Vie. Mar 29th, 2024

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Grecia y la gran trampa europea – Por Martín Gramont Manzo

Grecia no es un problema aislado de Europa. Grecia “es” el paradigma del problema de Europa, empantanada entre un conservadurismo agotado y un socialismo irresponsable. Las elecciones de este domingo son una muestra más de la “trampa europea”. La solución no pasa ni por abandonar el euro y “patear el tablero”, ni por seguir acatando una política de ajuste por asfixia.

Se le atribuye al gran Marco Tulio Cicerón, filósofo y Cónsul de la República de Roma (63 a.C. – 62 a.C.) -en donde introdujo la filosofía Helena- la máxima “No basta con alcanzar la sabiduría, es necesario también saber utilizarla”. Quizás la advertencia del gran orador -hace más de 20 siglos – no haya sido escuchada por sus coetáneos de entonces -por eso cayó la República- ni mucho menos por los de ahora, ya que en la tierra donde florecieron ideas, creatividad, ilustración, filosofía y trabajo hoy pareciera ser que la aplicación práctica de este acervo cultural y espiritual es bajo, lo que -junto con una carencia de visión y miopía intelectual de sus líderes- están haciendo estragos en el viejo continente europeo.

En febrero de 2013 el autor de esta nota señalaba que “el ajuste de productividad que se está llevando adelante de facto en Europa es por la vía del ajuste y la deflación de precios y salarios, lo cual representa el más crudo camino para recuperar productividad (matemáticamente da igual ajustar un cociente algebraico -como es la productividad del trabajo- disminuyendo su denominador o aumentando su numerador; sin embargo humana y sociológicamente los costos son bien distintos)”

En agosto 2013 se volvía a insistir indicando que “el Euro funciona para su “locomotora” teutona pero es un chaleco de fuerza para los “vagones de atrás” que son las economías periféricas que están fuera de los parámetros de competitividad y sin representación real de sus intereses por parte de sus líderes políticos”.

Y continuábamos “estamos asistiendo en los países periféricos de Europa a un desmoronamiento del tejido industrial, donde al emprendedor o empresario medio y pequeño le está siendo muy difícil mantenerse a flote y tiende a desaparecer, donde el desempleo joven presenta números inaceptables para países supuestamente desarrollados, donde los gastos en investigación y desarrollo tienden a cero y donde las burocracias cada vez son más ineficientes y gigantes y los Estados, al no poder mantener el ancien régime del Estado de Bienestar, se han vuelto cada vez mas sedientos de recursos persiguiendo a sus ciudadanos con más y más presión tributaria”.

A pesar del tiempo transcurrido pareciera que en Europa seguimos sin entender de qué se trata el problema, y cuando alguien pareciera percibirlo, al menos desde el discurso político, como es el caso del primer ministro italiano Matteo Renzi o del primer ministro francés Manuel Vals, sus palabras quedan paralizadas por el status quo y la confusión general.

Es en ese mismo status quo -consolidado desde la post guerra a fines de los 40’s y principios de los 50’s- donde el poder se alterna una y otra vez entre dos fuerzas intelectualmente agotadas y operativamente inoperantes, a saber: el socialismo y el conservadurismo europeo.

El pasado 2 de julio de 2014 el primer ministro italiano Matteo Renzi, en la asunción de Italia como autoridad temporaria (semestral) del Parlamento Europeo, dijo con claridad meridiana que “sin crecimiento no hay futuro para Europa”(4) sin embargo, más allá de los aplausos de ocasión, pareciera que los hacedores de política en Europa no entienden el nudo gordiano del problema europeo, que no es uno de deuda, ni de ajuste, sino un problema de falta de crecimiento económico causado por desequilibrios de tejido productivo que han producido gangrena económica y paralización social. En efecto, en Europa presenciamos (y sufrimos) un agotamiento del Estado de Bienestar tal como se lo entendía en los 50’ y 60’s que ha convertido a Europa Occidental en un lugar burocrático, paralizado y decrépito donde su fuerza productiva emigra o queda entrampada en un limbo económico.

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Renzi, con el histrionismo que lo caracteriza, se preguntaba en el Parlamento Europeo: Si hoy Europa se tomara una “selfie” ¿qué imagen vería de sí misma? El mismo Renzi se contestaría diciendo: “Estancamiento, resignación… aburrimiento”.

Grecia como Paradigma de Europa

Grecia no es un caso aislado de Europa, vale decir, no es ni una excepción ni un hijo rebelde o mal alumno de Europa. Grecia no es un problema para Europa, Grecia “es” el paradigma de Europa. El problema griego es -con diferencias de grado- el problema de toda Europa (la obvia excepción de la pan-Germania es la otra cara de la moneda y -al mismo tiempo- es parte del problema).

Grecia -al igual que la mayor parte de los países del área Euro- es un país económicamente paralizado por la falta de inversión, innovación y competitividad con una baja productividad del trabajo, altísimos costos laborales, rigideces y burocracias que la dejan fuera de juego al no poder competir con sus pares de Estados Unidos, Asia y otros países de la OCDE. Su tejido productivo se ve desmoronado por la falta de crédito al empresariado medio y pequeño y desde la política no hay atisbos de soluciones con una clase dirigente e intelectual que  se viene alternando desde hace demasiado tiempo entre un corporativismo conservador agotado y un ideario social-demócrata imposible ya de mantener que hace agua por todos lados.

Estas condiciones -como era fácil prever- comienzan a ser caldo de cultivo para viejas ideas populistas y xenófobas que se ofrecen como solución y -de continuar su escalada- serian aun peor que la patología actual.

