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Ideología de género y psicoanálisis: Freud y Lacan no eran feministas. Por Daniel Omar Stchigel

Ni Sigmund Freud ni Jacques Lacan eran feministas.

El padre del psicoanálisis, Sigmund Freud[1], en el contexto de la Era Victoriana, hablaba de la debilidad del Superyo[2] en las mujeres. Es decir, les atribuía una menor consciencia moral que a los varones. Hablaba, además, de su masoquismo primordial[3], esto es, de su esencial pasividad al asumir su rol en las relaciones sexuales. Les suponía una envidia inconsciente del pene, que las ponía en una posición que ellas mismas interpretaban como de inferioridad frente al varón. Al ser interrogado sobre qué cosas nunca llegó a comprender, contestó sin dudarlo: ¿qué quieren las mujeres?

Jacques Lacan[4], destacado psicoanalista francés, muy seguido hasta el día de hoy en la Argentina, tuvo que adaptar estos conceptos a un contexto cultural muy diferente. Consideraba, en los años sesenta del siglo XX, que se estaba produciendo una clara declinación del rol paterno.

Es conocida su expresión: La mujer no existe. Cuando desarrolló lo que llamó “las fórmulas de la sexuación”[5], consideró que hay solo dos lados: macho y hembra. Sostenía que ambos se definen en relación al falo, entendido como pene erecto símbolo de poder, según lo tuvieran o no. Y, si bien hablaba de “otro goce” en las mujeres, lo relacionaba con la mística, con los efectos de placer experimentados en el propio cuerpo a través de la fusión con Dios.

Lo que era claro para él, es que no hay un todo de las mujeres, un rasgo que permitiera hacer de ellas una totalidad. Así que poco podría haber opinado sobre temas como la igualdad de género, pues no consideraba posible tomar a las mujeres más que una por una, en su respectiva particularidad.

A pesar de todo esto que acabamos de mencionar, la ideología de género, el feminismo radicalizado y el no binarismo, están avanzando en el campo del psicoanálisis, como lo hacen en todo otro campo cultural.

Gerard Pommier[6], un conocido psicoanalista lacaniano francés, ha escrito sobre la revolución permanente guiada por La mujer[7], esa que, paradójicamente, para su maestro Lacan no existe. En vez de hablar, como Lacan, del carácter subversivo del deseo, atribuye esta característica a la femineidad. En la tapa de su libro, vemos el rostro de una mujer con un gorro similar al del Che Guevara, haciendo de la tapa del libro de Agustín Laje y Nicolás Marquez acerca del feminismo radicalizado[8], una predicción confirmada.

Psicoanalistas freudianos sostienen en las redes que Freud no quiso decir que la mujer es moralmente inferior al hombre, sino que así había sido modelada por la Sociedad Victoriana. Psicoanalistas lacanianos, en los mismos medios, pretenden unir su pensamiento al de su contemporáneo Michel Foucault, y hablan de relaciones de poder y micromachismos, aplaudiendo desde Facebook y Twiter “la lucha de las pibas”. ¿Por qué sucede esto? Es que los psicoanalistas actuales, como intelectuales comprometidos, siguiendo a personajes populistas que inspiraron al kirchnerismo, tales como Jorge Alemán, consideran necesario ser progresistas y estar a la altura de las exigencias de la época.

Muchos psicoanalistas, habiendo sido cuestionados por las neurociencias y el cognitivismo, disciplinas que han avanzado sobre territorios de la salud pública que antes eran dejados en sus manos, se han refugiado en el área de los estudios culturales. Desde las cátedras de las universidades cuestionan a la ciencia como producto social e instrumento de dominación capitalista, lo cual los lleva a ponerse por encima del llamado “enfoque biologista” en el estudio de los sexos.

Contra la idea de Freud según la cual la anatomía es el destino, y las diferencias anatómicas de los sexos determinan diferencias psicológicas concomitantes[9], hacen de las fórmulas de sexuación de Lacan algo más cercano a lo que las ideologías de género llaman “autopercepción del propio género”.

La cuestión es que, aun cuando Lacan no se ocupó de los aspectos biológicos de la diferencia de los sexos, no identificaba la sexuación con la autopercepción del propio sexo. En primer lugar, no podría haberlo hecho, porque esa sexuación, para él, es inconsciente[10].

