Vie. Mar 29th, 2024

Prensa Republicana

Con las ideas derechas

Apologetas y manipuladores. Por Por Juan Pablo Ialorenzi

(Reflexiones de comienzo de año)

Momento de cierres y reflexiones. Tiempo de celebraciones y gastos, y quizás, de algunos remordimientos, discusiones o justificaciones. No estamos hablando de las fiestas que pasaron o las vacaciones, estamos hablando del escenario político que nos dejó el 2019.

El año que pasó llenó las pantallas, las oficinas, las calles y las mesas familiares de discusiones políticas. Un gobierno joven se fue, perdiendo muchas jurisdicciones y dejando malos resultados, y un viejo conocido volvió, el fantasma del kirchnerismo que hasta hace poco parecía en decadencia.

Luego del cierre de una etapa es bueno volver sobre ella para analizarla. Viéndola como un proceso con partes, pero también como un conjunto, y desde la distancia, se puede tener una mayor comprensión, necesaria para todo aprendizaje. Habiendo pasado un mes de la asunción de Fernández en el Ejecutivo, vamos a intentar reflexionar sobre los años de Cambiemos y el comienzo de esta nueva gestión.

Mal gobierno

Primero hagamos un breve repaso de la gestión económica de Cambiemos. La administración kirchnerista había dejado un déficit fiscal récord, un banco central quebrado, la pobreza en aumento, había aislado al país en términos económicos y diplomáticos, atacó la libertad de expresión y “agrietó” profundamente al país. Macri, por otra parte, empezó con medidas como sacar las restricciones cambiarias, renegociaciones y planificaciones, reducción de subsidios, y una mayor transparencia. Pero los resultados no fueron los esperados. Para evitar que la pérdida de poder adquisitivo en pesos golpeara a las clases medias y bajas, el gobierno profundizó su nivel de gasto público. Amplió asignaciones y beneficiarios sumando más de un millón y medio de beneficiarios de la AUH en sus primeros años. El 2017 fue el mejor año del macrismo, lo que lo llevó a ganar en las urnas. El salario real se recuperó, el PBI creció y la medición de pobreza alcanzó su menor registro en las últimas dos décadas.

Por influencias económicas globales, en el 2018 los mercados emergentes, como el argentino, comenzaron a sufrir grandes pérdidas, hasta llegar a ser insostenible. Argentina solicitó apoyo al FMI, este apoyo significó el crédito más grande de la historia del Fondo Monetario Internacional a un país. El salario no logró recuperarse, pero se intentó acrecentar el consumo para llegar a las elecciones. Tras las PASO, el mercado argentino sufrió una caída en dólares récord y el riesgo país aumentó. Se estableció un tope máximo de 10.000 dólares por persona al mes y se prohibió totalmente el atesoramiento para empresas. El gobierno declaró un default de emergencia. Al mes siguiente, la compra de dólares se restringió a 200. Con cepo, números bajos en la producción y el salario real, gasto, inflación y pobreza altas, Macri abandonaría el gobierno.

Macrismo apologeta

Por otra parte, en términos ideológicos, el paso de Mauricio Macri por la Casa Rosada es un caso digno de ser tratado en los manuales de ciencia política. Se trata de un político que traicionó a sus votantes para capitalizar electores más progresistas, que igualmente no fue capaz de conseguir.

El expresidente se mostró como el empresario outsider, ajeno a la corrupción y burocracia política. Según Casullo en ¿Por qué funciona el populismo? el empresario tiene cuatro valores claves: la externalidad de la política, honestidad, tecnocracia y glamour. La imagen de Macri traía consigo eficiencia, novedad política y la vaga idea colectiva de que “como es rico, no va a robar”. Si bien la alianza liderada por el Pro había capitalizado el voto de ciudadanos que no estaban del todo convencidos, Macri se mostró como un líder de centro derecha capaz de poner orden social. Gran parte de su electorado pertenecía a una clase media y se identificaba como conservadora o liberal, y estaba dispuesta a pasar momentos de austeridad porque sabía que el país estaba en malas condiciones. Pero al poco tiempo de ser elegido presidente, comenzó a traicionar a su electorado en cuestiones más profundas que las económicas.

