberal de América Latina (RELIAL) al retroceder cuatro posiciones respecto del año anterior y diez desde la asunción presidencial de Alberto Fernández.

La falta de instituciones vigorosas permite esa capilaridad que el crimen organizado aprovecha y la falta de reacción de la política le juega a favor. Ausente de la agenda del poder, el narcotráfico ha encontrado un poderoso aliado en el silencio de la clase dirigente.

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