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Una persona puede percibirse, por ejemplo, como un hombre heterosexual, y estar reprimiendo una tendencia homosexual, lo cual hará síntoma en ella de alguna manera, manteniéndola en un estado de insatisfacción y sufrimiento en demasía. Desde la perspectiva lacaniana, un travestido quiere dar a su madre el falo que él sabe que a ella le falta, pero no lo hace conscientemente[11].

Por otra parte, para Lacan no existe nada equivalente al Cisgénero, es decir, a la percepción del propio género como aquél que realmente se tiene. Si algo caracteriza a los hombres y mujeres heterosexuales, es la duda sobre su sexualidad, y la necesidad de estar probándose a sí mismos constantemente que tienen el género correspondiente a su sexo biológico.

Cuando algo del orden de la propia identidad genera certeza, y no duda, estamos frente a un caso de psicosis. Por ejemplo, un transexual tiene la certeza de ser una mujer en un cuerpo de hombre, o a la inversa. Tanto es así, que está dispuesto a dejarse extraer órganos para acercar su realidad corporal a ese ideal que ninguna duda le presenta. Eso hace que su ser, entendido como identidad de género contraria a su sexo corporal biológico, le resulte incuestionable, indudable, con una certeza delirante que impide que se le pueda cuestionar, sin generar de su parte una respuesta violenta. De ahí que se le deba dar la razón, y que las únicas intervenciones que la medicina haya realizado para que el transexual encuentre cierta armonía entre su percepción de su propio género y el cuerpo orgánico que él también tiene, consista en darle a este último la apariencia de aquello que en realidad no es y nunca podrá ser.

Por su parte, la psicología, la psiquiatría y el psicoanálisis, que podrían intentar trabajar sobre la percepción que el transexual tiene de sí mismo, por razones de corrección política, sumadas a sus dificultades para intervenir en casos así con resultados positivos constatables, permanecen en silencio.

En cuanto a aquellos que consideran poseer un género fluido, y se sienten con libertad absoluta de elegir la identidad sexual que deseen en un momento u otro, su estructura, psicoanalíticamente hablando, no puede ser otra que la perversa: pueden considerarse tanto hombres como mujeres, es decir, afirmar tanto una identidad de género como la complementaria. Se ponen al margen de las leyes establecidas, considerando que están por encima de ellas, y pueden cuestionar cualquier criterio legal, como el del libre consentimiento, con tal de justificar actos criminales como el de la pedofilia. Que les de igual tener que no tener un falo, implica una renegación de la castración, característica actitud de los perversos de acuerdo con los términos psicoanalíticos[12]. La pretensión de poder abarcar todas las identidades sexuales, es propia de quien no puede aceptar la existencia de un límite detrás del cual se encuentre algo imposible.

¿Qué sucede con los psicoanalistas que defienden la ideología de género contra sus propias teorías? Pues, lo que suele sucederle a cualquiera que duda: no pueden dejar de sentir admiración por aquellos que afirman taxativamente saber lo que son, y que actúan en consecuencia. Es propio del neurótico dejarse conducir por quien muestre haber superado las dudas que a él lo atormentan, alguien que encarne su ideal de certeza, capaz de pasar al acto y de conducir a las masas en función de una Verdad con mayúsculas, haciendo de quien cuestiona dicha Verdad un potencial enemigo.

El neurótico que practica una disciplina que ha perdido prestigio, ve en los ideólogos de género a gente que aparentemente ha superado el malestar que la duda sobre su propia identidad le genera. No puede aplicar a su propia conducta las teorías que ha aprendido de sus maestros psicoanalistas, debido al carácter velado e inconsciente de su deseo de escapar al malestar que a todos nos genera tener que asumir una limitación del deseo, limitación basada en leyes que nuestra sociedad ha creado para que podamos vivir en una comunidad donde la libertad es un asunto privado, y se ve limitada cuando interfiere sobre los derechos de los demás.

