Mar. Mar 19th, 2024

Prensa Republicana

Con las ideas derechas

Fortalezas y flaquezas de los candidatos. Por Vicente Massot

En un país que desde hace décadas marcha a la deriva, sin brújula ni derrotero específico, pensar que su clase política podría ser la excepción a semejante estado de cosas sería ridículo. La tentación de compararla con una bolsa de gatos —después del pobre espectáculo que ha dado, de cara a las PASO— es grande. Pero representaría una injusticia para unos pocos de sus integrantes que merecen más crédito y se esfuerzan con ahínco y talento para no parecerse al resto. Como quiera que sea, tenemos listas y —ahora sí— la posibilidad de hacer relevamientos preelectorales serios en cualquiera de los 24 distritos electorales está al alcance de la mano. Hasta aquí las preguntas que se les hicieron a los entrevistados en las diferentes encuestas eran demasiado generales como para tomar sus resultados al pie de la letra. A lo sumo marcaban una tendencia, aunque muy tenue. Con nombres y apellidos más o menos conocidos en los primeros lugares de las boletas que presentaron el kirchnerismo, Juntos por el Cambio, los muchachos de Randazzo y las facciones libertarias, sondear la intención de voto del electorado nacional cobra el sentido que, antes del sábado a la noche, le faltaba a la iniciativa. Los aspirantes a diputados, senadores, concejales y —en dos casos— a gobernadores se hallan expectantes, en las gateras correspondientes. Los especialistas en pulsar el ánimo de la gente con anterioridad a que se meta en el cuarto oscuro, también.

Es obligado comenzar el análisis diciendo que, en esta oportunidad, las sorpresas de último momento fueron escasas y de poca trascendencia. Salvo, claro, que se le confiera alguna importancia especial al lanzamiento, entre gallos y medianoche, de Agustín Rossi en Santa Fe; a la aparición sobre la hora de cierre de Sergio Berni, con el propósito de presentarse como primer candidato a diputado provincial por la segunda sección electoral, o a la intempestiva retirada de Gustavo Santos del acuerdo que había sido forjado en Córdoba entre los principales referentes de Juntos por el Cambio. Quizás a nivel distrital tengan alguna envergadura y hayan movido allí el avispero. No obstante, nada que modifique de manera significativa las chances electorales de oficialistas y opositores en esos distritos que —dicho sea de paso— son tres de los cuatro de mayor peso. La alianza tácita del ministro de Defensa con el presidente de la República, decidida a enfrentar a la del gobernador de esa provincia litoraleña y a la mismísima Cristina Fernández, tiene miga y fue inesperada. Dicho lo cual también es necesario aclarar que en la medida que nadie está dispuesto, ni en Santa Fe ni en ningún otro lugar del país, a sacar los pies del plato luego de substanciarse las internas abiertas del 13 de septiembre, los tironeos, forcejeos, zancadillas, malicias y acusaciones que puedan cruzarse los hombres y mujeres de los mismos partidos, forman parte del folklore democrático. Nada que no hayamos visto con anterioridad y que no vayamos a presenciar en el futuro.

Bien mirado el panorama, la que salta a la vista como la disputa con mayores implicancias futuras —de las muchas que se llevarán a cabo dentro de un mes y medio— es aquella en la que dirimirán supremacías en la provincia de Buenos Aires, en el marco de Juntos por elCambio, Diego Santilli y Facundo Manes. Eso por dos razones excluyentes: de un lado la significación que adquiere el territorio bonaerense en cualquier puja electoral, debido al número de sufragios y de diputados en juego. Además de ello, por las consecuencias que traerá aparejada la victoria de uno u otro candidato hacia adentro del principal polo opositor. No es menester recordar cuánto ha alterado la estrategia presidencial de Horacio Rodríguez Larreta la irrupción en escena —respaldado por el grueso del radicalismo— de Facundo Manes. Tanto en el supuesto de que ganase, como de que perdiese haciendo una elección relevante, los planes del lord mayor de la capital federal para 2023 deberán rehacerse. Lo contrario sucedería si Santilli fuese capaz de doblegar con holgura a su ocasional adversario y —ni qué decir tiene— si a eso le sumase otra victoria en noviembre. En buena medida, la candidatura de Rodríguez Larreta, que parecía segura hasta principios de año, de imprevisto se ha visto desafiada por dos contendientes que sólo el curso ulterior de los acontecimientos determinará si poseen la musculatura imprescindible para medirse con él más adelante: Patricia Bullrich y Facundo Manes.

