Jue. Mar 28th, 2024

Prensa Republicana

Con las ideas derechas

El fenómeno Milei. Por Vicente Massot

Demos por descontado que, antes de sentarse a la mesa de la conducción de Juntos por el Cambio, algunos de sus capitostes se pusieron de acuerdo para introducir en el orden del día el tema Milei. Supongamos, por elementales razones de lógica, que —para no improvisar sobre la marcha en una cuestión destinada a traer cola— forjaron una estrategia con base en la cual defender su posición. Imaginemos que —cumplidos estos pasos y conformes con el curso de acción elegido— fueron al cónclave de la coalición de la que forman parte, seguros de ganar. Pues bien, si el curso de los acontecimientos previos a la reunión del pasado miércoles fue éste, habría que ponerles a sus gestores el bonete y mandarlos al rincón de los burros. Pocas veces se ha visto tamaña torpeza. No sólo por la falta de timing que demostraron sino también por las consecuencias que cosecharon. No había ninguna necesidad de redactar semejante esperpento a dieciséis meses de que se substancien las PASO y a dieciocho de las elecciones presidenciales. Aunque todas las autoridades que se hicieron presentes en el Instituto Hannah Arendt hubiesen estado de acuerdo sobre el particular, no era el momento para hacerlo público. Lanzado a destiempo, el comunicado obró a la manera de un boomerang. Para Gerardo Morales, María Eugenia Vidal, Horacio Rodríguez Larreta, Martín Lousteau, Mauricio Macri, Patricia Bullrich, y Elisa Carrió la jugada les salió al revés de lo que suponían.

Fue como pisar un rastrillo en medio del jardín: Javier Milei salió fortificado del trance y sus enconados adversarios dejaron al descubierto sus profundas disidencias. Peor imposible.

Aunque no quedó del todo claro cuál había sido el papel que desempeñaron entonces Mauricio Macri y Patricia Bullrich, lo cierto es que, al margen de las simpatías que pueda despertarles el jefe de los libertarios, hicieron las veces de furgón de cola de las así denominadas palomas. Ninguno de los dos dijo esta boca es mía y no faltan motivos para pensar que quien fue titular de la cartera de Seguridad adoptó una posición conciliadora entre sus pares para después, consciente del barbarazo que habían cometido, calificarlo de “profundo error”. Los dos halcones
de Juntos por el Cambio no saben qué hacer delante de un candidato con el que tienen una buena relación, además de una indisimulada sintonía ideológica, pero al que no se animan a defender de cara a los radicales, los miembros de la Coalición Cívica y una porción muy representativa de la dirigencia del Pro. En realidad, el fenómeno Milei se recorta en el horizonte de los cambiemitas como un desafío y una amenaza al propio tiempo. Todos lo saben y por eso, mientras unos levantan la voz en su contra y se rasgan las vestiduras ni bien escuchan su nombre, los otros tratan de ponerle paños fríos al debate, sin conseguirlo. El único que no se calló la boca y salió a embestir a la mesa directiva fue el cordobés Luis Juez. Dijo dos cosas que será menester tener en cuenta al momento en que, el año próximo, comiencen a cerrarse acuerdos estratégicos. El político mediterráneo planteó la necesidad de unirse con los honestos y adelantó que él quiere ganar la gobernación y ser el sucesor de Schiaretti. Si para eso debe aliarse con los libertarios, no retrocederá espantado.

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Resulta difícil saber quién manda en Juntos por elCambio, si es que alguien manda. Lo que salta a la vista es que el mando es colegiado y caótico al mismo tiempo. Gerardo Morales hace honor al dicho tribunero se agrandó Chacarita. El es gobernador de la provincia de Jujuy pero parece creer que domina el Gran Buenos Aires. Sus ínfulas se corresponden mal con la intención de voto insignificante que acredita en las encuestas. Habla como si fuera un Alfonsín resucitado pero es —apenas— Gerardo Morales. Horacio Rodríguez Larreta se imagina con la banda presidencial puesta, aunque deberá antes lidiar con Patricia Bullrich y su ex–jefe, que amenaza presentarse acompañado por Carolina Losada. Por su parte, a la jefe del Pro le sobran ganas. Claro que, de momento, su jefatura es sólo formal. Por fin está Macri que no tiene el poder de otrora y así y todo crece a medida que pasan los meses y la crisis del país gana en intensidad. Sin ánimo de faltarles el respeto: están metidos en una bolsa de gatos y no dan con el remedio que los saque de ese lugar.