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Intelectuales con educación universitaria, con cierto bienestar económico, se sienten inconscientemente culpables de un destino que no han elegido, y por ello mismo se ponen del lado de aquellos que suponen marginados por el mismo sistema social que les ha dado a ellos su posición de privilegio, una posición por la cual no han tenido que hacer grandes esfuerzos, y que por lo mismo consideran no merecer. Lo cual puede ser explicado usando esas categorías que aprendieron, pero que son incapaces de aplicar a sí mismos. Y no pueden hacerlo, justamente, por lo que dice el conocido psicólogo clínico Jordan Peterson[13]: los humanos somos los seres más complejos del Universo, y es demasiado pretencioso creer que podemos conocer las motivaciones más profundas de nuestros propios actos[14]. Una idea que los padres del psicoanálisis compartirían plenamente.

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[1] Sigmund Freud (Príbor, 6 de mayo de 1856-Londres, 23 de septiembre de 1939) fue un médico neurólogo austríaco de origen judío, conocido como el padre del psicoanálisis. Se hizo famoso por su teoría del inconsciente como reservorio de representaciones sexuales reprimidas, cuya carga de afecto se desplaza a nuevas representaciones hasta encontrar una vía de acceso a la consciencia en la forma de un síntoma. Su idea de la existencia de una sexualidad infantil fue muy cuestionada en la Era Victoriana.
[2] Freud, S. (1933). 33ª Conferencia. La feminidad. Obras Completas. Vol. XXII. Buenos Aires: Amorrortu (1976).
[3] Freud, S. (1924). El problema económico del masoquismo. Obras Completas. Vol. XIX. Buenos Aires: Amorrortu (1976).
[4] Jacques-Marie Émile Lacan (París, 13 de abril de 1901-París, 9 de septiembre de 1981) fue un médico psiquiatra y psicoanalista francés. Conocido por su intento de retorno a Freud frente a la diversificación de las orientaciones del psicoanálisis en Inglaterra y EEUU, incorporó a la lectura de la obra del maestro elementos del estructuralismo, la epistemología, la matemática y la filosofía.
[5] Lacan, J. (1972-1973/2006). El seminario de Jacques Lacan, libro 20, Aun. Buenos Aires: Paidós.
[6] Gérard Pommier (París, 1941) es un psiquiatra y psicoanalista francés, ex-alumno y paciente de Jacques Lacan. Se hizo muy conocido por defender la idea de que la neurociencia demuestra el psicoanálisis al sostener que la audición del lenguaje determina qué neuronas sobrevivirán a la “muerte celular programada”
[7] Pommier, G. (2018). Lo femenino. Una revolución sin fin. Buenos Aires: Paidós.
[8] Márquez, N. y Laje, A. (2016). El libro negro de la nueva izquierda. Buenos Aires: Grupo Unión.
[9] Freud, S. (1925). Algunas consecuencias psíquicas de las diferencias anatómicas de los sexos. Obras Completas. Vol. XIX. Buenos Aires: Amorrortu (1976).
[10] Lacan, J. (2010). Seminario 11. Los Cuatro Conceptos Fundamentales del Psicoanálisis. Buenos Aires: Ed. Paidós.
[11] Eidelsztein, A. (2008a). Las estructuras clínicas a partir de Lacan I. Buenos Aires: Ed. Letra Viva.
[12] Lacan, J. (2010). Seminario 10. La Angustia. Buenos Aires: Paidós. Clases 22 y 25.
[13] Jordan Bernt Peterson (Alberta, 12 de junio de 1962) es un psicólogo clínico, crítico cultural y profesor de psicología canadiense. Saltó a la fama cuando se opuso públicamente a una ley que obliga bajo sanción a tratar a las personas transgénero con la denominación adecuada a la forma en que se autoperciben. Acusa influencias del humanismo, de la teoría de los valores de Maslow, de la psicología profunda de Jung con su concepto de “sombra”, pero también de las investigaciones sobre el comportamiento animal y el papel de la neuroquímica cerebral en la conducta social jerárquica.
[14] Declaración de Jordan Peterson durante el desarrollo de una de sus conferencias. Se encuentra en video en Youtube bajo el nombre: Jordan Peterson y su definición de religión.

*Daniel Omar Stchigel es doctor y licenciado en filosofía por la UBA, y profesor universitario y magister en psicoanálisis por la Universidad Kennedy. Ha escrito 17 libros sobre epistemología y psicoanalisis, entre ellos Lacan y la Cibernética, de Editorial Letra Viva. Trabajo como docente universitario durante quince años, en la Universidad Kennedy y en la Universidad Nacional de Lomas de Zamora.