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Argentina no necesita más billetes impresos, necesita más stock de capital. Por Roberto Cachanosky

Sostener el consumo de modo artificial en base a la emisión monetaria trae el riesgo de aumentar la fuga del dinero hasta llegar a procesos inflacionarios agudos si no se detiene el proceso a tiempo

Todo parece indicar que la nueva administración intentará reactivar la economía vía el incremento del consumo. Si bien es cierto que el consumo es el fin último del proceso económico, lo cierto es que para poder incrementar el consumo en forma sostenida hay que seguir un proceso que lleve a ese mayor nivel de consumo.

No es cuestión de ponerle más dinero en el bolsillo a la gente para incrementar el consumo, porque los billetes no se comen. Ejemplo: todos los días compro una ensalada de frutas que viene en un vaso plástico. La última vez que fui a comprarla, el vaso era más chico y el precio más alto, eso sí, ahora tengo más billetes en el bolsillo. Antes iba con algunos billetes de $ 100 y algunos de $ 500 en la billetera y ahora llevo en el bolsillo billetes de $ 500 y de $ 1000, sin embargo con esa mayor cantidad de billetes puedo comprar menos cosas. En definitiva, la gente no necesita tener más billetes en el bolsillo, sino que con los billetes que tiene en el bolsillo, tiene que poder comprar cada vez más bienes, no cada vez menos bienes.

En un país que nunca tuvo inflación, es probable que vía expansión monetaria pueda estimularse transitoriamente el consumo. En un país sin memoria inflacionaria, si el gobierno emite para reactivar la economía, los incrementos de precios que se producen pueden ser vistos como algo transitorio por el consumidor y, por lo tanto, postergar la compra de bienes (aumentando la demanda de moneda) a la espera que bajen los precios. Si pasado cierto tiempo el consumidor observa que no solo no bajan los precios sino que siguen subiendo porque el gobierno sigue dándole a la maquinita, entonces comienza a comprar bienes antes que suban los precios. En ese caso baja la demanda de moneda y se potencia el incremento de precios por la mayor expansión monetaria y la caída en la demanda de moneda, generando una disminución del salario real. En estas circunstancias, si el gobierno quiere sostener el consumo artificial basado en emisión monetaria, tiene que aumentar la tasa de expansión monetaria para financiar el incremento de los salarios reales, lo cual lleva a más emisión y fuga del dinero hasta llegar a procesos inflacionarios agudos o incluso hiperinflacionarios si no se detiene a tiempo la expansión monetaria.

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Generalmente estas expansiones monetarias para estimular artificialmente el consumo van acompañadas de controles de precios, lo cual termina generando desabastecimiento, caída en la calidad de los productos, mercado negro, etc. Esta historia la conocemos en detalle los argentinos.

Justamente, el argentino no solo tiene memoria inflacionaria, sino que hay toda una nueva generación que nació y vivió con una inflación de dos dígitos, lo cual los hace más proclives a buscar refugio contra la inflación. Desde el 2002 para acá pasaron 17 años, por lo tanto, todos los que nacieron luego del 2002 o incluso unos años antes de la crisis del 2001 ya saben que es la inflación porque vivieron con ella. Encima tienen a sus padres que vivieron procesos inflacionarios agudos antes de la convertibilidad y le enseña a sus hijos a huir del peso, por lo tanto, el argentino es un agente económico con larga experiencia en tratar de sobrevivir en períodos de inflación. Sabe que tiene que refugiarse en bienes que lo proteja de la inflación o en el dólar, porque en Argentina el que apuesta al dólar nunca pierde.

El punto a tener en cuenta es que cuando se entra en estos procesos de reactivación artificial de la demanda, no es que se emite moneda una sola vez y luego se frena la maquinita. Estos estímulos artificiales del consumo exigen de expansiones monetarias crecientes que llevan a procesos inflacionarios cada vez más agudos.

Si se acepta que la expansión monetaria es como un impuesto no legislado, al cual podemos llamar impuesto inflacionario, la curva de Laffer le aplica perfectamente.

Grafico 1

Recordemos la curva de Laffer. A medida que aumenta la tasa del impuesto (eje horizontal) se incrementa la recaudación (eje vertical), pero llega un punto, supongamos el punto C, en que todo aumento de la tasa impositiva genera menos recaudación porque se opera en negro, desaparecen los productores marginales, etc.

Supongamos que la tasa de impuesto es la tasa de expansión monetaria y que el eje vertical es la recaudación del impuesto inflacionario. Si la gente no tiene memoria inflacionaria, la expansión monetaria puede moverse entre 0 y 50 de expansión monetaria. Pero a partir de la huida del dinero por parte de la gente, comienza a disminuir la recaudación del impuesto inflacionario. Ese sería el punto C. Como en Argentina estamos en el punto C o llegamos rápidamente al punto C por nuestra memoria inflacionaria, todo intento de reactivar la economía vía expansión monetaria puede llevar tasas crecientes de emisión cayendo en un proceso inflacionario descontrolado con riesgo de hiperinflación por huida del dinero.

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La única forma de incrementar el consumo en forma sostenida es iniciando el proceso normal que es primero crear las condiciones para atraer inversiones para incrementar la productividad y tener más bienes a disposiciones para así poder consumir más.

Si Robinson Crusoe quiere incrementar su consumo de cocos, en vez de treparte todos los días al cocotero para bajar un coco, tiene que ahorrar (consumir medio coco por día) y al tener libre el segundo día porque consume el otro medio coco, destina el tiempo a construir una escalera para subir más rápido al cocotero y así bajar varios cocos en menos tiempo.

Si en vez de consumirse todos los cocos que bajó en un día, vuelve a ahorrar y consume una parte de los cocos, ahorra cocos para el día siguiente y hace una red de pescar que le permitirá pescar una mayor cantidad de peces. Con más cocos a su disposición y más peces pescados gracias a la red gracias al incremento de la productividad para conseguir peces y cocos, puede destinar tiempo que antes destinaba a treparse al cocotero a construir una choza. Es más, hasta puede intercambiar cocos y peces con los isleños vecinos por sus productos de las huertas y puede diversificar su consumo comiendo papas, lechuga, tomate, etc.

En síntesis, si no entendemos el ABC de la economía que enseña que el consumo solo se puede incrementar en forma sostenida con más inversión, vamos a seguir emitiendo moneda con la esperanza que la mayor cantidad de papeles impresos generen más riqueza. En otros términos, seguiremos trepándonos al cocotero creyendo que de esa manera, algún día, incrementaremos nuestro consumo de cocos.

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