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¿Cómo se encuentran parados Santilli y Manes en el ring? —Comencemos por la variable territorial. Al primer análisis daría la impresión de que la figura impulsada por la UCR lleva alguna ventaja en el interior de la provincia. En cuanto hace a la primera y tercera secciones electorales —66 % del voto total del distrito, poco más o menos— Santilli tomó la delantera en la parte sur del conurbano por el respaldo, que en la localidad de Lanús ha conseguido, del único intendente de peso con el que cuenta Juntos por el Cambio, Néstor Grindetti. En la zona norte, en cambio, las cosas en términos de los apoyos que se han asegurado por parte de los jefes municipales lucen parejas. Mientras el hombre de Rodríguez Larreta cuenta a su favor con el sostén de Diego Valenzuela y de Jorge Macri, dueños y señores de 3 de febrero y de Vicente López, respectivamente, el neurólogo no se ha quedado atrás y viene acompañado por Joaquín de la Torre, de San Miguel, y del ex–intendente de Malvinas Argentinas, Jesús Cariglino.

Por fuera de los espacios geográficos mencionados hay otros dos aspectos fundamentales a la hora de evaluar sus fortalezas y sus flaquezas, si las hubiese. Manes le saca una cabeza a Santilli si se piensa que no pasó aún por la función pública y, por lo tanto, no tendrá que explicar el sonoro fracaso gubernamental de Cambiemos, algo que no cabe decir de su contrincante. A su vez, éste cuenta con una billetera más gorda y una organización en principio más
extendida y mejor preparada que la de aquél. La logística de Rodríguez Larreta es bien superior a la de sus adversarios. Por último, debe considerarse el perfil de cada uno frente al electorado. Si la recusación a la clase política que se deja ver en las encuestas fuese tenida en cuenta al momento de votar, Manes otra vez estaría delante de Santilli, porque no forma parte de esa verdadera casta, cada día más desprestigiada entre nosotros. En cambio, si lo que buscase el pueblo soberano fuese experiencia en el manejo de la cosa pública, no hay duda de que un político parece más capacitado que un neurólogo.

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En tren de especular, que es lo que estamos haciendo, las chances de Diego Santilli son algo mayores que las de Facundo Manes en las PASO, por la dimensión de su estructura. Al mismo tiempo Manes posee mejores posibilidades de ganarle la provincia al kirchnerismo en razón de que no ofrece prácticamente ningún flanco abierto —del que puedan aprovecharse sus enemigos— y es vastamente conocido por una actividad de la cual buena parte del electorado ha escuchado hablar: la neurociencia, nada parecida a la política que una porción considerable de la ciudadanía detesta. Aparece como el chico bueno e impoluto de la película recién estrenada.

En las trincheras del Frente de Todos el panorama, salvo en Santa Fe, resultó el previsible. Era lógico pensar que Cristina Fernández no iba a pasar por sobre los pedidos presidenciales como alambre caído. La Señora y el hijo le permitieron al primer mandatario del país colocar a sus candidatos en los lugares de privilegio de las listas porteña y bonaerense —básicamente, porque no había mejores. Si bien Victoria Tolosa Paz y Leandro Santoro no dicen mucho,
de todas maneras no resultan piantavotos ni deslucen la oferta electoral partidaria. De ahí a considerar que el menguado Alberto Fernández por un momento retomó el control de las candidaturas y salió empatado con su vice, hay un abismo. No resiste el menor análisis sostener la idea de que habrá que barajar y dar de nuevo en lo que hace a la relación de los dos que portan el mismo apellido. Una pelea a brazo partido entre ellos habría sido algo así como un suicidio. La imagen de unidad que debían dar —de manera especial en las dos principales vidrieras electorales de la Republica— se logró con creces. El presidente puede sacar pecho y sostener, con razón, que Tolosa y Santoro son suyos, en tanto la jefa del frente que los aglutina no tiene necesidad ninguna de jactarse ¿Para que? Si hasta los menos avisados saben que ella pobló las listas con sus incondicionales, a puro antojo.

Cuánto importan al electorado las peleas entabladas por los gatos dentro de sus respectivas bolsas es una incógnita difícil de despejar. Es probable que la dimensión de la grieta relegue a un segundo plano la torpeza inicial —sobre todo la de los candidatos de Juntos por el Cambio en la provincia de Buenos Aires y de los del kirchnerismo en Santa Fe— pero eso no es seguro y todos ellos —si tuviesen un mínimo de sentido común— deberían pensar dos veces antes de disparar sus descargas contra sus propios correligionarios. No entender que, en las internas abiertas, lo único que está prohibido es levantar injurias o sospechas de corrupción respecto de los contrincantes del mismo partido, es prueba o de irresponsabilidad o de ignorancia.