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El cristinismo y los gobernadores del PJ, con estrategias opuestas – Por Carlos Tórtora

Paradójicamente, la relativa paz cambiaria conseguida por el gobierno y la inminente baja de la inflación, como consecuencia de la creciente recesión, estarían precipitando la crisis interna del PJ, en lugar de contenerla.

Mientras se especulaba con una eventual crisis de gobernabilidad y la posibilidad de que a CFK se le hiciera muy difícil continuar en el gobierno hasta diciembre del 2015, los grupos de poder del peronismo -y también los de afuera- permanecieron expectantes ante la posibilidad de una crisis institucional. Pero en las últimas semanas el gobierno se estabilizó a partir del acuerdo de pago de la indemnización a Repsol, el nuevo índice de precios pactado con el FMI y la proximidad de las conversaciones con el Club de París.

En este nuevo contexto, la dirigencia peronista empieza a imaginarse que el cristinismo puede sobrevivir a los embates del ajuste. Y si la selección argentina volviera triunfante de Brasil, la Casa Rosada lo capitalizaría sin contemplaciones. Aunque no se llegue a tanto, Cristina consiguió comprar el elemento más valioso de la política: tiempo para maniobrar y llegar a fin de año, es decir, al ciclo electoral.

Así es que esta semana se hizo sentir la versión de que en Olivos se estudia seriamente desplazar a Daniel Scioli de la carrera presidencial, invitándolo a competir por la sucesión de Mauricio Macri en la ciudad de Buenos Aires, cargo que tiene en vista también Eugenio Zaffaroni. De llegarse a esto, el Frente para la Victoria podría organizar una primaria en la que compitan, por ejemplo, Sergio Urribarri con José Luis Gioja o Julián Domínguez. Pero la inquietud no sólo golpea a Scioli sino a toda la mesa de gobernadores peronistas. Con mayor solidez que la versión comentada, Carlos Zannini y Máximo Kirchner estarían trabajando en un esquema para que el candidato a vicepresidente del FpV en el 2015 sea el flamante Vicepresidente Provisional del Senado, Gerardo Zamora. Tal ofensa para la dirigencia peronista sería todavía mayor a lo que significó en el 2011 la designación del ex ucedeísta Amado Boudou. Zamora llegó a la conducción del Senado con la resistencia de la bancada oficialista y simbolizó la reafirmación de la voluntad de poder presidencial ante el proceso de desgaste que afecta a todos los presidentes en la última mitad de su mandato. Más allá de que las posibilidades del oficialismo de triunfar en el 2015 no son muchas, que Cristina deje como herencia la posibilidad de que un radical sea presidente en una eventualidad, algo que el peronismo toleró con Julio Cobos cuando Néstor Kirchner estaba en la cumbre de su poder, en el 2007. Pero ahora son otras las circunstancias.

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Senderos que se bifurcan

La realidad es que para los gobernadores del PJ, algunos de los cuales anteanoche tuvieron una tormentosa cena en la Dirección de Remonta y Veterinaria del Ejército, sus intereses estratégicos lentamente se van bifurcando de los que tiene CFK. Con José Manuel de la Sota como su portavoz más audaz, los mandatarios justicialistas necesitan que el gobierno fuerce la unidad electoral del PJ detrás de un candidato presidencial ganador para el 2015, que en los números del oficialismo hoy sería Scioli. Pero esto significaría lisa y llanamente encumbrar al sucesor de Néstor Kirchner, con lo cual su viuda se encontraría con dos problemas. El primero es que su poder político se licuaría rápidamente porque hasta la mayor parte de la dirigencia K se haría por ejemplo sciolista, si es que el elegido fuera el bonaerense. El otro problema, más serio y consecuencia del primero, es que el desbarajuste económico que dejaría el gobierno crearía condiciones ideales para plantear una especie de Nuremberg de la corrupción que canalice la vindicta pública y lave la imagen de un peronismo demasiado ligado a una década de corrupción y a los nombres de Lázaro Báez, Cristóbal López, Ricardo Jaime y Claudio Cirigliano, entre otros.

Resuelta a no inmolarse para darle un nuevo triunfo al peronismo, CFK estaría maniobrando decididamente para instalar otro escenario. Es decir, conseguir que el candidato oficialista llegue al ballotage pero sólo para perder tal vez ante una mega coalición integrada por UNEN y el PRO. De este modo, el perdedor, Scioli o quien fuera, cargaría con la vergüenza de la derrota como Eduardo Duhalde en el ‘99. Cristina, en cambio, se quedaría con casi todos los senadores, diputados, gobernadores e intendentes que consiga el FpV y se proclamaría jefa de la oposición, para negociar su impunidad con un gobierno que sería débil y que debería soportar, además, los embates del multimedios K y de la estructura de poder instalada por el kirchnerismo en los campos económico, sindical y social.

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El pato de la boda de este final sería la mayor parte de los gobernadores del PJ. El cálculo es fácil: concurriendo a las urnas dividido en dos o tres fórmulas, el peronismo perdería la mayor parte de las gobernaciones. La sola presencia de la candidatura de Sergio Massa produciría este resultado. De hecho, hoy la suerte electoral del peronismo es oscura en Santa Fe, Mendoza, Entre Ríos, Tucumán, Jujuy, La Rioja, Santa Cruz y tal vez Córdoba y hasta Chaco.

Esto haría, por ejemplo, que José Alperovich, ofendido por el despido de su esposa Betty de la Presidencia Provisional del Senado, ya no tenga empacho en comentarle a sus íntimos que está dispuesto a llegar a un acuerdo con Massa. Los hermanos Rodríguez Saá, por su parte, tratan de empujar al gobernador puntano Claudio Poggi en el mismo sentido y el misionero Maurice Closs, de origen radical, no está muy lejos de estos tanteos. La tendencia que se va insinuando es obvia: ante una presidente que no parece interesada en apoyarlos para su reelección, al menos una media docena de gobernadores del oficialismo empezarían a amenazar con afiliarse al Frente Renovador. Se trata de una amenaza hoy relativamente creíble pero que puede tomar cuerpo sobre fin de año, cuando se empiece a jugar fuerte.

Atrapado entre dos fuegos, Scioli parece resignado a sufrir el destino que le toque. No puede evitar que el massismo le vaya vaciando las filas del PJ bonaerense ni influir en el rumbo de las decisiones presidenciales. Como ocurrió en sus grandes crisis históricas, en el peronismo asoman dos tendencias casi imposibles de conciliar. El cristinismo admite que no podrá retener la Casa Rosada pero está decidido a consolidarse como la segunda minoría. Para el establishment peronista, en cambio, sólo un pacto de unidad podría evitar que el no peronismo haga el mejor negocio electoral desde el ‘83.

Fuente: http://site.informadorpublico.com/