Vie. Mar 29th, 2024

Prensa Republicana

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Ganar, de eso se trata – Por Vicente Massot

Después de las interminables idas y vueltas que dio Sergio Massa en las últimas semanas con el propósito manifiesto de acercarse al Pro, cuanto decida hoy en torno a su candidatura presidencial habrá pasado a ser un tema menor o intrascendente. Pocas veces se vio a un político chocar contra la pared de manera reiterada sin que los magullones recibidos hicieran mella en su humanidad. El jefe del Frente Renovador trató de llegar a un acuerdo con Mauricio Macri una y otra vez, siempre con el mismo resultado. A la insistencia creciente del de Tigre, la respuesta del jefe de gobierno de la Capital Federal nunca cambió de tono: lacónica y cortante al propio tiempo, no dio lugar a las dudas respecto a su desinterés por sentarse a negociar. Sin embargo, fueron innumerables las especulaciones que se tejieron respecto a esa alianza, imposible a juzgar por la convicción hondamente arraigada en Macri y, sobre todo, en Jaime Duran Barba, acerca de su inconveniencia.

Está claro que el asunto, si alguna vez tuvo andadura, hoy está cerrado. Macri no quiso ni quiere tener puntos de contacto con un Massa al cual la ronda de ofrecimientos que hizo y las cachetadas que recibió acabaron por esmerilar su eventual candidatura hasta extremos indecibles. Por lo tanto, el anuncio que hará en estas horas en cuanto a su derrotero futuro carece de importancia. El país se halla polarizado entre Daniel Scioli y Mauricio Macri, quienes dirimen ya supremacías sin que el resto de los contendientes sean otra cosa que convidados de piedra.

Nos encaminamos, sin escalas intermedias, a unas PASO que serán un censo capaz de registrar, con precisión de centavo, las preferencias electorales de los argentinos y harán las veces de una primera vuelta. El 9 de agosto conoceremos cuál es la envergadura de los contendientes, y a partir de ese día y hasta el 25 de octubre se desarrollará la parte final de la campaña. Todo hace suponer que el 25 uno de los dos candidatos mencionados, sin necesidad de alargar la espera y pasar a noviembre, obtendrá 45 % o más de los votos y será el sucesor de Cristina Fernández. No hay mayores incertidumbres en este orden.

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Quedan flotando —por supuesto— otras incógnitas que podrán evacuarse por etapas entre el 20 de este mes y el 25 de octubre. Las alianzas que habrán de oficializarse tendrían calado si acaso Massa y Macri hubieran conciliado pareceres. No siendo así, apenas representan una formalidad. En cambio, dentro de diez días o antes conoceremos los nombres de los candidatos a vicepresidente; la persona elegida por Cristina Fernández para suceder a Daniel Scioli y la conformación de las distintas listas de diputados y senadores nacionales del Frente para la Victoria.

Como cualquiera con un mínimo de entendimiento político puede apreciar, no es lo mismo que la viuda de Kirchner aparezca o no en las boletas; que Randazzo termine bajándose de su ilusión actual y sea impulsado por la Casa Rosada a la provincia de Buenos Aires o que el acompañante de Scioli sea Kicillof, De Pedro o Uribarri.

Sólo cuando se sepa quiénes son los candidatos definitivos —sobre todo en el oficialismo— existirá la posibilidad de hacer un relevamiento serio sobre la intención de votos a nivel nacional. Lo escrito no apunta a descalificar a las pocas encuestas creíbles, hechas hasta el momento. En absoluto. Apunta, eso sí, a poner en evidencia la relatividad de las mismas en función de que aún hay incógnitas de peso susceptibles de modificar las preferencias electorales de la gente.

A pocos días de esas definiciones, no tiene sentido entretenerse en tejer teorías sobre los pros y contras de Marcos Peña y Gabriela Michetti, Florencio Randazzo y Julián Domínguez, Wado de Pedro y Sergio Uribarri, en caso de resultar ellos los elegidos para defender los colores del frente oficialista y el Pro en los comicios venideros. Los nombres en danza poseen, todos, ventajas y desventajas según la lógica que se aplique en el análisis y el parámetro de medida que se adopte. Esta escrito que el tema será definido en un lado por Cristina Fernández y en el otro por Mauricio Macri. Los dos tienen una mesa chica con la cual consultar, sólo que aquella decide sola mientras éste no toma decisión ninguna de carácter estratégico sin el auxilio de su gurú ecuatoriano. Son formas distintas de actuar y de adoptar estrategias, nada más.

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Conviene no teñir el estudio del contexto preelectoral con razonamientos apocalípticos o conspiracionistas. Meses atrás fue moda especular con la idea de que la presidente prefería perder ante Macri a ganar con Scioli. En rigor la sola mención del tema representaba entonces —y sigue siendo hoy— un disparate sonoro. Otro tanto cabría afirmar de una noción parecida, livianamente atribuida al lord mayor de la ciudad de Buenos Aires: que, en última instancia, está dispuesto a perder aferrado a la pureza del PRO antes que ganar con el ex– kirchnerismo del Frente Renovador.

Cristina Fernández tanto como Mauricio Macri desean triunfar por diferentes razones. De ello no hay dudas. Podrá coincidirse o disentirse con las estrategias electorales que han vertebrado, con los candidatos que en definitiva escojan y con las ideas que defienden. Pero son políticos; y por lo tanto, ambiciosos en el mejor sentido de la palabra. Si estuviesen satisfechos se quedarían en sus casas. No lo están. Quieren cambiar —en sentido absolutamente opuesto el uno del otro— el país de los argentinos. Para eso la condición necesaria es ganar el 25 de octubre.

Por cierto, las mayores novedades políticas de los próximos días podrían provenir, no tanto de la presentación de alianzas, sino de la boca del arrepentido Alejandro Burzaco.