Por ser uno de los temas más discutidos de toda una agenda ideológica, vamos a tomar como referencia al aborto. Cuando dio lugar al debate del aborto en el Congreso, Mauricio Macri, afirmó: “hace 35 años que venimos postergando un debate muy sensible, que como sociedad nos debemos: el aborto. […] vemos con agrado que el congreso incluya este tema en su agenda este año”. Y, luego de que el Senado rechazara el proyecto aseguró que “tenemos 100.000 chicos que nacen de embarazos no deseados, queremos que esas chicas tengan la posibilidad de elegir. Ellas creen en algunos casos que su vía de desarrollo es tener un chico cuando todavía no están en condiciones”. Consciente del disgusto de sus posibles votantes, en la campaña para las elecciones generales afirmó estar a favor de la vida y se mostró con pañuelos celestes en los escenarios. Así es, prometió defender la vida desde la concepción, pero sus políticas dijeron lo contrario. Pero, por otra parte, es común oír de la boca del provida oficialista que Macri en su fuero íntimo es “celeste”, pero ¿esto realmente importa? Cuando votamos a un político no lo hacemos por las ideas que solo dejará para su vida personal, sino para que lleve adelante políticas coherentes con lo que manifiesta. La convicción por la defensa de la vida se muestra en las decisiones de gobierno. A la hora de gobernar no importa lo que piense personalmente, sino lo que haga en términos políticos con aquello que piensa. También, el macrismo a nivel nacional y provincial apoyó políticas de género y de corte socialdemócrata, financiando el Encuentro Nacional de Mujeres feministas que tantos estragos causa cada año en las ciudades anfitrionas, costeando las marchas LGBTIQ+, pactando con una institución abortista como Fundación Huésped para que intervenga en la educación, y, además, prohibió en la provincia de Buenos Aires afirmar que los desaparecidos durante el último gobierno militar no fueron 30.000. Ya sea por presiones internacionales o por convicción, el macrismo no fue más que una socialdemocracia progresista.

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En la ciencia política se habla mucho de las doctrinas, como herramientas pedagógico-políticas que realizan un juicio de valor sobre determinada teoría. La doctrina con la que empezó Macri fue de las llamadas preparatorias, con su discurso vaticinaba una transformación, lo cual era fácil viendo las malas políticas kirchneristas. Una vez en el gobierno mantuvo su doctrina, pero los malos resultados y las contradicciones le fueron sacando credibilidad y poder. Macri atacó a esa clase media culturalmente conservadora y económicamente liberal. Este problema llevó al macrismo a perder mucho apoyo y a recurrir a otros medios para mantenerse en el poder, o, por lo menos, para autoconvencerse de que las cosas se hicieron bien. Esto llevó a las doctrinas apologéticas, que justifican las políticas ya realizadas. El macrista comenzó a convertirse en un fanático.

Para Arendt “la pérdida del poder se convierte en una tentación para reemplazar al poder por la violencia. (…) El terror no es lo mismo que la violencia; es más bien la forma de gobierno que llega a existir cuando la violencia, tras haber destruido todo poder, no abdica, sino que, por el contrario, sigue ejerciendo un completo control. (…) La eficacia del terror depende casi enteramente del grado de atomización social”. Muchos sectores, con tal de evitar la vuelta del temido kirchnerismo, olvidaron los errores cometidos por el macrismo, justificando cada una de las acciones del gobierno. Un hecho importante a destacar fue la aparición de candidatos que intentaron capitalizar votantes defraudados. Pero algunos electores de Lavagna, Gómez Centurión o Espert se sintieron aterrados y dejaron de lado sus convicciones. Había una sociedad fragmentada y mayoritariamente manipulable. El más notable fue el movimiento provida, cada vez más creciente, que reaccionó tras años de silencio. “La rabia solo brota allí donde existen razones para sospechar que podrían modificarse esas condiciones y no se modifican. Solo reaccionamos con rabia cuando es ofendido nuestro sentido de justicia, y esta reacción no refleja necesariamente en absoluto una ofensa personal”, sigue Arendt. Los provida salieron a las calles a buscar realmente una justicia desinteresada. Pero, si bien un porcentaje de argentinos se mantuvo firme en sus ideales, a muchos les ganó el miedo.

Mal comienzo

Al comenzar su mandato, Alberto Fernández convocó a la “unidad de toda la Argentina” para construir un nuevo contrato social, fraterno, solidario y sin grietas. En su discurso inaugural afirmó que toda verdad es relativa. Cabe aclarar que, al negar absolutamente el sentido de verdad de la realidad, lo objetivamente bueno dejaría de serlo y el consenso pasaría a ocupar ese lugar. Luego, habló de su deseo de tener un Estado presente, interventor y constructor de justicia social. También puso sobre la mesa su apoyo a distintos movimientos progresistas: “unir voluntades y articular al Estado con las fuerzas políticas. Los sectores productivos, las confederaciones de trabajadores, los movimientos sociales que incluyen al feminismo, a la juventud y al ambientalismo, vamos a sumar en ello también el entramado científico tecnológico y a los sectores académicos (…) También en nuestra Argentina hay mucho sufrimiento por los estereotipos, los estigmas, por las formas de vestirse, el color de la piel, por los orígenes étnicos, el género o la orientación sexual. Abrazaremos a todos los que sean discriminados. Porque cualquier ser humano, cualquiera de nosotros, puede ser discriminado por lo que es, lo que hace o lo que piensa y esa discriminación debe volverse imperdonable.”