El inconcebible paso en falso que ha dado la gente de Juntos por el Cambio transparenta —más que cualquier otra cosa— la vigencia creciente y la dimensión del fenómeno Milei. Nadie se hubiese ocupado de él si no fuera por la carrera fulminante que ha realizado en los últimos doce meses. En mayo del año 2021 era un economista al que distintos periodistas televisivos convocaban por sus opiniones políticamente incorrectas. El personaje llamaba la atención a raíz de su peinado, su iracundia y su lengua filosa. Proclamaba a los cuatro vientos, de una forma entre estrambótica y provocativa, cosas que no formaban parte del repertorio de sus pares ni —menos aún— de los integrantes de lo qué pasó a calificar como la casta. Un buen día anunció que sería candidato y en las urnas sorprendió a todos. Ese 18 % de votos que obtuvo en la capital federal, no provinieron de la tribu tradicional que había acompañado en tiempos idos a la Nueva Fuerza, la Ucedé y al Pro. Había calado hondo en los jóvenes y en sectores sociales que nadie hubiera pensado que lo respaldarían. Hoy su intención de voto a nivel nacional ronda entre el 18 % y el 22 % según sean las encuestas que se tomen en cuenta. La última conocida, de Management&Fit, da cuenta de que por primera vez en muchos meses el crecimiento de Libertad Avanza ha sido de tal naturaleza que los votos que le quita a Juntos por el Cambio hace que el kirchnerismo, con el 27,3 %, figure en primer lugar de la intención de voto nacional, Juntos sume el 26,5 % y Milei el 22,8 %. Una performance así, en tiempo tan escaso, sin grandes valedores que lo respalden y sin gestar alianzas con ninguna de las fuerzas opositoras conocidas, es algo inédito entre nosotros. De la nada se ha transformado en el personaje del que todos hablan bien o mal. Está parado en el medio del ring, no le escapa a la lucha y desea llevarse a la casta por delante.

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Es evidente que Milei ha sabido, mejor que cualquier otro referente de la política argentina, acertar con el planteamiento de las cuestiones que se hallaban soterradas, a la espera de que alguien las sacase a la luz y les diese rodamiento. Entendió que existe un hartazgo generalizado en la población y que el gradualismo, la moderación y la defensa del statu quo son mal vistos. Por eso lo suyo no es el cuidado de las formas. Que se diferencie en cuanta oportunidad se le presenta de los bien pensantes y de los que juegan eternamente al empate, no es una pose ni mucho menos. Está en las antípodas de casi todos los dirigentes de Juntos por el Cambio en razón, precisamente, de que entiende a las claras lo que significa la enemistad y la categoría del enemigo en la arena política, algo por completo ajeno de los postulados de aquéllos.

La gran fortaleza que acredita reside, por un lado, en el deterioro inevitable de un gobierno que hace agua por los cuatro costados y demuestra una ineptitud colosal a la hora de hallar soluciones para los problemas que agobian a la gente y, por el otro, en las diferencias que han explotado en el seno del principal frente opositor. En medio de una crisis que no hace más que acrecentarse, es lógico que Javier Milei crezca a expensas de los cambiemitas. Cuanto peor sea la situación, mayores serán las chances de su espacio político de meterse en la segunda vuelta. De momento, no es lo que reflejan los relevamientos de opinión pública, pero ¿quién acaso tenía en cuenta a Jair Bolsonaro un año y medio antes de los comicios que terminaron dándole el triunfo en Brasil? ¿Quién apostaba en favor de Donald Trump en los Estados Unidos?

Salvo que por motivos hoy inimaginables su movimiento se apagase repentinamente en los meses venideros como una cañita voladora, con una intención de voto del 20 %, ya está metido en la pelea grande. Aun cuando quedase tercero, detrás de Juntos por el Cambio y del peronismo, contaría con un bloque de diputados que podría transformarlo en el árbitro de la cámara baja del Congreso de la Nación. Son, por cierto, especulaciones que el curso ulterior de los acontecimientos confirmará o refutará. Mientras tanto, el fenómeno Milei pone de manifiesto otra característica inusual: cuanto más críticas recibe de sus adversarios, parece ganar más espacio y trepar en las encuestas. Se explica por el hecho de que todavía ninguno de sus opugnadores ha logrado hallar un argumento que le haga mella. Las acusaciones de que es un populista peligroso —la opinión de Beatriz Sarlo y Martin Lousteau—, que es el representante de la anti-política o que expone ideas que son imposibles de llevar a la práctica, le resbalan sin provocarle el menor daño. Por ahora, es a prueba de balas.