El hombre es solo su libertad -decia J.P.Sartre – pero, continuaba, como no hay Dios, ni verdad alguna, ni bien ni mal, la libertad no tiene sentido, ni sustento, tampoco ningún límite y de ahí que esa libertad absoluta, absurda, anárquica, vacía, muy lejos de parecerse a la felicidad conduce a la desesperación. El ateo materialista francés hablaba de algo semejante al infierno.
Un ejemplo por demás aterrador de esa libertad destructora, implacablemente inhumana, lo tenemos hoy delante nuestro en Entre Rios.
Venida de lo que llamamos justicia, de ese territorio absurdo, poblado por inmorales, abolicionistas, prevaricadores llenos de odio, una tal Belén Esteves, tristemente juez, ordenó un aborto, en una embarazada de cinco meses. Escribió la sentencia de muerte para un ser humano en el vientre de su madre, criminal designio por demás insólito ante todo por dos razones, lo hace en un país donde no hay pena de muerte y en el que se acaba de rechazar la ley del aborto
Pese a todo, contrariando el derecho y la ley, se ejecuta la atroz condena – pero al cabo del procedimiento – el bebé sigue vivo.
Es entonces cuando los verdugos sorprendidos por la obstinación vital del bebé, lo descartan, lo abandonan, sin el más leve soporte ni médico ni humano, ni siquiera en una cuna, sino en un reciepiente metálico durante diez horas, diez horas de inédita agonía.
Mientras el bebé atravesaba ese infinito desamparo anhelando el calor materno, los sicarios o sea los médicos, enfermeras, anestesistas, neonatólogos, etc., etc., podríamos decir, toda una clínica entera, no dieron un mínimo paso a favor de la vida; nadie, absolutamente ninguno de estos hijos del horror tomó ese cuerpito para abrigarlo de vida, ninguno fue capaz del apremiante gesto de misericordia, simplemente estaban ahí plantados como piedras, mirando durante diez horas, una atrocidad capaz de estremecer a las bestias salvajes.
De Belén Esteves no podríamos decir más, hizo lo que hizo, y deberá enfrentarlo cada día y sobre todo cada noche de la vida. Como demostró condiciones tal vez hasta llegue a la Corte. Algunos dirán que es una mujer progresista, decidida, de avanzada, feminista y sin prejuicios, zafaroniana claro, no faltarán otros que en cambio recuerden su pasado criminal el de aquel dia en que sentenció a muerte a un bebé de cinco meses de gestación.
El aterrador episodio ocurrió en un pais degradado hasta el abismo, habitado por gente que se declara contra la pena de muerte y al rato reclama por aborto sin trabas y sin límites, un país que se rasga las vestiduras pensando que la policia pueda disparar a los delicuentes y vea sin espanto que los jueces ordenen matar bebés y a los médicos convertirse en los peores criminales, un país ausente de justicia y de verdad.
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