Vie. Abr 19th, 2024

Prensa Republicana

Con las ideas derechas

El carácter moralmente formativo de la ley. Por Carlos Alfredo Benítez Meabe

En el “Critón”, diálogo de Platón, se produce una escena en la que se nos muestra a Sócrates, ya condenado a muerte, frente a una ardua alternativa: el filósofo es invitado por unos amigos a huir, evitando de ese modo el cumplimiento de la sentencia; en esa situación, aparecen las leyes, corporeizadas como personajes que operan sobre el espíritu del ateniense, tratando de disuadirlo para que no siga la incitación de sus compañeros y se constriña a cumplir la decisión del tribunal; y ellas dicen: “ obedécenos a nosotras que somos tus nodrizas “.-

La lectura de este trecho de la obra de Platón, me impresionó siempre, porque juzgo que la metáfora es muy elocuente para mostrarnos el carácter formativo que tiene la ley. –
Este fue un aspecto que siempre estuvo presente en la antigüedad clásica. Aristóteles consideraba a las leyes de la “polis” como instrumentos de la perfección humana. Para encontrar en la sociedad los caminos honestos, el hombre necesita de la enseñanza que las propias leyes le indican.  Llega a decir que: “al legislador toca educar a los ciudadanos en la virtud, conociendo los medios que conducen a ella y el fin esencial de la vida más digna”. –

Los Padres de la Iglesia integraron este pensamiento a la revelación cristiana, puesto que se hallaba en consonancia con ella. Ya en el medioevo, Santo Tomás insiste en este concepto; es expresivo al respecto: “la ley tiende a hacer a los hombres virtuosos y los preceptos de la ley se refieren a los actos de las virtudes” (cfr.S.Th. I-II, q. 92,a. 1). Las Partidas de Alfonso X, proclaman también con gran claridad el carácter educativo de la ley: “la ley tanto quiere decir como leyenda en que yace enseñamiento, o castigo, escripto que liga e apremia la vida del hombre que no faga mal, e muestra, e enseña el bien que el hombre deve fazer, e usar; e otrosí es dicha ley, porque todos los mandamientos della, deven ser leales, e derechos, e cumplidos según Dios, e según justicia” (I, 1, 3).-

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Pero es en una obra escrita en pleno siglo XX, alabada por la Santa Sede, cuyo autor es un célebre pensador católico, Plinio Correa de Oliveira, donde mejor ví expuesto este principio del poder formativo de la ley. –
Dice el distinguidísimo escritor brasileño:” Todo régimen político, económico y social se basa, en último análisis, en una metafísica y en una moral. Las instituciones, las leyes, la cultura y las costumbres que lo integran, o con él son correlativas, reflejan en la práctica los principios de esa metafísica y de esa moral”. –
“Por el propio hecho de existir, por el natural prestigio del Poder Público, bien como por la enorme fuerza del ambiente y del hábito, el régimen induce a la población a aceptar como buenas, normales, hasta indiscutibles, la cultura y el orden temporal vigentes, que son las consecuencias de los principios metafísicos y morales dominantes. Y, al aceptar todo esto, el espíritu público acaba por ir más lejos, dejándose penetrar como por ósmosis, por esos mismos principios, habitualmente entrevistos de modo confuso, subconsciente, pero muy vivo, por la mayor parte de las personas”. –
“El orden temporal ejerce, pues, una acción formadora o deformadora, profunda, sobre el alma de los pueblos y de los individuos” (cfr. aut cit., “La libertad de la iglesia en el estado comunista”, sexta edición española, 1973, páginas 9/10). –
Éste es, para mí, el centro de la cuestión que quiero abordar en el presente artículo: ¿cuáles serán los efectos que sobrevendría en el “espíritu público” de la sociedad argentina, si tuviéramos el sumo infortunio de que los legisladores legitimaran el aborto?. –
Se borraría en la conciencia pública el principio sagrado de que debe respetarse la vida del prójimo; al introducirse un factor de inobservancia de la moral cristiana, en vez de sostener la religión católica, como manda la Constitución Nacional, el estado coadyuvaría con lo que es moralmente ilícito: causarle la muerte al inocente; se proclamaría como principio el derecho del más fuerte a matar al más débil. –
Todo esto implicaría una degradación, aun mayor de la que ya vivimos, al borrar una norma que nos viene desde la génesis de nuestra civilización. Ya Ulpiano enseñaba que “alterum non laedere” (no hacer daño a otro) es un principio rudimentario, elemental del derecho (Digesto1, 1,10,1). –
Enseñaba el doctor Jorge Joaquin LLambias “ El derecho es una ciencia moral, que con la asistencia de la virtud de la prudencia, que es propia de todas las ciencias morales, examina las relaciones humanas bajo el prisma de la justicia, que constituye la formalidad que especifica a la ciencia jurídica y la distingue de las otras ciencias” (de un voto del jurista publicado en la colección de “El Derecho”, Tomo 13, pag. 76).-
Las leyes, “nodrizas” de Sócrates, se convertirían en unos truhanes que, con un guiño hipócrita, facilitarían la comisión de crímenes para evitarle “estorbos”. El derecho no tendría como fin afianzar la justicia, sino que apuntaría a facilitarle una vida placentera a algunos y, a otros, les negaría aquéllo que es la base para gozar de todos los derechos (la propia vida). Tendría lugar la discriminación más arbitraria que pueda imaginarse. –
¿Qué es esto sino la consumación de la hipocresía suprema? .-
Concluyo: La legalización del aborto es una gran iniquidad que incorporaría un “dere-cho” injusto, introduciéndonos en la cultura de la muerte; con su contradicción, incongruencia e ilogicidad confundiría a la sociedad y alentaría el crimen, privando a los más débiles de su sagrado derecho a la vida. –
¿Éste es el mensaje que la devaluada clase política quiere transmitir a la sociedad? ¿Egoísmo y desprecio por los derechos del prójimo? .-
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