Vie. Abr 19th, 2024

Prensa Republicana

Con las ideas derechas

Decir la verdad o callarse por temor a las consecuencias. Por Vicente Massot

Que en un gobierno poblado de incompetentes el presidente de la Nación se permita decir —sin sentir vergüenza— que “sólo China nos supera en crecimiento económico” no es algo que llame demasiado la atención. Al fin y al cabo, sus pifias, tonterías y disparates orales podrían figurar en el libro Guinness de los récords. Tampoco sorprende que el canciller argentino proclame, para congraciarse con su jefe, que nuestro país “tiene un rol relevante en el mundo gracias a su liderazgo”. Y menos aún debería sobresaltarnos la reciente declaración del jefe de asesores del primer magistrado, Antonio Aracre. En este contexto no tuvo mejor idea que preguntarse; “Hasta tanto crezcamos, ¿no tendríamos que buscar un nuevo impuesto?”. Está visto que el kirchnerismo ha perdido la brújula. Sus principales referentes sufren de incontinencia verbal y cuando abren la boca meten la pata. Como ninguno de ellos sabe qué camino tomar, han imaginado que a través de una Mesa Electoral —cuya primera tenida será mañana— van a solucionar sus diferencias. Parecen no darse cuenta de que, en realidad, la del jueves será lo más parecido que uno pueda imaginar a una reunión de consorcio. Nada más.

Mientras el oficialismo se esfuerza por negar la realidad; Mauricio Macri sigue jugando a las escondidas con Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich; el radicalismo festeja un triunfo intrascendente en la provincia de La Pampa, como si hubiera ganado una elección nacional; el gobernador Omar Perotti y el ministro de Seguridad, Aníbal Fernández, cruzan aceros respecto de quién tiene la responsabilidad de ponerle coto a la escalada de las bandas narcos en Rosario; y la presidente de la Cámara de Diputados, Cecilia Moreau, pierde su tiempo en celebrar —alborozada— la salida de Walter ‘Alfa’ Santiago del reality show ‘Gran Hermano’, escribiendo en su cuenta de Twitter: “Game over, machirulo”, dos noticias de singular importancia pusieron al descubierto hasta dónde la economía cruje por los cuatro costados y la suerte del gobierno pende de un hilo.

Una está en boca de todos y echa por tierra las especulaciones respecto de una baja pronunciada de la inflación que culminaría en abril —según el ministro de Economía— con un tope de 3 % mensual. El anuncio hecho por el INDEC de que en el pasado mes de enero el alza del costo de la vida había sido mayor al de diciembre, era un secreto a voces. Todos sabíamos, en mayor o menor medida, que desde el comienzo del año los precios volaron y que febrero no será, en este orden de cosas, mucho mejor. La única sorpresa fue el número en sí —6 %—, mucho más bajo que el 7,3 % medido en la capital federal. El IPCBA, que días antes diera a conocer la Dirección de Estadística y Censos de CABA, mostraba a las claras hasta qué punto las cosas venían mal para la administración de Alberto Fernández y de Sergio Massa. Como era de esperar, el gobierno decidió que uno de sus escuderos, el secretario de Industria, José Ignacio de Mendiguren, bajará al ruedo ayer lunes para ponerle paños fríos a un número que sería —de todas maneras— odioso. Su explicación del fenómeno se correspondió bien con su cociente intelectual: descargó la culpa en el turismo récord y los problemas estacionales.

LEÉ TAMBIÉN:  La última oportunidad. Por Vicente Massot

La segunda noticia no tuvo la misma trascendencia que la primera. Sólo la tomó en cuenta una minoría de expertos económicos y operadores financieros que siguen con inocultable preocupación la falta de sustentabilidad de la deuda pública en pesos, al ver reflejado este problema por el matutino Clarín, en tapa, en su edición del lunes. Esta cuestión —vaya si critica— en el curso de los últimos días motivó, a raíz de un comunicado de Juntos por el Cambio, la salida a la palestra del secretario de Programación Económica, Gabriel Rubinstein.

Conviene ir por partes y dar cuenta, a grandes rasgos, de lo consignado por la mencionada nota periodísitca, reproduciendo un informe de Portfolio Personal Inversiones. Concretamente, en el inicio de este mes hubo siete bajas consecutivas de los Fondos Comunes de Inversión (FCI) que adquieren títulos de la deuda indexados por la variación del tipo de cambio, por un valor de $ 13.073 MM. En cuanto a la deuda indexada por CER —es decir, por inflación— la baja fue de $ 10.833 MM. Con el agravante, además, de que el jueves 9 se retiraron $ 82.773 MM de los fondos de liquidez inmediata (money market). El sostenido retiro de pesos colocados en el sistema financiero revela el temor que comienza a hacer presa de muchos inversores ante eventuales incumplimientos de los compromisos contraídos por la actual autoridad monetaria o la que la reemplazará en diciembre.

Antes de que se conociera el informe de marras, Rubinstein, en respuesta al documento público de la principal fuerza opositora, pontificó que la deuda en pesos es “bien sostenible” y que el gobierno del cual forma parte no está dejando ninguna bomba por estallar para el año próximo. De paso, negó enfáticamente que hubiera un plan Llegar o algo por el estilo, no sin hacer una suerte de vaticinio acerca del 60 % de inflación que el equipo económico espera para el corriente año. Dijo que era un techo. Si la mano derecha de Sergio Massa hubiera dado crédito a la preocupación de Juntos por el Cambio lo habrían despedido con cajas destempladas del cargo que ocupa. No podía argumentar de otra manera y aceptar la gravedad del problema.

LEÉ TAMBIÉN:  Ayer, hoy, mañana. Por Vicente Massot.

Están los convencidos, en las filas cambiemitas, de que el kirchnerismo les dejará una tierra arrasada ante la inevitable derrota electoral que lo devolverá al llano. Es más, aseguran que en la tarea de volar los puentes su principal arma es, precisamente, la deuda en pesos que le entregarán como herencia envenenada a la administración entrante. A su lado, también están aquellos que no comparten la teoría conspiracionista pero que —más allá de si hay, de parte del oficialismo, una voluntad manifiesta de minar el futuro— no echan en saco roto la complicación que va a representar esa deuda. Por eso es que, al margen de la disputa —que no hará más que escalar— entre Patricia Bullrich y Rodríguez Larreta, en los equipos técnicos de uno y otro, y también en los dos candidatos, el tema está cada día más presente.

Gabriel Rubinstein miente a sabiendas cuando sostiene que la deuda resulta manejable. Él sabe bien que a la larga no lo será y que, por lo tanto, requerirá un reperfilamiento. Falta a la verdad, asimismo, al decir que no hay un plan Llegar. Pero es enteramente lógico que obre de manera tal. En su lugar, cualquier otro haría lo mismo. Con esta particularidad: que la pelota no está en el campo oficialista sino en el de la oposición. A medida que transcurran las semanas y los meses, y los comicios se encuentren al alcance de la mano, la deuda en pesos crecerá, las dudas y temores de los inversores se acrecentarán, los mercados reflejarán ese nerviosismo, y los hombres del arco opositor tendrán que tomar una decisión crucial: decir la verdad aunque al día siguiente se produzca un estallido, o callarse la boca por temor a las consecuencias que, si procedieran de esa forma, ellos deberían soportar el año que viene.