El presidente también aprovechó para apoyar a los movimientos latinoamericanos que surgieron en este último tiempo, que tantos estragos han ocasionado, como es el caso de Chile, y, además, contó con la presencia funcionarios de Venezuela, Cuba, y ex líderes como el ecuatoriano Rafael Correa, con pedido de detención por corrupción. Días más tarde, también asiló a Evo Morales. Siguiendo su línea socialista, algunas de las medidas impulsadas en sus primeros días de gobierno fueron la liberación de “presos políticos”, suba de impuestos en múltiples áreas y retenciones, congelamiento de precios, derogación del decreto que permitía a las fuerzas de seguridad utilizar armas de fuego. Y, como si fuera poco, la primera ley aprobada el Congreso durante su mandato le concedió los llamados “superpoderes”. Dado este panorama, no parce que el kirchnerismo haya mejorado, sino que parece que mantendrá su forma de hacer política, pero, además, dará cabida y promoverá políticas de moda e imposiciones internacionales como el aborto y la ideología de género. Recientemente juraron todas las integrantes del Ministerio de la Mujer, Género y Diversidad, que, además de no contar con paridad de “género” ni diversidad de opiniones, nombró solamente a feministas radicales.

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Con respecto al tema aborto, cuando le preguntaron si impulsaría una despenalización en La Nación+, respondió: “Inmediatamente. Como paso previo a la legalización. Porque creo que ya nadie discute la penalización”. Fernández explicitó que apoya la legalización del aborto, afirmando que representa solo a algunos. Negar que haya personas que digan que el aborto debe permanecer penalizado es invisibilizar la opinión de una llamativa porción del país.

Hay que tener en cuenta dos ideas. Si bien al gobernar hay que tener en cuenta el bien común de la sociedad, entendemos que la corrupción del sistema argentino hace dificultosa dicha tarea. Ya sea para elegir las autoridades del ejecutivo o del legislativo, votamos cada dos años. También, no hay que pensar al poder como algo negativo, sino como un medio para un fin. Esta situación sumada a la ambición de algunos políticos que quieren el poder por fines personales lleva a que las decisiones de gobierno busquen resultados a corto plazo, no realicen mejoras profundas, y se focalicen en un sector determinado de votantes. Fernández dio indicios de querer conformarse como una tercera posición a nivel regional, pero en los hechos está haciendo lo que Macri no hizo: gobernar solamente para los suyos, para así quedarse en el poder.

Manipuladores e incoherentes

Para Casullo, Néstor y Cristina utilizaron la estructura del PJ santacruceño para crecer, y luego “eligieron constituirse en un ‘movimiento nacional y popular’ que tuviera su ‘columna vertebral’ en el PJ, pero que también incluyó a otros partidos progresistas, movimientos sociales y organizaciones juveniles y trabajadores de la cultura”. Esta nueva doctrina política populista se abre camino mediante las nuevas demandas. Existen distintas miradas acerca del populismo, hay quienes lo ven como una distribución irresponsable de la riqueza para manipular a un grupo de electores, o hay quienes lo entienden como un movimiento que expresa la coalición de una clase con un líder. Pero según la autora que citamos, el populismo es una forma discursiva que es capaz de articular distintas demandas para dividir el campo político en dos: nosotros y ellos. También utiliza un poder personalista en donde el líder es el único que puede defender al “nosotros”, tiene una ideología vacía, acomodable a cualquier circunstancia, y es performativo. Las necesidades a las que responde el líder populista son nombradas o formuladas por el mismo discurso populista. Para esto también utiliza lo que Gramsci llama “pensadores orgánicos”, como Carta Abierta, que funcionan de doctrinarios apologetas. El kirchnerista promedio no sabe lo que es un derecho ni lo que es ayudar verdaderamente a los demás. Solo escucha lo que le dice su líder político y lo obedece sin dudar. Cree que apoya lo correcto, pero apenas conoce el relato que le impusieron. El fanático kirchnerista -como también el macrista- festeja políticas que tiempo atrás hubiera rechazado. Hoy el kirchnerista festeja el ajuste y la incoherencia y el macrista justifica los errores y la inmoralidad del gobierno pasado.

Según Maquiavelo, para el mal gobernante que llega al poder, la liberalidad (entendida como derroche) es indispensable. “De lo que no es tuyo ni de tus súbditos, puedes ser ampliamente generoso (…) pues el gastar lo ajeno no quita fama, sino la da”. Estamos ante un gobierno que pide solidaridad sin saber a dónde va, o, por lo menos, no ha sabido comunicarlo. Pero por el momento es fácil conjeturar que los medios propuestos no son buenos.

El kirchnerismo no volvió, nunca se fue. Durante los últimos años condicionó las políticas de Macri. El modelo K en el 2015 no podía sostenerse, pero la derrota en las urnas y el posterior fracaso de Cambiemos le dieron un respiro y un argumento con el cual volver sin tener que hacerse responsable de lo mal que habían dejado al país.