La raíz del problema económico europeo viene dada por un grave error de diagnóstico al confundir groseramente un problema de crecimiento y dinámica económica con uno de deuda y -ulteriormente- por falta de visión al no plantear -de una vez por todas- una propuesta liberal (en el sentido clásico y europeo de la palabra), pragmática y socialmente sustentable, en vez de continuar repitiendo hasta el hartazgo las consignas fracasadas y agotadas del conservadurismo y/o las fantasías irresponsables del socialismo.

Este domingo 25 de enero tendrán lugar elecciones generales en Grecia y las perspectivas no son alentadoras.

El primer ministro Antonis Samarás (Nueva Democracia – centro derecha) no logra articular una propuesta que sea inclusiva con Europa -y el Euro- pero que al mismo tiempo pueda lograr en Bruselas los cambios de política necesarios para hacer que su pueblo deje de pauperizarse, es decir, pareciera que intenta seguir bailando al compás del ya fracasado conservadurismo de Bruselas impuesto por una Alemania ciega, sorda y muda. Por otro lado, la alternativa de Alexis Tsipras (Coalición de la Izquierda Radical) pareciera ser mas de la vieja receta populista neo-marxista que tanto ya conocemos, y que no conduce a nada bueno.

Hoy salirse del Euro de manera intempestiva podría aparejar un colapso monetario para toda Europa, poniendo a Grecia en situación de paria monetario en primer lugar pero de consecuencias imprevisibles si la “nueva dracma griega” se recuperase y saliera a flote. El efecto demostración para el resto de Europa haría saltar la unión monetaria por los aires y el ambiente político giraría hacia posiciones extremas tanto de izquierda como de derecha.

La Materia Pendiente Europea

La capitulación por parte del Banco Central Suizo (Schweizerische Nationalbank) de mantener una relación fija (peg) de su Franco contra el Euro días atrás nos habla a las claras de que la situación de la Eurozona requiere cirugía mayor. Los mercados financieros siempre se adelantan a la economía real. Basta ver el derrotero de la relación Euro/Dólar de los últimos 12 meses para ver la aceleración negativa de la moneda europea. La parálisis económica y su innegable deflación ya no pasan desapercibida para nadie y es sufrida por todos los europeos.  Sin embargo, el pensamiento dominante en Bruselas sigue siendo que esa cirugía mayor debe venir solo por ajuste deflacionario, pero a estas alturas seguir por esa senda ya resulta demasiado peligroso. Muestra de esto es la toma de fuerza del pensamiento euro-escéptico y de las radicalizaciones de derecha (Frente Nacional en Francia, Amanecer Dorado en Grecia, Lega Nord en Italia, etc.) o de izquierda (SYRIZA en Grecia, Podemos en España, etc.).

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Al no ser Europa una nación sino un conglomerado de naciones, con diferencias estructurales de tejido productivo y grandes desigualdades en las productividades del trabajo intra-zona, el efecto de las políticas de Bruselas no afecta por igual a toda Europa. Lo que hace tracción del crecimiento europeo son las exportaciones pan-germánicas que vienen de la única parte del tejido industrial europeo con los niveles de productividad necesarios para competir. Lo que se necesita no es más de lo mismo (conservadurismo del status quo) ni tampoco euro-escepticismo (populismos europeos de derecha e izquierda).

Lo que se necesita en Europa es más Europa. Lo que se necesita en Europa es una mejor Europa. Lo que se necesita desesperadamente en Europa es equilibrar las fuerzas productivas de todos los países de la Euro-zona para competir como bloque de manera pareja. Para ello primero se debería entender que el desafío no es ajustar por deflación de precios y salarios sino crecer de manera pareja intra-zona.

Por tanto las autoridades deberían arbitrar primero las medidas económicas -tanto fiscales,  monetarias y de reformas estratégicas- acompañadas por las medidas políticas necesarias, como por ejemplo planes de reconstrucción y balanceo económico intra-zona necesarias para eliminar las asimetrías económicas estructurales, reparar las condiciones de tejido industrial y respaldar la capacidad exportable de los países periféricos, promover el financiamiento del sector productivo medio (por ejemplo con medidas como la emisión de eurobonos que homologuen costo de financiamiento, la unión bancaria, la unión fiscal) y finalmente un plan integral de reconstrucción de infraestructura en países periféricos de la eurozona junto a un programa de estímulos fiscales para reducir los rezagos de productividad.

Europa no puede seguir hablando de sí misma con slogans vacios sino que debe integrarse realmente en sí misma. Para ello los hacedores de política, desde el Parlamento en Bruselas hasta el Banco Central Europeo en Frankfurt, deben arbitrar las medidas de política para hacer de Europa una entidad compacta en términos de tejido productivo, balanceada en sus niveles de productividad, compatible en sus condiciones de crédito intra-zona y con la infraestructura material y la actitud mental necesarias para ser creativos y productivos.

Esta carencia europea es la carencia griega, y es este drama europeo el drama griego.

La solución no pasa ni por abandonar el euro y “patear el tablero”, ni por seguir acatando una política de ajuste por asfixia.

Europa se debe un debate, y todos los que vivimos en este continente, cuna de la civilización occidental, deberíamos entender que “todos somos griegos” porque el problema de los griegos es el problema de toda Europa.

Esta tierra fue cuna de Sócrates, Platón y Aristóteles; de Cicerón, Leonardo y los Medici; de Montesquieu, Locke y Adam Smith; de Ortega y Gasset, Popper, Hayek y von Mises; esta misma tierra se debe a si misma volver a pensarse y generar para sí una sana actitud competitiva y emprendedora, al tiempo de recuperar su productividad material  y su alma ilustrada.

Fuente: http://ar.bastiondigital.com/