Sáb. Abr 20th, 2024

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Holdouts: Final cantado y previsible – Por Ernesto Bobek Cáceres

La Corte Suprema de Estados Unidos rechazó la apelación de nuestro gobierno contra el reclamo de los denominados “fondos buitre”. La lógica y cruda realidad superó cualquier falsa especulación. Ya el juez Thomas Griesa había fallado contra las particulares pretensiones de la Argentina hace largo tiempo, y el fallo de la Corte solo ratificó nuestra obligación de pago.

Al recurrir en distintas instancias el fallo de Griesa, no fuimos en busca de Justicia sino de un manto de piedad. Todo se hizo más complejo por la circunstancia que a la vez que pedíamos conmiseración agraviábamos a nuestros acreedores con los epítetos más escabrosos.

La deuda reclamada es real. Ni siquiera el gobierno la negó jamás. De momento  Argentina va a formalizar una última instancia legal casi inviable, como lo es un recurso de reconsideración. La lógica indica que el máximo tribunal que se acaba de expedir ratificará su fallo.

Estamos ante una situación crítica. A pocas horas de conocido el fallo cayó el valor de nuestros bonos, se elevó el riesgo país, hubo una marcada baja en el valor de las acciones en la bolsa local entre los primeros síntomas. Y eso sin analizar -ya economistas lo harán- las consecuencias que la catarata de malas noticias acarrearán al bolsillo de los argentinos. Podemos temer dos pésimas noticias: Mayor presión tributaria y más inflación.

Por la noche la presidente en una nueva cadena nacional anunció que ella ya sabía cómo resolvería la Corte norteamericana por lo que no le causó sorpresa. Podemos agregar entonces que no adivinó, sino que el fallo se ajusta a derecho, contra todas las expectativas de que aconteciera un milagro. El centro de su reclamo y queja lo basó en que 8 % de quienes no entraron en lo que se llamó la reestructuración de la deuda argentina, -consistente en aceptar cobrar menos del 20 % de la deuda, en cuotas y con plazos extendidos-, reclaman hoy que se les pague su crédito sin quitas.

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No se puede obviar que las ejecuciones sobre bienes argentinos están suspendidas por medidas cautelares, y pueden ceder a pedido de los accionantes que de hecho ya están solicitando su levantamiento. Es esa inveterada costumbre que tienen los acreedores de querer cobrar.

Una vez firme la resolución, y a riesgo de que comience la cacería de bienes nacionales por todo el mundo, la propuesta del gobierno será la de pago con bonos. Una vez más emitirá deuda, emulando el “arreglo” con el Club de París, dejando la factura  para el próximo gobierno. Si la sumamos a los 10 mil millones de dólares que vencen en 2016 tomaremos conciencia de la gravedad del legado del modelo, que implica un traslado temporal del estado de default para que alguien se haga cargo del problema que en gran parte provocaron y no pudieron o no quisieron solucionar.

Nuestros males se desencadenan por el pésimo manejo de las relaciones políticas, comerciales y financieras internacionales; una marca registrada de quienes están en la presidencia desde hace más de 11 años. Si solo a guisa de ejemplo enumerativo resaltamos que el canciller Héctor Timerman propició el tan irresponsable pacto con Irán y Amado Boudou llegó a ser ministro de economía y vicepresidente de la República Argentina, se comprenden algunas de las desgracias que afrontamos hoy. Si se instaló en cargos clave a inútiles y corruptos, ¿qué otro resultado podíamos esperar?

Seguramente escucharemos a varios funcionarios aplaudidores del modelo de miseria instalado por el cristikirchnerismo señalando responsables fuera de las fronteras, con feroces ataques a acreedores que no se resignan a cobrar menos de lo que se les debe, y sin aflojar los dardos envenenados  hacia los “medios concentrados”.

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Va quedando claro a fuerza de escándalos que el FPV no puede aportar soluciones,  sencillamente porque el problema es el FPV. Y el mayor problema electoral que tiene el FPV es que la gente ya lo sabe. Elecciones aparte, el enorme daño material y moral a las instituciones y a los ciudadanos ya está hecho.